respecto a la situación: “Todavía no ha llegado mi hora,” es decir, “No estoy listo para revelar mi plena identidad al mundo en este momento.” Estas palabras se volverían comunes durante los próximos tres años. En varias ocasiones Jesús sintió el impulso de hacer ciertas cosas en alguna manera llamativa, pero Él comprendía que esas decisiones obstaculizarían su plan y propósito. Sin embargo, en esta ocasión Jesús demostró su flexibilidad y devoción a su madre. María fue persistente y Jesús hizo lo que ella pidió.
La flexibilidad en el ministerio es fundamental para el éxito. Los cambios y concesiones en puntos menores ayudan a desarrollar un vínculo común de mutua confianza entre colegas. Si la gente con la que trabajamos percibe que no somos sensibles a las necesidades que se levantan a nuestro alrededor, no querrán seguirnos ni dedicarse a una tarea común. Si somos un programa orientado en lugar de gente orientada, ellos se sentirán usados e innecesarios. Ellos no se verán a sí mismos como posibles ministros valiosos para el Cuerpo de Cristo, sino simplemente como otro proyecto.
Jesús procedió a hacer el milagro de convertir el agua en vino, un milagro que revelaba su poder único (Juan 2:11). Esta fue la primera de muchas señales que Jesús iba a hacer. La palabra señal en el libro de Juan está cargada de significado. Este evangelio se desarrolla en torno a las siete principales señales o milagros.1 Después de cada una de estas señales, el resultado fue la fe.
Jesús hizo estas señales para establecer una cierta porción de conocimiento y entrenamiento en la mente de los discípulos. Él no hizo milagros indiscriminadamente, sino que escogió las situaciones cuidadosamente, interpretando y enseñándoles a sus hombres el significado de cada uno. Él anduvo más entre gente enferma que sana, no porque Él no los sanara, sino porque no quería dejar una errónea impresión acerca de lo que finalmente importa. Él quiso que sus discípulos comprendieran que la liberación del corazón y del alma es más vital que la simple restauración física.
La señal del agua convertida en vino reveló la gloria de Jesús, influenciando a sus discípulos a depender de su fe en Él (Juan 2:11). Esta fue la primera exposición de ellos a lo sobrenatural, pero no hubo error en lo que sucedió y en quién fue el responsable.
Los líderes cristianos deberían tener una antena para el ministerio plenamente extendida, que utilizara situaciones ordinarias que le permitieran a Dios intervenir de manera sobrenatural, pues entonces la gente anhelaría más de lo mismo y crecerían en su compromiso. Los discípulos eventualmente deberían llegar a un punto de estar preparados para negarse a sí mismos cualquier cosa para estar involucrados en la más excitante empresa conocida por el espíritu humano.
Desafortunadamente, muchos de nosotros nos movemos a un ritmo desbocado. Vivimos en el “carril de alta velocidad,” yendo diariamente a toda prisa por las necesidades. Como dijo un crítico cáustico: “Jesús convirtió el agua en vino, en tanto que la iglesia ha convertido el vino en agua.” La gloria de Cristo ha sido seriamente diluida en nuestra experiencia y así la vida que nosotros reflejamos al mundo es espiritualmente nada atractiva.
Estos discípulos con sus bien cultivados corazones, ahora tenían semillas de lo sobrenatural germinando en sus almas, y, como muchos otros que han llegado después de ellos, nunca podrían detener las semillas, el retoño de su fe y su crecimiento. Como hojas de hierba abriéndose camino a través de las grietas a los lados de la vía, las semillas del pensamiento fueron madurando, cambiando contantemente la vida de estos hombres. Como discípulos comisionados a entrenar a otros, deberíamos exponer perpetuamente a la gente a lo sobrenatural, expandiendo así su fe y la nuestra. Necesitamos extender nuestras manos para aceptar los diarios desafíos que nos ponen en posiciones de nutrir y motivar a otros.
Identificando el Enemigo
Con frecuencia nos ayuda a comprender lo que deberíamos ser o deberíamos estar haciendo, ser expuestos primero a lo que no deberíamos estar haciendo. Cuando Jesús entró en Jerusalén en el año 27 d.C., para la primera de cuatro Pascuas consecutivas, Él demostró claramente esta enseñanza (Juan 2:13-22). Esta fue la primera de las dos principales confrontaciones que tuvieron lugar en el Templo. La segunda fue inmediatamente antes de su crucifixión, tres años después.
Algunos de los líderes religiosos de Israel habían adoptado una repugnante práctica en el Templo. Jesús se enfureció cuando caminaba por los atrios del Templo y vio a los cambistas de dinero vendiendo la parafernalia de los sacrificios a los cansados peregrinos que llegaban. Los sacerdotes pensaron que como las donaciones estaban llegando y Jerusalén incrementaba su población a casi un millón durante la Pascua, sería recomendable que los viajeros llegaran a negociar y abrirles su propio mercado en el Atrio de los Gentiles. Después de todo, a quién le preocupaban los gentiles? Ellos no eran importantes!
Y así estos hombres “religiosos” transformaron el Atrio de los Gentiles en un bazar, con establos para los animales y mesas para otros varios artículos. Sólo imaginémonos cómo lucía, olía y se oía. Qué perverso carnaval, con estos hombres en el Templo explotando las necesidades espirituales de la gente para su propio beneficio!
El Atrio de los Gentiles se suponía que debía ser usado para la oración y la meditación, y, especialmente para la evangelización de los Gentiles (Marcos 11:17). Qué feo espectáculo vio el Hijo de Dios! El alcance evangelístico del Templo había sido sacrificado en el altar del todopoderoso dinero! La codicia había consumido a muchos judíos. Ellos habían olvidado su verdadera razón de ser y se habían vuelto más interesados por sí mismos que por los perdidos.
Tal corrupción, por supuesto, no está limitada al primer siglo. Hay una propensión entre el hombre caído a estropear el diseño ordenado por Dios para su pueblo, que ha sido evidenciada a través del curso de la historia de la iglesia.
Los discípulos habían visto a Jesús reír, orar, expresar su profundo amor y hacer grandes milagros, pero aún no habían presenciado su ira santa. La perniciosa vida de la mujer en el pozo, la tímida hipocresía de Nicodemo, el adulterio de la mujer echada a sus pies, ninguno de estos pecados hizo que Jesús diera rienda suelta a su ira. El principal catalizador de su cólera fue la levadura de los fariseos. Esta levadura era su hipocresía, su explotación de la necesidad humana para el beneficio personal y su abuso de lo que era santo y sagrado. Y entonces Jesús agarró un látigo y gritó a los mercaderes de animales con una voz llena de santa tensión: “¡Saquen esto de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado?” (Juan 2:16). Y luego procedió a derribar el bazar.
Muchos religiosos tramposos y abusadores han infiltrado el Cuerpo de Cristo hoy. Interpretar esto como una advertencia contra la venta de boletas para la cena por las misiones es totalmente equivocado. Más bien es como una advertencia a no vender el pan de la comunión en el santuario.
Pero lo que nos ha sucedido en el siglo XXI es mucho más sutil. Satanás es demasiado listo para caer en el jingoísmo, ocupándose en un ataque frontal. En lugar de eso, él usaría una amenaza menor pero más efectiva, en la forma de un principio. El engañador obra a través de principios porque ellos superan la cultura y el tiempo. El mismo principio puede estar camuflado de tal manera que parece diferente de un momento a otro.
El principio empleado por el enemigo en el Atrio de los Gentiles fue la transformación de las mecánicas del ministerio en el ministerio mismo. A menudo vemos esta inclinación en líderes sinceros de la iglesia que encuentran una esencial importancia en llenar formas, votación de temas y determinar la apropiada aplicación de las normas. En tales casos, la administración de la iglesia se convierte en el estándar por el que se toman todas las decisiones. Desafortunadamente, gente buena se involucra totalmente en estos asuntos, olvidando la importancia del estudio de la Biblia, la oración y el evangelismo.
Una vez un joven escultor se enamoró profundamente de la mujer de sus sueños. Ellos estaban hechos el uno para el otro, tenían intereses similares, compartían valores y estaban de acuerdo en las prioridades de la vida. Una boda tuvo lugar y el matrimonio fue tan fresco y excitante como el noviazgo. Sin embargo, la tragedia sobrevino cuando se supo que la joven tenía una enfermedad incurable. Después de la muerte de su esposa, el artista quiso dedicar una obra de arte a su memoria e hizo una magnífica escultura para adornar