de producción existentes entran en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas. Lo cual significa que, a su crecimiento, estas hacen absolutamente innecesarias y, por tanto, sustituibles las antiguas relaciones de producción, las cuales deberán ser reemplazadas por otras nuevas en consecuencia con los requerimientos del desarrollo tecnológico, configurando un nuevo modo de producción.3
Así, la ciencia actual hace innecesaria económicamente la supervivencia del modo de producción esclavista: una sola máquina segadora, o cualquier otra, rinde tanto como doscientos y trescientos esclavos. Es en esta medida que el esclavismo es un estado superado. Pero no sólo intervienen factores económicos para argumentar que un modo de producción está superado; existen otros que se ven (como reflejo de los anteriores) en las legislaciones jurídicas o en la misma conciencia social, los cuales consideran que determinadas formas de relaciones de producción (el esclavismo, el feudalismo) no solamente son antieconómicas, sino socialmente inhumanas.4 Sin embargo, se puede concluir que un modo de producción clasista es transitorio en la medida en que es superable, e histórico en la medida en que es sustituible; por tanto, es un concepto específico que sólo tiene sentido en determinadas etapas del desarrollo humano. Por supuesto, aquí nos referimos únicamente a los modos de producción clasistas.
3. Modos de producción dominantes y subordinados
Si, como dijimos anteriormente, el concepto de modo de producción es abstracto e ideal, en la medida en que no refleja la situación concreta de un contexto social en el cual existen ya varios modos de producción, cabría, inicialmente, preguntarse ¿cómo se estructuran estos diversos modos?, ¿obedecen a una ley general? o ¿se agrupan anárquicamente?
Quizás sea más fácil y comprensible si se aborda este problema de la siguiente manera: cuando catalogamos a una sociedad o país como esclavista, capitalista, etc., en realidad estamos deduciendo esta categorización del modo de producción que, dentro de su estructura socioeconómica (cualitativa y cuantitativa), aparece como el principal y que tiene, por tanto, la peculiaridad de subordinar y dominar a los demás existentes, asignándoles así
su correspondiente rango [e] influencia. Es una iluminación en la que se bañan todos los colores y [que] modifican las particularidades de estas. Es como un éter particular que determina el paso específico de todas las formas de existencia que allí toman relieve. (Marx, 1971: 21)5
El todo social aparece entonces como un conjunto de partes (modos) profundamente interrelacionadas entre sí, en el cual el funcionamiento, lógica y desarrollo de los modos de producción subordinados están dados por el nexo y la forma que los une al modo de producción dominante, que, a su vez, imprime una racionalidad al sistema económico en correspondencia a sus intereses generales, constituyendo su presencia: “la ley general de las formaciones sociales o el verdadero y único criterio objetivo para la construcción de cualquier modelo de formación económica social” (Luporini, 1969: 29). De manera que los modos de producción no se agrupan ni conforman en forma anárquica ni independiente, por más de que esto sea en apariencia e ideológicamente irracional.
Por tanto, un modo de producción debe pertenecer necesariamente ya a la categoría de dominante (principal) o ya a la de dominado (secundario), pero esta no es una situación que se presente optativa, ya que no todos ellos pueden pertenecer indistintamente a uno u otro grupo.
Existen algunos modos de producción que intrínsecamente, por sus condiciones estructurales, son necesariamente dominados; modos de producción como el mercantil simple que, basado en la propiedad personal del productor sobre los medios de producción (el minifundio, los talleres artesanales): “es por naturaleza secundario debido a una razón simple: no es un sistema clasista, es decir, en su interior no surge una clase dominante que puede someter a la sociedad entera” (Bartra, 1976: 14). Esto se debe a la alta dispersión económica y política que presenta, impidiendo que esta clase social, sin alterar las condiciones del modo de producción, pueda convertirse en dominante. Se podría argüir que el capitalismo puede surgir del artesanado, pero esto sólo es posible a condición de la concentración en la propiedad, la secuencial destrucción de los talleres y el empleo de obreros asalariados, en cuyo caso se alteran las condiciones básicas del modo de producción que ya no es mercantil simple sino capitalista. (Por otro lado, no es este tampoco el camino de desarrollo histórico del capitalismo). Quizás, y por las mismas razones, pueda agregarse al modo de producción anterior el que caracteriza a las asociaciones primitivas (comunismo primitivo). Otros modos de producción, en cambio, son hegemónicos en determinadas etapas históricas, pero pueden aparecer como secundarios en otras, por ejemplo: el esclavismo dominante en Roma y subordinado en la época colonial en el Perú; idéntica situación ocurre con el feudalismo. Finalmente, existe un modo de producción (el capitalista) que intrínsecamente también tiende a convertirse en dominante, pero que a diferencia de los anteriores no puede coexistir con otros, sino que necesita, en la medida en que lo exige el desarrollo de sus fuerzas productivas y su acumulación, destruir a los demás extendiendo su dominación a toda la sociedad. “La generación –dice Samir Amin– de la forma de mercancía del producto da al Modo de Producción capitalista, un poder disgregador de los otros Modos de Producción con los cuales se enfrenta” (1973: 24).
4. El concepto de formación económica-social
El concepto de formación social tiene varias acepciones, según se incluya o no la superestructura en el concepto de modos de producción. Distinguiéndose entonces entre formación económica y formación social. Nosotros usaremos ambos términos indistintamente.
El hecho, como se ha mostrado anteriormente, de la presencia estructurada y simultánea de modos de producción hegemónicos y dominados dentro de una región o país explicita la idea de la no existencia de un modo de producción único dentro de ellos, ni la homogeneidad, por tanto, de las relaciones sociales de producción en su espacio económico-social.
Esta trama heterogénea, más o menos compleja, de varios modos de producción necesita pues una nueva conceptualización que nos permita investigar y formalizar este contexto, donde, por sus condiciones, se debe abandonar el aislamiento, pureza y homogeneidad que caracterizan el estudio y a la realidad de un modo de producción. Al descubrir esta nueva situación, que por ser concreta y real no podría ser aprendida con la abstracción y formalidad del concepto de modos de producción, surge una nueva categoría que es la de formación económica-social que, al decir de Nicos Poulantzas:
En la realidad sólo existe de hecho una formación social históricamente determinada, es decir, un todo social en el sentido más amplio, en un momento de su existencia concreta. La Francia de Luis Bonaparte, la Inglaterra de la revolución industrial […], una Formación Social presenta [es] una combinación particular, una imbricación específica de varios modos de producción puros […] la formación Social constituye por sí misma una unidad completa con predominio de cierto modo de producción sobre los otros que la componen. (1974a: 6)
Así entendida y definida una formación social –que supone, obviamente, al menos dos modos de producción–, implícitamente niega y desmitifica la idea del llamado dualismo estructural en cuya sustentación se pretende encontrar algunas de (o todas) las trabas para el desarrollo de los países dependientes, y la niega porque afirmar que la existencia de todos los sectores económicos de una región o país están indisolublemente unidos,6 salvo, por supuesto, los de aquellas regiones cuyo aislamiento geográfico es francamente visible, debido a que el papel que juega en ella los modos de producción dominados, como se dijo anteriormente, sólo pueden entenderse en referencia al dominante y al proceso de expansión y forma de mantenimiento del sistema que impone su funcionalidad. Este dominio es traducible en el funcionamiento de los mecanismos de reproducción de los sistemas económicos, ideológicos y políticos (Estado, cultura, moral, etc.), los cuales obran principalmente hacia el sostenimiento, reproducción y/o generalización del modo de producción hegemónico. Mas, en la medida que la articulación interna presenta una relación intermodos no antagónica entre este y alguno particular, cuya clase dominante mantenga una alianza explícita e implícita con la proveniente del modo de producción predominante, estos entran también a su servicio, aunque con menor intensidad.7 Más propiamente, este fenómeno se presenta casi