Natalia Silva Prada

Pasquines, cartas y enemigos


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de la historia en los primeros tiempos de la colonización neogranadina. Los libelos de vecinos nos acercan al mundo de los celos, la infidelidad, la venganza, la violencia doméstica contra mujeres e indios, la destrucción de la fama y un sinfín de pasiones que se agitaban entre los muros de los poblados recién nacidos como Santafé de Antioquia y Santafé de Bogotá.

      Con el séptimo capítulo iniciamos una reflexión particular de las diversas formas que asumió el lenguaje injurioso. Para estudiar el lenguaje visual injurioso este capítulo explora en un recorrido histórico las prácticas del fenómeno en Europa y en Hispanoamérica. Se centra, en particular, en cuatro casos paradigmáticos ocurridos en la segunda mitad del siglo XVI americano en los que se utilizan símbolos visuales denigratorios en iglesias, altares y pasquines. Los casos estudiados se apoyan en documentación muy selecta y de difícil ubicación. Su hallazgo nos permite explorar los significados de las imágenes en los que hubo apropiación de símbolos inquisitoriales —para tachar de judíos a los vecinos de los poblados— y las formas en que pudieron haberse difundido.

      El octavo capítulo trata tanto del lenguaje visual insultante como del auditivo. Como no eran prácticas escritas son más difíciles de historiar, pero en ocasiones se las encuentra vinculadas a expresiones escritas, lo cual proporciona nuevas posibilidades al conocimiento profundo del lenguaje injurioso. Se referencia el uso de cuernos, matracas o cencerros, cantaletas, apostillas, redomazos y sambenitos en la geografía americana y se estudia en particular un caso de uso de cuernos a partir de un proceso criminal de un suceso ocurrido en Santafé de Bogotá en 1563.

      El libro se cierra con un capítulo dedicado al estudio de una expresión extrema del lenguaje emocional, aquella que terminaba no solo en asesinato sino en muertes provocadas siguiendo rituales simbólicos que parecen aumentar el concepto de delito atroz del cual ya formaba parte, dentro de las clasificaciones de la época, el homicidio. Se estudian tres casos ocurridos respectivamente en Santafé de Bogotá y en Quito, el primero en la segunda mitad del siglo XVI y el segundo y tercero en los primeros años y mediados del siglo XVII. En dos de los tres casos existió un estrecho nexo entre la publicación de pasquines y los homicidios referidos.

      La historia cultural es una subdisciplina joven de la Historia y por lo tanto tiene aún enormes potencialidades de desarrollo. He escrito este libro consciente de la necesidad de impulsar el conocimiento más profundo de las formas de interacción humana en los siglos XVI y XVII del territorio americano en general y neogranadino en particular. De manera específica, la historia cultural del lenguaje es una perspectiva metodológica que busca articular y resignificar las palabras, acciones y emociones de individuos y colectivos anónimos que otras escuelas historiográficas han pasado por alto o que consideraban dichas palabras, acciones y emociones como constitutivas de un periodo en el que estas se explicaban como parte de conductas erráticas o de sistemas sociales y políticos caóticos y poco estructurados.

      Esta investigación es un aporte específico al estudio, conocimiento y contextualización de las expresiones, lugares y circunstancias en las que se manifestaba el lenguaje injurioso, y por lo tanto el conflicto, poniendo en evidencia un amplio conjunto de prácticas en las que estos se explicitaban, tales como los graffiti, los pasquines, las cartas y los homicidios, prácticas que a su vez constituyen fuentes históricas para desentrañar la enorme e impactante riqueza del lenguaje verbal, visual, simbólico e incluso auditivo. En este libro se sistematizan las diversas formas del lenguaje de humillación y se contextualiza desde un nuevo ángulo la importancia que las sociedades de la edad moderna concedían al honor y al prestigio. De manera paralela, el estudio reitera constantemente la existencia de una cultura política que tenía un lenguaje y unas expresiones que le eran propias.

      De la que François-Xavier Guerra llamó “política antigua”4 o del antiguo régimen yo derivo la expresión “cultura política antigua/tradicional”,5 la cual entiendo como el conjunto de discursos (escritos y verbales) y prácticas estratégicas (simbólicas y de representación) por los cuales se daba una participación en la vida política, tanto de los sectores cultos de la sociedad como de aquellos que no formaban parte de la esfera política formal. La aproximación a la historia de la cultura política permite estudiar y entender los mecanismos y significados de los reclamos y las formas de participación en la vida política. En mis investigaciones me centro, en particular, en las prácticas de disenso que revelan la existencia de una dinámica esfera pública en los siglos xvi y xvii,6 la cual defino como aquellos espacios nacidos de las tensiones sociopolíticas que generaban un ambiente de discusión en la vida local, regional e incluso imperial. En este estudio me remito en particular a mecanismos generadores de esa esfera pública, como eran los de la suplicación real —un instrumento legítimo— y a su expresión contraria e ilegítima, el uso de escrituras y manifestaciones simbólicas subversivas. François-Xavier Guerra en su texto “De la política antigua a la política moderna” no se refería aún al concepto ‘cultura política’, pero este es homólogo a lo que él consideraba ‘formas de acción’ política, las cuales operaban en la vida política ordinaria como parte del “juego de influencias y relaciones para obtener decisiones favorables o para obstaculizar las adversas”,7 que desencadenaban en una multiplicación de pleitos. A las formas ordinarias de acción política se sumaban las extraordinarias que aparecían en momentos de fuertes tensiones y que en calles y plazas se manifestaban en forma de rumores, pasquines, motines y revueltas.

      En las sociedades contemporáneas la injuria sigue siendo un delito de honor castigado con varios años de prisión y multas que pueden ascender a cientos de miles de dólares. Salvadas las diferencias jurídicas, sociales y políticas que median entre los siglos en este libro son estudiados, la defensa del honor es un derecho consagrado en el caso colombiano, en la Constitución Política de 1991. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos estipula que todas las personas tienen derecho a que se les respete su integridad física, psíquica y moral.8 No obstante, a la relatoría especial de la OEA le ha preocupado en fechas recientes la utilización de la figura de “delitos contra el honor” para justificar el desacato y el libre debate de las ideas que utilizan a su favor muchos funcionarios.9

      El crecimiento acelerado de las nuevas tecnologías de la comunicación, así como el impresionante incremento de las redes sociales de internet, ha facilitado nuevas formas de intercambio humano, pero también, ha permitido un crecimiento exponencial de expresiones como el insulto, la injuria y la calumnia.

      Los fenómenos que estudiaremos en este libro siguen muy vigentes. El uso del anonimato presente en las redes sociales es un fenómeno que podríamos homologar a la publicación de graffiti y pasquines en la era moderna. Lo paradójico del asunto es que las escrituras subversivas eran manifestaciones de una época en la que la libertad de expresión no existía aún y era duramente castigada y censurada. Las exhibiciones contemporáneas de agresión son, por el contrario, producto de una apertura desmesurada de las posibilidades de la comunicación y del crecimiento de la opinión pública. No obstante, con frecuencia se busca poner cortapisas al uso del anonimato, la creación de cuentas falsas e incluso la publicación de informaciones que puedan afectar a personajes de la alta esfera pública. Uno de los casos más recientes y estridentes ha sido el de la demanda por injuria agravada impuesta por la vicepresidenta de Colombia Martha Lucía Ramírez contra el periodista británico Jeremy McDermott quien publicó un informe en el que vinculaba una empresa familiar de la vicepresidenta con un presunto narcotraficante. Al final de julio de 2020 la denuncia penal fue retirada tras presiones del Comité Internacional para la Protección de los Periodistas y el llamado de atención de José Miguel Vivanco, director ejecutivo para las Américas de Human Rights Watch, en el que expresa que el honor de los funcionarios nunca debería protegerse por la vía penal.10 El reclamo del periodista investigativo y la declaración de la vicepresidenta en su cuenta de Twitter convergen en el respeto a la libertad periodística que es la razón que finalmente ha triunfado. Este desenlace nos muestra el abismo que separa a los siglos XVI y XVII del siglo xxi.

      En el orden práctico, el libro cuenta con tres apéndices pensados como instrumentos para usar de manera interactiva con el texto. El glosario, en particular, resulta útil para ayudar a puntualizar los significados exactos o más cercanos que tenían las palabras en los siglos XVI y XVII,