Alberto Alexis Martínez

Vidas - Relatos y emociones


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le dice que no lo sabe pero que va a ver con la dueña del local, tras lo cual, aparece del fondo de la tienda una joven que le dejó mudo.

      Si bien ahora tenía el pelo más corto, lo cual le daba una imagen bastante más juvenil, en mucho se parecía a la joven de la foto... Ella le atendió con gran amabilidad, por lo cual, viendo que el parecía ser un marino, le aplicó todo lo que tenía como argumentos de venta al hablarle sobre la maqueta del barco.

      Mat, escucha a la chica y mira al barco, hasta que interrumpe y dice:

      —En efecto, es una muy buena réplica del Albion One, un barco que tiene un gemelo el Albion Two, es que yo conocí a uno de los capitanes que tuvo esa nave… Pero en realidad, yo vine por otra cosa señora… —Y entonces saca de su saco un antiguo reloj de bolsillo con su tapa de oro y su cadena, y se lo muestra, ella decepcionada porque pensó que iba a vender la maqueta del barco, pero en cambio, le salen ofreciendo para venderle a ella reloj, esto le cayó como un balde de agua fría en la cabeza.

      —No señor, es que ahora no estamos comprando nada —dijo la joven sin siquiera mirar el reloj.

      —Entiendo —dice Mat— Pero este reloj no está a la vente, insisto en que lo vea, solo deseo que usted lo mire detenidamente y me diga cuál puede ser su valor aproximado, ¿Podría hacerme ese favor? —dice Mat amablemente.

      La joven, sin disimular que estaba algo enfadada, entonces toma el reloj y se dirige hasta el mostrador donde lo coloca sobre una mesa cubierta con un fieltro aterciopelado para no dañar joyas caras, lo mira, abre su tapa que tenía una pequeña inscripción y el nombre de su dueño, lo observa detenidamente y sin decir palabra, no puede contener un llanto espontáneo que le brota naturalmente al tiempo que pregunta:

      —¿Qué es esto?, ¿dónde usted lo consiguió?

      Mat saca entonces de su agenda la foto de ella con Sandy y le pregunta:

      —Dígame, ¿es usted Ethel Lampbert no es cierto?

      Ella suspira y observando la foto, dice:

      —Sí, yo soy Ethel Lampbert...

      —Bien... entonces preciso hablar contigo, ¿podemos sentarnos en algún lugar tranquilo?

      —Sí, seguro —responde ella, y lo hace pasar a una pequeña sala que tiene como escritorio donde ambos se sientan y él comienza:

      —Bien, le explicaré porqué estoy aquí... Mi nombre es Mat Borg, soy Oficial de la Marina Mercante... Los últimos tres años fui el Segundo Oficial a bordo de un Barco bajo el mando de un Capitán que me enseñó mucho y que me hizo crecer profesionalmente, por lo cual, yo le tenía mucho aprecio y teníamos una excelente relación, era como un padre para mí, ese hombre era el Capitán Lampbert, es decir, era su padre...

      Ella se emociona, y tras un momento, él continúa:

      —De noche en el Puente del Barco mientras navegábamos, él por lo general se ponía a charlar conmigo, hablábamos de historias de mar, de nuestras vidas, e incluso de nuestras familias... Un día, él me contó que su esposa, o sea tu madre, siempre estaba disconforme, que ella se irritaba por todo, y que finalmente, al regresar de un viaje de casi dos meses, volvió a casa y estaba vacía, no había nada ni nadie, dijo que tú tenías unos once años en ese entonces...

      —Sí, es cierto” —afirma Ethel— Yo adoraba a mi padre, él era muy cariñoso conmigo, siempre me traía regalos, pero a los once años mi madre me dijo que papá nos había abandonado, así que vendió todo y me llevó con ella, por lo que vivimos en diferentes lugares...

      Mat entonces continúa:

      —Según me dijo, el Capitán, estando en el puerto en Nueva York un día que bajó a tierra, casualmente se encontró con una vieja amiga de la familia, la madre de Sandy, esta le dijo que su hija estaba en la Universidad en Tucson y que un día te había encontrado, así que le prometió enviarle más información a tu padre... Un tiempo después, tu padre recibió una carta con esta foto, desde entonces, era todo lo que él tenía de ti y lo lamentaba...”

      —Entonces él nunca nos abandonó –indaga Ethel.

      —No, él nunca las abandonó, es más, aun así, él amaba a tu madre… El caso es que, hace tres meses, un día de fuerte tempestad en el mar, tu padre cayó desde una escotilla y las lesiones que recibió fueron de extrema gravedad. Le recogimos y llevamos a la enfermería, pero el médico en medio de esa conmoción donde todo volaba por los aires y sin mayores recursos quirúrgicos, nada pudo hacer... Yo le acompañé hasta sus últimos momentos, cuando él, aún con plena conciencia, me entregó este reloj y me pidió que le prometiera que te lo haría llegar a ti... Así es que aquí estoy, cumpliendo con la promesa que le hice a mi viejo Capitán Lampbert, un hombre que murió pensando en esa amada hija que eres tú.

      Llorando, Ethel colocó aquel reloj contra su pecho, diciendo:

      —“Recuerdo que de niña yo le solía dar cuerda mientras mi padre me sentaba en su falda y me contaba alguno de sus cuentos de marinos... Mi madre me mintió cuando fue ella quien lo abandonó, yo estaba engañada y por eso nunca le busqué.

      —Bien, nunca olvides a tu padre, él fue un hombre bueno, honesto y excelente comandante... Por cierto, la maqueta que tienes ahí del Albion One, nunca la vendas, porque es la del gemelo al Albion Two, que fue el primer barco que comandó tu padre... —finalizó Mat.

      Cumplida ya su misión, Mat se despidió de Ethel y ella le respondió:

      —Le prometo Mat, que jamás olvidaré a mi padre, y tampoco a usted por haberme traído la verdad a mi vida junto a este recuerdo tan valioso... Le agradezco el esfuerzo que ha hecho para cumplir con su promesa a mi padre.

      Conforme, Mat se retiró y volvió a su hábitat natural, que era su barco y el mar.

      09. LOS RETRATOS DE HELEN

      Helen era una de las niñas ricas de la clase, ella, además de ser linda era hija de un prestigioso médico de la ciudad cuya familia gozaba de buena fortuna cuando ella tenía 15 años, aunque frecuentaba la Secundaria Local en aquella localidad de Sarasota en Florida.

      Todos la respetaban, porque sabían que su padre era un hombre muy estricto, un individuo religioso, de mucho carácter que no aceptaba que nadie se acercara a su hija y ella era muy respetuosa de las imposiciones de su padre, así que no era juego fácil y todos lo sabían.

      Al mismo tiempo, en la clase estaba Juan, un chico de 17 años, origen latino y relativamente pobre, además de ser muy tímido y retraído para hablar con las mujeres, razón por la cual, él sabía que no existía ninguna posibilidad de aproximarse a aquella chica a la cual él admiraba y soñaba con tenerla un día en sus brazos, aun sabiendo que en definitiva era un amor prohibido de adolescente, pero que eso no le prohibía de soñar con ella.

      Por lo general, él siempre llevaba junto con sus libros una carpeta de dibujo que, como casi no tenía amigos, nadie sabía ni se interesaba por lo que guardaba en ella.

      Juan se sentaba al fondo, y no dejaba de mirar disimuladamente a su admirada Helen, hasta que un día ella percibió que él disimuladamente la miraba tratando de ocultar su interés por ella. Helen era muy simpática, pero un simple “hola” para ella era un saludo suficiente para cualquier chico, así que a nadie le negaba el saludo, incluso a Juan, aunque percibía que, por su timidez, Juan se ruborizaba cuando ella lo miraba y aun cayéndole simpático por su inhibición, a ella no le parecía desagradable, pero tenía el problema de ser latino y pobre, razones suficientes para no pensar en él.

      Un día, durante el recreo de quince minutos que tenían a medio turno, Juan fue a la cafetería a tomar algo y en ese momento, Helen percibió que había dejado el dinero en su cartera, así que volvió al salón de clase y una vez adentro, curiosa como toda mujer, al no haber nadie, fue hasta el pupitre donde se sentaba Juan y abrió su misteriosa carpeta, para su sorpresa, lo que tenía eran dibujos hechos a mano, pero lo más impactante es que eran dibujos de ella misma vista de diferentes ángulos, en diferentes