Natalia Silva Prada

Pasquines, cartas y enemigos


Скачать книгу

el resentimiento, la venganza y la solidaridad aparecen cuando cierto tipo de valores superiores y considerados sagrados y justos se ven afectados y llegan a intervenir en las decisiones políticas de los individuos, en sus alineaciones y lealtades y en las relaciones entre gobernantes y gobernados, especialmente en lo que respecta a la obediencia y al desacato. El estudio se centra en particular en la relación existente entre el reconocimiento —derivado del peso dado al honor y a la jerarquización social— y los sentimientos morales, analizando las consecuencias de la presencia o ausencia de reconocimiento, la cual podía causar gratitud, resentimiento o indignación dependiendo de la situación.82

      Sebastián de Covarrubias definía al sentimiento como el “acto de sentir”83 y algunas veces como “demostración de descontento”.84 Esta segunda definición podría venirnos bien a los objetivos inmediatos de nuestro estudio. También sería sensato dejarnos guiar por la idea de Monique Scheer de las “prácticas emocionales”, es decir, la comprensión de las emociones como prácticas, o los usos prácticos de las emociones en diversas situaciones sociales.85 Ella afirma que, si bien las emociones son parte de una gramática, no todos los seres dentro de un mismo grupo o sociedad se expresan de idéntica forma. Existe también la posibilidad de romper con los patrones culturales impuestos, es decir, con las reacciones esperadas frente a circunstancias y situaciones específicas.86

      Sobre estos aspectos trataremos concretamente en el capítulo 2 sobre los enemigos capitales y en el capítulo 9 sobre los crímenes de pasión, pero ellos emergen también de forma incisiva en las comunicaciones escritas a las altas autoridades y en cada uno de los procesos surgidos por la publicación de libelos que recorren todas las páginas de este libro. Las primeras investigaciones amplias87 sobre el último tema mencionado son de Henri D’Almeras (1907),88 Hector Fleischmann (1908)89 y Raoul Vèze (1911).90 En la década de 1940 aparecen otros trabajos como los del portugués Gastao Mello de Mattos (1946)91 y el del español José María Jover (1949).92 A mediados de las décadas de 1960 y 1970, los impulsores de la nueva historia social y de la nueva historia cultural se ocuparán en algún momento del estudio de escrituras dirigidas a influenciar a la opinión pública.93

      La historia cultural del lenguaje atañe a otra importante subdisciplina a la que concedemos de igual manera atención en este libro. Valga decir que haremos simultáneamente un ejercicio que se puede enmarcar en lo que hace ya cuatro décadas se ha dado en llamar historia de la cultura escrita y que tuvo entre sus primeros cultores al paleógrafo e historiador italiano Armando Petrucci. Antonio Castillo Gómez afirma en una de las más recientes obras sobre este tema que, aunque es un campo reconocible y reconocido en el que convergen los estudios sobre la lectura y sobre la escritura, este espacio de análisis ha recibido escasa atención en los diferentes espacios historiográficos hasta el año 2015. Esta disciplina estudia la escritura en el espacio social en donde se genera, distribuye y consume. Castillo Gómez, siguiendo a su impulsor más sobresaliente, el mencionado Petrucci, afirma que la historia de la cultura escrita es “una historia de la producción de las características formales y de los usos sociales de la escritura y de los testimonios escritos en una sociedad determinada”.94 A partir de estas pautas, en este libro se estudian también la producción, uso y difusión de escrituras marginales y de escrituras formales, atendiendo a las posibilidades que ellas permitían de generar espacios de creación de esferas de opinión pública y/o su papel en acciones reivindicativas. Los capítulos 3, 4 y 5 se enmarcan de manera específica en la reconstrucción de la historia de la cultura escrita y de la historia de la cultura política, la cual en el periodo estudiado privilegia, en el orden teórico, los conceptos de bien común, justicia y buen gobierno.95 En una dimensión práctica, los conflictos —base material de donde emerge el lenguaje de injuria— nos permiten entender las representaciones culturales de la política y en particular de la vida política.96 El conflicto, en sus varias dimensiones, es expresión a su vez de la capacidad humana o agency, la cual incluye también la acción lingüística.97

      El capítulo 3 estudia una vertiente de la cultura escrita, la de la comunicación formal epistolar y legítima entre los vasallos, el rey y el papa, mientras que los capítulos 4 y 5 hacen alusión a expresiones escritas subversivas, es decir, a aquellas que tomaban por asalto el espacio público destinado a usos oficiales. El graffiti y el pasquín se oponían a los edictos, ordenanzas, excomuniones, pregones y toda clase de comunicaciones que eran monopolio de las autoridades civiles y eclesiásticas. En estos tres capítulos daremos cuenta de unas pocas expresiones del inmenso universo escriturario de la edad moderna en el que la escritura se había vuelto cosa cotidiana y se entrelazaba con otras expresiones comunicativas como los “rumores, las coplas y los cantares”98 o los “teatros de imágenes” que “sirvieron para la propaganda y la retórica barrocas”.99 Las tipologías del escrito a las cuales me referiré en varios capítulos del libro, además de los mencionados, buscan individualizar a sus autores y entender las motivaciones que los llevaron a utilizar ciertos tipos de escritura dependiendo de circunstancias específicas como la necesidad de acusar abusos, defenderse o saldar cuentas. Este ejercicio nos permite hacer un pequeño aporte a los “usos sociales de la escritura”100 en la América española de los siglos xvi y xvii vinculados con el tema del conflicto político. Con esta perspectiva se busca trascender la idea de la escritura como un sistema gráfico, postura que habrían privilegiado en otro tiempo los estudios estructuralistas.101 En las cartas de los vasallos veremos la forma en que estos se apropiaban del formulismo retórico y lo modificaban dependiendo de sus propias necesidades, lo cual permite hacer explícitas las variantes de la comunicación en función de la específica posición social y política de quien hacía uso del mecanismo de la súplica a través de cartas, memoriales e informes.

      En el caso del uso del graffiti o de los pasquines mostraremos la existencia de una libertad comunicativa mayor que puede explicarse por el uso casi regular del anonimato. Podemos considerar el anonimato como una práctica política estrechamente vinculada a la cultura política de la época moderna y a la relación entre el poder político y el monopolio de la escritura. Este enfoque ayuda a complementar aquel que ha sido tradicionalmente más atendido por los historiadores del libro y de la lectura,102 quienes han centrado sobre todo la atención en los editores, lectores, redes de distribución y economía más que sobre la identificación de escrituras murales, sus anónimos autores y sus posibles intenciones al publicar en los espacios públicos.103 Ya Antonio Petrucci sostuvo a comienzos de la década de 1990 que esta subdisciplina de la historia llamada historia de la escritura debía convertirse en una historia de los actos de escritura, es decir, en la historia de las funciones, usos y prácticas relacionadas con lo escrito.104

      11 Las seis partes de este libro fueron publicadas entre 1549 y 1589. Existen diversas ediciones impresas en varias ciudades españolas y en Amberes.

      12 El frecuente uso de la sinonimia en la obra de Dueñas es estudiado por José Luis Herrero Ingelmo. Véase Herrero Ingelmo, “‘La ‘amplificatio verborum’. Sinonimia y traducción de un texto renacentista, ‘El espejo del pecador’ (1553), de fray Juan de Dueñas”. En Lingüística para el siglo XXI: III Congreso organizado por el Departamento de Lengua Española, coordinado por Jesús Fernández González et ál., 913-918 (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1999).

      13