Fradkin, quien me puso en conocimiento de la existencia de ese notable y hermoso acervo. Por último, a mis compañeros Silvia Aguilera y Paulo Slachevsky, de LOM Ediciones, cuyo infatigable entusiasmo, infinita paciencia, pero también exigente crítica, permitieron que este proyecto arribara finalmente a puerto, tras una travesía tal vez demasiado larga.
Ve así la luz esta biografía histórica de Luis Emilio Recabarren, fundador y símbolo de un movimiento obrero cuyas reivindicaciones, luchas y tragedias ocuparon buena parte de esa suerte de “siglo xx corto” chileno inaugurado con las movilizaciones y matanzas del 1900 y concluido con la experiencia de la Unidad Popular, en no poca medida heredera natural del proyecto recabarrenista. Porque fue esa impronta, a caballo entre lo político y lo social, entre la institucionalidad y la ruptura, la que, para bien o para mal, caracterizó tanto la obra de nuestro biografiado como la apuesta política finalmente encarnada en Salvador Allende y en la “vía chilena al socialismo”. De esta forma, a cien años de la fundación del Partido Obrero Socialista, y a cuarenta del golpe de Estado que sepultó esa experiencia y reorientó los destinos nacionales por sendas diametralmente opuestas a las imaginadas por Recabarren, bien vale la pena volver a recordar a este personaje a la vez tan único y tan nuestro. Vaya pues este merecido y sentido homenaje a la memoria de quien, en tiempos tan “fácticos” como los actuales, se atrevió a soñar –valga la paradoja– con una utopía que a él siempre le pareció perfectamente realizable. Y más que a soñar, a consagrarle todas sus energías, sus pensamientos y su vida. A convertirse, como tantas veces lo llamaron en su tiempo, con ironía o admiración, en un verdadero apóstol de la Causa.
1 Aparte de la obra ya citada de Fernando Alegría, y en orden de aparición cronológica, estas son las siguientes: Julio César Jobet, Recabarren y los orígenes del movimiento obrero y del socialismo chileno (Santiago: Prensa Latinoamericana, 1971); Alejandro Witker Velásquez, Los trabajos y los días de Recabarren (La Habana: Nuestro Tiempo, 1977); Iván Ljubetic V., Don Reca (Santiago: ICAL, 1992); Miguel Silva, Recabarren y el socialismo (Santiago: Taller Artes Gráficas Apus, 1992).
2 Jaime Massardo, Luis Emilio Recabarren (Santiago: Editorial USACH, 2009).
3 Gonzalo Vial Correa, Historia de Chile (1891-1973), vols. I-III (Santiago: Santillana, 1981-1996); Peter de Shazo, Urban Workers and Labor Unions in Chile, 1902-1927 (Madison: University of Wisconsin Press, 1983); hay traducción castellana, con el nombre de Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile, 1902-1927 (Santiago: DIBAM, 2007).
4 Sergio Grez Toso, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de ‘la Idea’ en Chile, 1893-1915 (Santiago: LOM Ediciones, 2007) e Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924) (Santiago: LOM: 2011); Julio Pinto Vallejos, Desgarros y utopías en la pampa salitrera (Santiago: LOM Ediciones, 2007); Julio Pinto y Verónica Valdivia, ¿Revolución proletaria o “querida chusma”? Socialismo y alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932) (Santiago: LOM Ediciones, 2001).
5 Rolando Álvarez Vallejos, Arriba los pobres del mundo. Cultura e identidad política del Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura, 1965-1990 (Santiago: LOM Ediciones, 2011), especialmente el capítulo 2; ver también su artículo “La herencia de Recabarren en el Partido Comunista de Chile: los casos de Orlando Millas y Salvador Barra Woll”, en 1912-2012. El siglo de los comunistas chilenos, ed. Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolando Álvarez (Santiago: IDEA/USACH, 2012).
6 Solo a modo de ejemplo, pueden citarse en esta lista estudios como los de Eduardo Devés, La visión de mundo del Movimiento Mancomunal en el norte salitrero: 1901-1907 (Santiago: CLACSO, 1981); y “La cultura obrera ilustrada chilena y algunas ideas en torno al sentido de nuestro quehacer historiográfico”, Mapocho, núm. 30 (Santiago: DIBAM, 1991); Augusto Varas, “Ideal socialista y teoría marxista en Chile: Recabarren y el Komintern”, en El Partido Comunista en Chile, ed. Augusto Varas (Santiago: CESOC/FLACSO, 1988); Gabriel Salazar, “Luis Emilio Recabarren y el municipio en Chile (1900-1925)”, Revista de Sociología, núm. 9 (1994); Manuel Loyola, La felicidad y la política en Luis Emilio Recabarren. Ensayo de interpretación de su pensamiento (Santiago: Ariadna, 2007). Otros estudios de esta índole irán citándose a lo largo de esta obra.
7 (Santiago: LOM Ediciones, 2008).
8 Los primeros han sido publicados en diversas compilaciones, tales como las Obras Selectas reunidas por Julio César Jobet, Jorge Barría y Luis Vitale (Santiago: Quimantú, 1971); y El pensamiento de Luis Emilio Recabarren, 2 tomos, ed. Ximena Cruzat y Eduardo Devés (Santiago: Austral, 1971). Un número muy importante de los segundos en Recabarren. Escritos de prensa, 4 vols., ed. Ximena Cruzat y Eduardo Devés (Santiago: Nuestra América, 1985-1987).
Capítulo 1 El despertar del militante
Sobre los primeros años de Recabarren no se sabe prácticamente nada. A diferencia de su discípulo y compañero de militancia Elías Lafferte, quien dejó un registro autobiográfico bastante pormenorizado9, el fundador del socialismo chileno, que tantos discursos pronunció y tantos textos escribió, era muy poco dado a hablar o escribir sobre sí mismo (aunque según algunas referencias llevaba un diario de vida, hoy extraviado10). En esas circunstancias, sus primeros veinte años de vida han podido reconstruirse muy precariamente a partir de retazos extraídos de sus propios escritos, de una entrevista realizada a sus hermanas durante la década de 1950 por la investigadora estadounidense Fanny Simon11, y de una breve nota (tres páginas) redactada por el periodista obrero Osvaldo López en la primera edición de su Diccionario Biográfico Obrero (Concepción, 1910). López conoció a Recabarren personalmente en 1897, cuando tenía apenas veintiún años y les tocó coincidir en la redacción del periódico El Demócrata de Santiago. Ante la ausencia de fuentes alternativas de equivalente confiabilidad, o de confiabilidad alguna, los dichos de Osvaldo López se han constituido en una suerte de referencia obligada para todos los que se han ocupado posteriormente del tema.
Según dicha reseña biográfica, Recabarren habría nacido en Santiago en julio de 1876, tres años antes del estallido de la Guerra del Pacífico. Su padre, José Agustín Recabarren, es identificado por López como “empleado”, pero autores posteriores, al parecer siguiendo al escritor José Santos González Vera, lo clasifican junto a su esposa Juana Rosa Serrano como “pequeños comerciantes”, situando su residencia en Valparaíso12. Lo propio afirma Fanny Simon, quien los cataloga como “gente decente” y los ubica en la “baja clase media” porteña, agregando que su padre alcanzó a realizar estudios médicos antes de contraer matrimonio13. Cualquiera sea la versión correcta, es interesante constatar que la familia de Recabarren, sin ser precisamente adinerada, tampoco era de neta raigambre popular. Ello explica la posibilidad que tuvo el pequeño Luis Emilio de adquirir un grado significativo de instrucción formal, factor seguramente determinante en su posterior apego a la cultura escrita y al espíritu “ilustrado” en general.
Según su biógrafo Osvaldo López, sus escuelas fueron las de Santo Tomás de Aquino y La Campana, en Santiago, y la de San Vicente de Paul en Valparaíso, todas ligadas, por decisión de sus padres, a una Iglesia Católica que posteriormente sería blanco de algunos de los más fieros ataques de su pupilo. Según otro de sus biógrafos, Alejandro Witker, habría sido en la primera de las instituciones nombradas, ligada a los Padres Salesianos, donde Recabarren aprendió el oficio de tipógrafo, pero esa referencia no aparece corroborada en otras fuentes14. Osvaldo López, inclinándose por una formación más práctica, lo hace ingresar a los once años como aprendiz a un taller de encuadernación, para desempeñarse posteriormente como tipógrafo en diversas imprentas, incluyendo la de El Mercurio en Valparaíso. Probablemente basada en testimonios orales brindados por sus hermanas, Fanny Simon atribuye este temprano ingreso al mundo laboral al abandono de la familia por parte del padre, lo que habría deteriorado sustantivamente su condición material15. Fue el ejercicio de la profesión tipográfica, abrazada a tan temprana edad, lo que finalmente encasilló a