Bill Hull

Jesucristo, el Hacedor de Discípulos


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discípulos estaban convencidos que Jesús tenía las credenciales apropiadas. El mismo Juan el Bautista había confirmado a Jesús y él era de la misma descendencia (la tribu de Judá, la familia de David, nacido en Belén, etc.) y es más, su autenticidad parecía estar claramente comprobada por los muchos milagros que hacía. Pero, a Él realmente le importaba a la gente?

      Los discípulos tuvieron varias oportunidades de ver el carácter interno de Jesús. Ellos observaron su humildad cuando se sometió a sí mismo a ser bautizado por Juan. Ellos vieron el respeto que Él mostró hacia su madre en la fiesta de bodas. Ellos contemplaron su coraje cuando confrontó a los poderosos líderes religiosos e intelectuales de su tiempo. Pero la dimensión más impresionante de su identidad fue que Él amó – Él amó a su Padre y a su pueblo. Jesús fue un hombre cálido que deseaba pasar horas ministrando a los pobres y desposeídos, aquellos a quienes otros líderes religiosos no dedicaban tiempo. Los discípulos vieron en este hacedor de milagros un amor afectuoso y consistente que desafiaba toda descripción.

      Pero, cuál fue su motivación? Estaba Él tratando de impresionar al pueblo de Israel con todos esos milagros? La Escritura da la respuesta: “En cambio Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano” (Juan 2:24-25).

      Podemos aprender mucho de las tentaciones que Jesús encontró en su ministerio. Él experimentó una gran popularidad durante las primeras etapas de su ministerio. Muchos que presenciaron sus milagros fueron cautivados; ellos creyeron en Él y quisieron seguirlo (v.23). Si Él lo hubiera permitido, esta excitada multitud hubiera tomado un caballo blanco, un carruaje dorado, una faja púrpura y una corona de laureles y lo habrían montado en el animal y paseado a través de las calles de Jerusalén.

      Pero Jesús resistió esta tentación firmemente durante toda su vida. Al crecer su popularidad, aún sus más cercanos discípulos le aconsejaron dejarse anunciar como el líder reconocido de su pueblo. Mucho después en el ministerio de Cristo, durante la Fiesta de los Tabernáculos, Él resistió la presión de sus propios hermanos a actuar de manera pública, diciéndoles: “el tiempo mío aún no ha llegado” (7:6).

      Las multitudes de hecho intentaron tomar a Jesús por la fuerza como su rey (6:15). Incluso los fariseos admitieron que casi todos parecían ser seguidores de este disidente aparentemente blasfemo (12:19). Pero Jesús resistió resueltamente todos esos intentos de cambiar su agenda. Él mantuvo un bajo perfil, demostrándoles así a sus discípulos la importancia de la humildad. Él “no confiaba en ellos,” así que no pondría su destino y su misión en las manos de otros (2:24). El Hombre tenía que contar el costo, considerando el valor de lo que estaba construyendo. Él no estaba sólo viviendo para sí mismo o para su propia generación; Él tenía que pensar en la gente de muchas generaciones por venir.

      El Mesías no permitiría que la debilidad de la carne humana controlara su destino. Jesús, sabiendo que el compromiso de las multitudes era en gran manera superficial, determinó que Él no podría construir el futuro sobre algo tan insustancial. Su razonamiento fue finalmente comprobado, pues más tarde, cuando Jesús le habló a la muchedumbre acerca del verdadero costo del discipulado (6:60-71), muchos se fueron después de escuchar los requisitos.

      La forma de proceder del Mesías cuando confrontó la presión de actuar públicamente y permitir que el deseo de la gente prevaleciera, fue simplemente retirarse de la situación (v.15). Su capacidad de electrizar a las multitudes generó un serio problema para Jesús, tendiendo a causar una distracción del principal enfoque de su ministerio, poniendo así en peligro su propósito.

      Satanás desea opacar el propósito de los líderes cristianos tentándolos con popularidad y fama. Él pretende sacar a los más efectivos líderes de la iglesia local, apartar la crema del ministerio distrayéndolos con el fulgor de algún ministerio cosmético y sin importancia. La consecuencia es que los edificadores de hombres más eficientes son desplazados de los escenarios locales y convertidos en “personalidades cristianas.”

      Con frecuencia, los más eficientes hacedores del ministerio son relegados a las tareas de dar mensajes o hacer labores administrativas en lugar de formar discípulos en el escenario local. Ciertamente hay un lugar para todas las dimensiones del ministerio, aunque necesitamos determinar cuidadosamente nuestras prioridades de acuerdo a las prioridades de Dios. Algunas veces necesitamos mirar en nuestro interior para determinar si nuestra motivación principal es correcta o no. Jesús no fue engañado por el empuje de la popularidad. Él sabía que las masas eran como ovejas, siguiendo a alguien que satisficiera sus necesidades inmediatas. Gran parte del mundo moderno es como este rebaño de ovejas.

      No es difícil en todo el mundo encontrar una persona interesada en el mensaje del evangelio; lo que es terriblemente difícil es mantener el interés. Millones de personas en nuestra cultura toman decisiones por Cristo, pero hay una espantosa tasa de agotamiento. Muchos dicen haber nacido de nuevo, pero la evidencia de un discipulado cristiano maduro es frágil. En nuestra cultura todo, incluso las noticias acerca de Dios, puede ser vendido si está recién empacado, pero cuando deja de ser una novedad, pasa a ser un montón de basura.3

      La pregunta pertinente aquí es, cómo podemos nosotros, al igual que Jesús, resistir las tentaciones de ser puestos en un pedestal? Jesús sabía exactamente lo que su misión conllevaba; por lo tanto, Él no se dejaría disuadir. En este sentido, Él fue un hombre de una idea, interesado en formar algunos hombres selectos que a su vez perpetuaran la iglesia.

      Jesús creía en la multiplicación espiritual. Él tenía una gran visión de lo que era necesario para un fuerte movimiento. El paciente entrenamiento de los discípulos es el único medio confirmado por la Escritura para edificar la Iglesia. En contraste, vemos en el siglo XX el método abreviado, el acercamiento pragmático. Cuando las iglesias tratan de implantar un programa tras otro sin consolidar el cuerpo de discípulos, cantidades de tiempo y energía se desperdician. Si nuestros ministerios no se dirigen a hacer creyentes obedientes y fructíferos, entonces simplemente hemos “engordado” la iglesia.

      Quienes tienen un carácter cristiano sólido, deberían estar alcanzando a otros en ministerios evangelísticos y de formación, ayudándolos a desarrollar su carácter. Pero los discípulos siempre deben tener cuidado de los desvíos del orgullo. La presión de ser exitoso es tan fuerte que muchos líderes encuentran terriblemente difícil continuar con el coraje de sus convicciones. Esta continua batalla espiritual trae un nuevo significado a las palabras de Pablo: “cada día muero” (1 Corintios 15:31). Todos los que desean seguir a Jesús deben ser discípulos incondicionales, fuertemente afirmados contra todas las diversiones, dispuestos a morir a la auto-indulgencia. Los verdaderos discípulos aprenden una y otra vez del ejemplo de Jesús que hacer la voluntad del Padre y permanecer en su presencia es más productivo que la más atractiva de las alternativas. Esta es una lección vital de humildad.

      Los ojos de los discípulos de Jesús fueron abiertos a toda una nueva percepción de la vida. Mientras los discípulos observaban los milagros hechos por Jesús, ellos crecían en su fe. Mientras observaban al enemigo espiritual tratar de socavar el alcance del ministerio, ellos crecían en discernimiento. Y mientras venían a ver la importancia de la integridad de carácter para la efectividad espiritual, ellos crecían en humildad. Al principio del discipulado, las semillas simplemente están empezando a germinar de manera natural. Pero el proceso de la multiplicación espiritual empieza por lo pequeño y luego se expande exponencialmente de manera acelerada mientras cada parte del cuerpo de creyentes trabaja para aumentar la cosecha.

      notas

      1. Tenney, John, 312. Tenney lista siete señales principales: el agua convertida en vino (2:1-11), la curación del hijo del funcionario real (4:46-54), la sanación en el pozo (5:1-8), la alimentación de los cinco mil (6:1-14), la caminata sobre el agua (6:16-21), la sanación del hombre ciego (9:1-41), y, la resucitación de Lázaro (11:1-44).

       2. Christianity Today, artículo sobre la encuesta de Gallup.

       3. Eugene Peterson, Una Gran Obediencia en la Misma Dirección (Downers Grove, Ill.: InterVarsity, 1980), 12.

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