Laura Emilia Pacheco

El infinito naufragio


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perdido.

      Mi punzante estribillo es nunca más.

      Y sin embargo amo este cambio perpetuo,

      este variar segundo tras segundo,

      porque sin él lo que llamamos vida

      sería de piedra.

      LOS HEREDEROS

      Mira a los pobres de este mundo. Admira

      su infinita paciencia.

      Con qué maestría han rodeado todo.

      Con cuánta fuerza miden el despojo.

      Con qué certeza

      saben que estás perdido:

      tarde o temprano

      ellos en masa heredarán la tierra.

      MAR ETERNO

      Digamos que no tiene comienzo el mar:

      empieza en donde lo hallas por vez primera

      y te sale al encuentro por todas partes.

      IRÁS Y NO VOLVERÁS

      Sitio de aquellos cuentos infantiles,

      eres la tierra entera.

      A todas partes

      vamos a no volver.

      Estamos por vez última

      en dondequiera.

      OTRO HOMENAJE A LA CURSILERÍA

       Dear, dear!

       Life’s exactly what it looks,

       Love may triumph in the books,

       Not here.

      W. H. AUDEN

      Me preguntas por qué de aquellas tardes

      en que inventamos el amor no queda

      un solo testimonio, un triste verso.

      (Fue en otro mundo: allí la primavera

      lo devoraba todo con su lumbre.)

      Y la única respuesta es que no quiero

      profanar el amor invulnerable

      con oblicuas palabras, con ceniza

      de aquella plenitud, de aquella lumbre.

       “BIRDS IN THE NIGHT” (Vallejo y Cernuda se encuentran en Lima)

      Al partir de las aguas peruanas la anchoveta ha puesto en crisis a la industria pesquera y ha provocado en las ciudades del litoral la invasión de las hambrientas aves marinas.

      Excélsior, 1972

      Toda la noche oigo el rumor alado desplomándose

      y, como en un poema de Cisneros,

      albatros, cormoranes y pelícanos

      se mueren de hambre en pleno centro de Lima,

      baudelaireanamente son vejados.

      Aquí por estas calles de miseria

      (tan semejante a México)

      César Vallejo anduvo, fornicó, deliró

      y escribió algunos versos.

      Ahora sí lo imitan, lo veneran

      y es “un orgullo para el continente”.

      En vida lo patearon, lo escupieron,

      lo mataron de hambre y de tristeza.

      Dijo Cernuda que ningún país

      ha soportado a sus poetas vivos.

      Pero está bien así:

      ¿No es peor destino

      ser el Poeta Nacional

      a quien saludan todos en la calle?

      Islas a la deriva

      HORAS ALTAS

      En esta hora fugaz

      hoy no es ayer

      y aún parece muy lejos la mañana.

      Hay un azoro múltiple,

      extrañeza

      de estar aquí, de ser

      en un ahora tan feroz

      que ni siquiera tiene fecha.

      ¿Son las últimas horas de este ayer

      o el instante en que se abre otro mañana?

      Se me ha perdido el mundo

      y no sé cuándo

      comienza el tiempo de empezar de nuevo.

      Vamos a ciegas en la oscuridad,

      caminamos sin rumbo por el fuego.

      TULUM

      Si este silencio hablara

      sus palabras se harían de piedra.

      Si esta piedra tuviera movimiento

      sería mar.

      Si estas olas no fuesen prisioneras

      serían piedras

      en el observatorio,

      serían hojas

      convertidas en llamas circulares.

      De algún sol en tinieblas

      baja la luz a este fragmento de un planeta muerto.

      Aquí todo lo vivo es extranjero

      y toda reverencia profanación

      y sacrilegio todo comentario.

      Porque el aire es sagrado como la muerte,

      como el dios

      que veneran los muertos en esta ausencia.

      Y la hierba se arraiga y permanece

      en la piedra comida por el sol

      —centro del tiempo, abismo de los tiempos,

       fuego en el que ofrendamos nuestro tiempo,

      Tulum se yergue frente al sol. Es el sol

      en otro ordenamiento planetario. Es núcleo

      del universo que fundó la piedra.

      Y circula su sombra por el mar.

      La sombra que va y vuelve

      hasta mudarse en piedra.

      LA SECTA DEL BIEN

      Era tan sólo un párroco de aldea,

      criollo o tal vez mestizo, que de repente

      abrió los ojos al horror del mundo,

      vio la pena infinita, el sufrimiento

      en la tierra, en las aguas, en el aire.

      Y le dijo a otro párroco que Dios

      no era responsable de todo esto:

      El mundo cayó en manos del demonio

      y el gran usurpador al que venera

      la ceguedad cristiana

      tiene al único Dios en el infierno.

      El cura que escuchó la confesión

      escribió al Santo Oficio. El denunciado

      ardió en la leña verde, fue a reunirse

      con su Dios —que es amor— en el infierno.

      MÉXICO: