Bill Hull

Jesucristo, el Hacedor de Discípulos


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Él llegó a ser tan famoso que los amantes del arte viajaban a través de toda la región para ver su obra. Con el tiempo, la plaza estaba tan llena de piezas de arte que algunas de ellas tuvieron que ser removidas. Un amigo pidió que le entregaran la escultura del centro, ya que era la menos popular de todas. El joven artista estuvo de acuerdo en que lucía fuera de lugar y ordenó removerla. Lo que una vez fue la pieza principal de su obra y su fuerza impulsora, se había vuelto obsoleta y sin importancia.

      Esto es lo que le había pasado a muchos de los líderes espirituales de Israel. El Atrio de los Gentiles, donde alguna vez los hombres de otras naciones pudieron venir a buscar a Dios, ahora se había vuelto un lugar para explotar las necesidades de los verdaderos adoradores. Aunque las mecánicas del ministerio están necesariamente ligadas al ministerio (sin ellas, muchos ministerios no serían efectivos), he conocido miembros fieles que conocían mucho mejor los estatutos de la iglesia que las Escrituras. Cristianos equivocados le dan una importancia poco común a quien está en control y tiene la autoridad. Ellos están más preocupados por su poder que por su responsabilidad. Esto es lo que sucede cuando las mecánicas se vuelven tan importantes como el ministerio en sí mismo. En el proceso, la verdadera esencia espiritual se pierde.

      Jesús estaba enojado porque los líderes espirituales de Israel, que habían sido llamados a ser luz en un mundo oscuro y apartado, estaban preocupados por sus propias necesidades. Como resultado, ellos sacrificaron la evangelización del mundo.

      Muchas iglesias a través de toda América, al igual que el liderazgo de Israel, han olvidado la razón por la que existe la iglesia. Las estadísticas sobre evangelismo indican que menos del 50% de las iglesias evangélicas de América tienen un programa de evangelismo organizado.2 Este es un hecho triste de la patología espiritual de la iglesia, la cual tenía el propósito de ser un organismo vivo de alcance para un mundo necesitado.

      Si le diéramos a Jesús una oportunidad, Él tomaría una vez más el látigo en su mano y arrasaría nuestras moradas religiosas, gritando: “Saquen esto de aquí, ese espíritu frío y calculador que está más preocupado por ser recto que por satisfacer necesidades, haciendo de las mecánicas del ministerio el ministerio mismo! Quítenlo todo! Limpien las mesas y empiecen de nuevo!”

      Muchas iglesias simplemente necesitan reorganizarse para que las prioridades bíblicas puedan ser cumplidas. La clave es sacar a los líderes más fuertes de sus aburridas funciones y del mantenimiento de la maquinaria de la iglesia a la libertad de ministrar directamente a la gente. Una estrategia así inevitablemente fortalece al Cuerpo de Cristo.

      Jesús reconoció y confrontó al enemigo allí en el Templo. Y, qué efecto tuvo esta limpieza del Templo en los discípulos? “Sus discípulos se acordaron de que está escrito: «El celo por tu casa me consumirá.»” (Juan 2:17). Estos hombres que se habían criado en hogares judíos, donde la Escritura era reverenciada, recordaron de su infancia las palabras del salmista (Salmo 69:9). Este acto de recordación, puede parecer de poca importancia al principio, pero representa parte de la dirección espiritual que Jesús quiso inculcar en estos hombres en esta exposición introductoria, la fase de “Vengan y Vean.” La Palabra de Dios obró en el espíritu de ellos para ayudarlos a juntar las piezas del rompecabezas mesiánico. Cada pieza que fue agregada al rompecabezas, obró en ellos, profundizando su convicción.

      Los líderes religiosos en el Templo le respondieron defensivamente a este disidente aparentemente presuntuoso e iletrado.

      "Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole:

      —¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera?

      —Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo."

      Juan 2:18-21

      Tal vez esta fue la primera oportunidad para que los discípulos observaran a Jesús librar la batalla con los cultos líderes de Israel. Ellos no ocultaron su curiosidad acerca de cómo Jesús enfrentaría a estos gigantes intelectuales. Para los discípulos siempre es importante que su líder espiritual pueda soportar el escrutinio de los oponentes.

      Los judíos cuestionaron allí en el Templo la autoridad de Jesús con la clase de evasiva lógica y típica de muchos líderes religiosos mundanos: "Con qué autoridad haces esto?" La respuesta del Maestro es tan profunda como invaluable, pero tan disparatada que los fariseos estaban preocupados: “Destruyan este templo, y lo levantaré de nuevo en tres días.” Ellos pensaron que Él estaba hablando de reconstruir el Templo de Herodes. Esto no sólo seguía pareciendo absurdo y violento, sino que Él también parecía estar algo perturbado. Pero como de costumbre, lo que Jesús tenía en mente era demasiado profundo para estas mentes estrechas.

      “Pero el templo al que se refería era su propio cuerpo.” (Juan 2:18-21). Aparentemente nadie entendía lo que Jesús quería decir excepto Él mismo. Pero el rompecabezas mesiánico finalmente se armaría pieza por pieza. El Señor le dijo a sus discípulos, “Pero el Espíritu Santo,… les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” (14:26). En efecto, después de que Jesús resucitó, sus discípulos recordaron lo que Él había dicho respecto a levantar el Templo en tres días (2:22).

      Jesús aprovechó cada situación como una oportunidad para enseñar a sus discípulos. La clase siempre estaba en sesión en el laboratorio de la vida. A este singular Maestro no le importaba sembrar conceptos antes de tiempo, aún si estos involucraban declaraciones disyuntas o al final dejaban mayores interrogantes que los originalmente planteados. Jesús no se enfocó en llenar el “tanque de almacenamiento” en el que se enfoca la educación del mundo Occidental y que consiste en acumular grandes cantidades de información en la mente de los estudiantes en un corto período de tiempo. Jesús prefirió plantar algunos conceptos básicos y luego alimentarlos a través de la experiencia.

      Consideremos la historia de un joven que deseaba convertirse en toda una autoridad sobre el jade. Él se acercó al experto local en jade y le preguntó acerca del aprendizaje. El maestro le dijo al muchacho que simplemente viniera al día siguiente a su casa y empezarían las lecciones.

      El joven llegó cumplidamente a sus lecciones diarias, pero él se sentía algo impaciente y confuso cuando todo lo que el maestro le ponía a hacer era sentarse por varias horas con un pedazo de jade en sus manos. Después de algunos meses y mucha frustración, el joven decidió preguntarle a su maestro cuándo empezaría realmente a aprender sobre el jade. El maestro simplemente respondió: “Regresa mañana.”

      A su llegada a la mañana siguiente, nada parecía ser diferente. El joven llegó a su lugar habitual y el maestro de jade tomó una piedra y la colocó en la mano del muchacho. Tan pronto como la piedra tocó su mano, el joven saltó, la dejó caer y gritó, “¡Esto no es jade!” Cómo lo sabía, si el maestro no le había hablado una palabra acerca del jade? El muchacho entendió lo que sólo un experto podía saber. A través de la experiencia, él había llegado a saber lo que ningún libro o texto le habría proporcionado.

      Esto no descarta los libros o textos. Jesús mismo usó un texto (el Antiguo Testamento) y lo expuso en términos comunes (el Sermón del Monte y las palabras en el Aposento Alto). Pero la afirmación del conocimiento sólo viene a través de la aplicación de la verdad traída a la por la experiencia. Jesús debe haber entendido bastante bien el viejo proverbio: “Escucho y me olvido; veo y recuerdo; hago y entiendo.”

      Mientras los discípulos se alejaban del Templo ese día, ellos iban aprendiendo empíricamente que había un enemigo que debía ser enfrentado y cuyo propósito era pervertir la verdad del plan redentor de Dios. Podemos ver al enemigo dondequiera que vayamos, incluso en un lugar de adoración.

      Mirando el Interior

      Los siguientes días en Jerusalén sirvieron como un caleidoscopio de inquietudes para los discípulos. La población que había llegado para la celebración en la ciudad santa le proporcionó a Jesús la variedad perfecta de necesidades humanas para demostrar su deseo y capacidad de ayudar a la gente. En este escenario, los