Iñaki Fernández Redondo

El fascismo vasco y la construcción del régimen franquista


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liberales que se le planteaban cuanto en la búsqueda de alternativas y planteamientos radicalmente nuevos que pudiesen poner fin a la sensación de anomia que entendían desprendía el momento que estaban viviendo. Para ello recurrieron al pasado, sí, pero a un pasado remoto y en buena medida construido por ellos mismos a partir de sus propias inquietudes y preferencias. De esta manera, pretendían reinstaurar una perdida mítica época dorada mediante la recuperación de los principios que consideraban la habían posibilitado. Estos valores, que ellos asociaban a la tradición grecolatina y de manera más concreta a la civilización romana, formaban parte en algunos casos de la tradición intelectual occidental, como el de jerarquía o el de autoridad, pero en otros eran elementos novedosos, como el irracionalismo, el vitalismo o el voluntarismo. Pero el elemento diferenciador más importante es que en esta búsqueda de respuestas a los desafíos planteados por la Modernidad emprendieron un camino que condujo al definitivo trasvase de trascendencia desde las esferas de la divinidad a la nación, convirtiéndola en objeto de su religión política secular de la misma manera que había ocurrido y estaba ocurriendo en otros lugares de Europa (Gentile, 2007).

      En cualquier caso, como ya hemos mencionado, esta experiencia debemos situarla en el terreno de los antecedentes puesto que está comprendida en las dos primeras décadas del siglo XX. A un nivel estrictamente organizativo, el primero de los grupos al que hemos de hacer referencia, es el del fascistizado PNE. Como ya ha señalado Julio Gil Pecharromán (2000: 127), el PNE no fue legalizado en Bilbao hasta julio de 1932 pero ya funcionaba con anterioridad camuflado bajo el nombre de la sociedad deportiva Laurak-Bat para escapar de la persecución gubernativa. Vinculado a las clases preeminentes bilbaínas y al monarquismo alfonsino más conservador, el PNE nunca dejó de ser un grupo marginal y con nula presencia más allá de los ambientes oligárquicos vizcaínos. Su nicho preferente de implantación y reclutamiento fue copado por FE tras su aparición, siendo los falangistas provenientes del PNE una parte significativa del partido joseantoniano en Bilbao y Guecho. Este fenómeno, que ya hemos visto en Álava, no fue algo privativo del caso vasco sino que ya ha sido puesto de relieve a nivel nacional (Thomàs, 1999: 40).

      La fundación de Falange Española se produjo en Bilbao a finales de 1933, tras el acto fundacional del Teatro de La Comedia madrileño. En su aparición jugaron un papel destacado algunos jóvenes miembros de las familias más renombradas de la alta sociedad bilbaína, como es el caso de Vicente y José María Ybarra Bergé o de Ramón y Juan Antonio Ybarra Villabaso (Ybarra, 1941: 15). Patxo Unzueta (1990: 73-96) también abunda brevemente en esta cuestión en su pequeño y evocador Bilbao. La vida de FE en Bilbao fue muy limitada hasta su fusión con las JONS en febrero de 1934, como parece indicar la ausencia de referencias a la misma con anterioridad a ese momento. De hecho, ante la superioridad organizativa jonsista será Felipe Sanz Paracuellos, el líder de las JONS bilbaínas, el que ocupará la Jefatura Provincial de FE y de las JONS tras la fusión de ambas organizaciones, y esta situación de un antiguo jonsista al frente del partido fascista unificado se reeditaría con la jefatura de Alberto Cobos en 1935.

      Por su parte, Guipúzcoa es la provincia en la que las referencias a grupos fascistas organizados son más tardías. No hemos localizado indicios coherentes de la existencia de las JONS, y los primeros comentarios consistentes de una actividad falangista organizada datan de 1934. A pesar de ello, existen indicios fragmentarios que apuntan a que FE funcionaba ya en Guipúzcoa a finales de 1933 tras su fundación a nivel nacional (Loyarte, 1944: 313-314; Ledesma Ramos, 1968: 182). El núcleo fundador de FE estaba articulado en torno al arquitecto donostiarra José Manuel Aizpurúa, jefe provincial, jefe nacional de prensa y propaganda, consejero nacional y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera. La Falange guipuzcoana tuvo un componente intelectual del que carecieron sus homólogas alavesa y vizcaína. Se encontraba íntimamente relacionada con la sociedad artísticocultural GU, punto focal del momento de renovación artística y cultural que estaba experimentando San Sebastián. En ella colaboraban destacados elementos de la escena artística de la ciudad, como el propio Aizpurúa, el pintor y el compositor, también falangistas, Juan Cabanas y Juan Tellería, el pintor Jesús Olasagasti, o el arquitecto y pintor Eduardo Lagarde. En sus locales se acercaron las corrientes intelectuales y artísticas de la vanguardia europea a San Sebastián con conferencias y recitales de personalidades como Federico García Lorca, Max Aub, Pablo Picasso o Ernesto Giménez Caballero. La senda que condujo a parte de este núcleo falangista se interrelacionaba estrechamente con la búsqueda de nuevos vocabularios y planteamientos artísticos adecuados para expresar la potencialidad de la nueva sociedad, del nuevo tiempo que estaba naciendo. En este sentido, la radicalidad de los planteamientos palingenésicos fascistas y la estrecha interrelación que planteaba entre estética y política resultaron sumamente atractivos para estos jóvenes que encontraron en el fascismo el nuevo vocabulario político con el que escribir la época de renacimiento y creación que ya estaba alboreando.