Bill Hull

Jesucristo, el Hacedor de Discípulos


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naturaleza. A través de su poder de omnisciencia, Él le dijo a Natanael algo que sólo alguien con dones sobrenaturales podía saber. Su método fue tan efectivo que Natanael pronto se convenció de la deidad de Jesús.

      Jesús es adaptable. Él le habla a la gente dondequiera que ellos se encuentren y parece entender por su sensibilidad y divina perspicacia, cómo comunicarse con ellos.2

      Jesús hizo un punto final antes de salir para Caná, una promesa indicándole a Natanael que él no había visto nada aún! “’¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que éstas!’ Y añadió: ‘Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre’” (Juan 1:50-51). Jesús verdaderamente los desconcertó con esta declaración. Seguramente los discípulos no pudieron comprender qué clase de fenómeno sobrenatural estaba por suceder.

      Jesús determinó que la estrategia necesaria para rescatar este mundo de las garras del enemigo involucra a la gente. Este hecho puede parecer tan obvio que no necesita ser mencionado. Aunque en la última parte de este siglo, tal vez no haya un error más latente que haber desechado esta simple idea. E. M. Bounds describe este mismo mal:

      Estamos constantemente en una elasticidad si no sometidos a una tensión, para idear nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones, para avanzar la iglesia y asegurar la extensión y eficiencia del evangelio. Esta tendencia moderna generalmente pierde de vista al hombre o hunde al hombre en el plan o la organización. El plan de Dios es hacer mucho más del hombre que de cualquier otra cosa. Los hombres son el método de Dios. La iglesia está buscando mejores métodos, mientras que Dios está buscando mejores hombres.

      Muchos creyentes ciertamente creen que los hombres son el método de Jesús, pero sólo algunos están dispuestos a invertir sus vidas poniendo todos sus huevos en esa única canasta. Creer en esta filosofía orientada en la gente y practicarla son temas totalmente diferentes. Un gran problema en la cristiandad es que no queremos asumir el riesgo o el tiempo para invertir en la vida de las personas, aunque eso fue una parte fundamental en el ministerio de Jesús. Tememos que la canasta realmente sea una trampa.

      Cada cristiano necesita tomar el tiempo para seleccionar algunas personas y determinar invertir tiempo enseñándole los fundamentos básicos, como el estudio de la Biblia, la oración, el evangelismo y otras actividades ministeriales. Pero debemos ser cuidadosos no sólo de enseñar el contenido sino también de dar el ejemplo de estas verdades en nuestra vida. El ejemplo en el evangelismo es vital y sirve como un catalizador. Cada uno de nosotros deberíamos pactar con una, dos o tres personas, reunirnos semanalmente por un determinado tiempo.

      Pero mientras buscamos alcanzar a otros, debemos tener presente que Jesús no usó la manipulación o la intimidación como un método para incorporar a otros. Él permitió que el Espíritu de Dios preparara el corazón. De hecho, el Espíritu utilizó el ministerio de Juan para preparar a ciertos hombres para el Mesías. Jesús mismo nunca usó técnicas de presión. Él en verdad le hizo fácil a la gente decir no.

      Un problema aún mayor de algunos líderes cristianos de este tiempo, es el síndrome de “Vamos a ponerlos frenéticos.” Yo uso la palabra síndrome por diseño, pues cuando este estilo de motivación es empleado, tiene que ser usado una y otra vez. Es tentador en una iglesia utilizar un mensaje motivacional, junto con una música acorde, seguido por un llamado emocional para un compromiso total. Pero cuando la música se detiene y las luces se apagan, el sudor frío de la realidad permanece. Tal síndrome superficial y teatral genera decisiones superficiales y exigencias cada vez más fuertes sobre las fibras del corazón.

      Recientemente escuché a un misionero decir que se está volviendo cada vez más difícil persuadir a los cristianos de Occidente a emplear su riqueza para asistir las necesidades del Tercer Mundo. Él iba a decir que a menos que su video-presentación de niños hambrientos o de estómagos hinchados rebosara de más sufrimiento que el último que se hubiera presentado, la gente en nuestras iglesias no respondería.

      Parte del problema es que hemos manipulado y tocado a la gente sólo en el nivel emocional, limitando de esa manera el compromiso a largo plazo necesario para cambiar la mentalidad de una forma efectiva. Si sólo tomáramos una simple lección de Jesús, tal vez no reuniríamos unas estadísticas impresionantes, pero en el largo plazo, tendríamos decisiones más sólidas de gente movida por el Espíritu.

      Jesús lanzó su ministerio con una simple invitación: “Vengan a ver.” Durante este período inaugural de cuatro meses, Él le permitió a la gente observar quién era Él y aprender lo que Él planeaba hacer. Él respondió a sus preguntas detalladamente. Pero aunque ciertamente Él era el Mesías, no forzó a la gente de Israel a creer en Él.

      notas

      1. James Engel, What´s Gone Wrong with the Harvest? (Grand Rapids: Zondervan), 45.

      2. Merrill Tenney, John: The Gospel of Belief (Gran Rapids: Eerdmans, 1948). Tenney señala que Jesús empleó una multiplicidad de métodos en las veintisiete entrevistas personales que sostuvo, como lo registra Juan. Tal estudio es especialmente relevante a la luz de nuestra presente tendencia a producir evangelistas, discípulos y hacedores de discípulos unidimensionales.

      3. E. M. Bounds, Power through Prayer (Grand Rapids: Zondervan), 11.

      2

      Capítulo

      Ojos que Empiezan a Ver

      Para que la gente agarre una visión, primero debe abrir sus ojos. Las realidades espirituales no son fáciles de percibir, especialmente cuando uno ha invertido toda una vida usando “tapaojos” espirituales. Jesús dijo, “Yo he venido a este mundo… para que los ciegos vean” (Juan 9:39). El contexto de esta declaración indica que Él se estaba refiriendo a una ceguera espiritual.

      Fue clara la intención de Jesús de exponer plenamente pero de forma gradual a sus discípulos a la naturaleza de su reino. Al enfocarnos en el segundo capítulo de Juan, observamos al Maestro en el proceso de darles a sus discípulos ideas únicas en algunas áreas de la vida que ellos aún no habían visto.

      Lo Milagroso entre lo Mundano

      Jesús partió para Caná de Galilea con muchos nuevos y curiosos hombres en su séquito. Con el toque de un experto discipulador, Jesús guió a sus aprendices en un mundo en el que ellos siempre habían vivido pero que nunca habían visto plenamente.

      El primer paso importante en su recorrido levantó las mentes de estos hombres a una provocativa nueva dimensión. Allí, dentro del festivo y rutinario ambiente de una ceremonia de boda, un milagro tuvo lugar (Juan 2:1-11). Por qué Jesús quiso exponer a estos hombres tan pronto a lo sobrenatural? Porque la gente necesitaba estar convencida de la presencia y el poder de Dios para agarrar la visión de su reino en esta tierra.

      Jesús quería estampar en estos hombres una órbita plena de realidades espirituales para que así ellos pudieran tomar una decisión inteligente acerca de seguirlo a Él. El viaje desde el desierto a Caná de Galilea proporcionó al menos un día pleno de discusiones entre Jesús y sus ingenuos novicios. Nunca subestime el valor de algunas horas en un automóvil, por ejemplo, con un joven cristiano lleno de preguntas. Como Robert Coleman dijo: “Nunca vaya a alguna parte solo; siempre lleve a alguien con usted.”

      Los discípulos esperaban que la gente de Israel reconociera unánimemente a Jesús como el Mesías, así como ellos lo habían hecho. Las visiones de animados desfiles en Jerusalén llenaban sus mentes. Por lo tanto, ellos no podían comprender por qué Jesús eligió una simple boda como la siguiente estación en su itinerario, pero Él le había prometido a su madre que iría.

      En Juan 2:3 vemos que lo inesperado sucedió. El vino se acabó. Sin vacilación, María le comentó el problema a Jesús. Ella confiaba en que su hijo, ejercitando su poder sobrenatural, podría manejar esta situación mundana y doméstica. La respuesta de Jesús es curiosa: “Mujer, ¿eso que tiene que ver conmigo?” En otras palabras, “¿por qué me molestas con esto?” María probablemente esperaba