¡Qué tontería y qué divertido todo! ¡Qué bien entra el vino blanco y qué guapos son los chicos!, ¡qué dulce esta borrachera que te suelta la lengua al fin!, ¡si hasta pareces entender las bromas que te gasta el chico de al lado en su francés de acento imposible pero que tiene una pluma tan graciosa!, ¡tan chispeante! Pero, ¡atención!, ¡en el escenario el travesti ejecuta su metamorfosis descocada, arrojando la peluca platino para revelar un cabello sintético, rubio y largo!, y mirad, ¡al desabotonarse la blazer le ha nacido un vestido dorado que se desparrama hasta el mismo suelo!
¿Es que no lo ves, Álex? El público enloquecido lo ha entendido todo, ¡ya no estáis en Germania anno zero, sino de vuelta en París!, aunque tú no puedes recordarlo porque aún no has nacido, porque son los primeros ochentas...
...Moi je veux mourir sur scène Devant les projecteurs Oui je veux mourir sur scène...
Oli enloquece chillando ¡Dalida! ¡Dalida! y alguien te sirve una tercera –tal vez cuarta, quizá quinta– copa de vino justo cuando caes en la cuenta de que Erhan se ha sentado a tu lado y te anima a unirte al coro que ya se pone en pie para cantar al compás de...
...Salma ya salama,
Je te salue ya salama
Salma ya salama
Je reviendrai bessalama...
Le preguntas si sabe lo que significa la letra, pero te responde que él es turco, no árabe, y enrojeces de vergüenza, pero Erhan no parece molesto ni ofendido y brinda su copa con la tuya con una risotada que de alguna forma rompe el hielo entre vosotros y al poco le estás contando qué te ha traído a la ciudad y vuestro plan para descubrir el tout Paris y de pronto su brazo recio te abraza por la cintura animándote a bailar, y tú te dejas, por supuesto, porque te gusta el olor de su perfume y cómo su camisa blanca, al pegársele al cuerpo por efecto del sudor, transparenta algo del abundante vello, muy negro, que le cubre el pecho, lo cual te resulta de lo más varonil.
Tú también sudas, pero ¿qué más da? ¡Si la música es tan buena! Y sobre el escenario no paran de desfilar los artistas a lo largo de la noche con su repertorio de canciones y chistes picantes que no puedes entender, pero ¡joder!, ¡qué bien te lo estás pasando! ¡Si hasta Oli se ha subido al escenario para participar en una especie de juego absurdo y por poco te arrastra a ti también! ¡Menos mal que Erhan te ha agarrado con fuerza para que no te le escapes!
¡Todo qué alegre y qué risa más tonta!
Sin apenas espacio entre vosotros, a escasos centímetros de su sonrisa cinematográfica no te cuesta encontrar el camino hasta su boca, hasta que el pelo de su bigote hace enrojecer la comisura de tus labios. Buscáis una esquina un poco más oscura para escapar del grupo de amigos que jalean vuestro beso, un rincón discreto para poder colar tus dedos debajo de su camisa blanca y enredar el vello de sus pezones endurecidos.
Entregados al frenesí, no te sorprende la invitación de Erhan para que os vayáis a su casa, que él te paga el taxi, que no te preocupes por nada, que te puedes quedar a dormir, si es que queda tiempo para dormir...
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Anna Karina
Estás a punto de aceptar la oferta de Maciek –tan mono él, tan sympathique–, pero lo cierto es que te sabe mal haber dejado plantado a Oliver para ahora irte a tomar unas cañas con el primer desconocido que pasa, así que respondes que estás muy cansado, pero que le deseas que se lo pase muy bien y que no se preocupe si vuelve tarde porque duermes como un tronco y no te va a despertar.
Una sombra de decepción empaña la sonrisa del muchacho polaco, lo cual te sorprende un poco, incluso te pregunta una última vez un are you sure? que suena a intento desesperado y con el que casi te hace picar, pero al final nada, le dices que good night, que have fun, que maybe tomorrow if you are around, pero Maciek te responde que mañana se va a Londres, but has been nice to meet you, Álex y cerrando la puerta tras de sí, te deja a solas en la habitación donde el aroma fresco, cítrico, desenfadado de su perfume queda flotando por un largo rato.
¡Ah!, ¡el discreto encanto de los chicos heteros! No han pasado cinco minutos de su marcha cuando ya estás arrepentido de haberte quedado, pero, en fin, aprovechando la ocasión retomas tu plan original, aunque esta vez te acaricias recordando las visiones fugaces del cuerpo de Maciek secándose, su torso delgado y fibroso salpicado de lunares, su culo prieto, tan bonito como un melocotón maduro y esa otra parte, la más íntima, la más secreta, que has entrevisto apenas una décima de segundo, pero que era también jugosa.
En tu imaginar desbocado y autoerótico Maciek, lejos de irse, se ha quedado contigo, es más, derrotado por la fatiga de tanto viaje en tren ha tenido que pedirte ayuda para acabar de secarse, porque apenas le alcanzan las fuerzas y tú por supuesto, cómo no, faltaría más, es lo más normal del mundo porque entre tíos no tiene que haber vergüenza, si total los dos tenemos lo mismo entre las piernas, así que tomas la toalla imaginaria y le vas secando con mimo mientras él, como en esas escenas de porno barato, te va contando que ha tenido una discusión terrible con su novia y que lleva muchos días sin... en fin, que hace tiempo que no... tú ya sabes a lo que me refiero, tal vez, si no es molestia, podrías ayudarme en esto también... en plan coleguitas, es que estoy tan cansado, ¿sabes...? Y mira, mira cómo se me ha puesto con el masaje, cabrón, mira cómo me la has puesto....
Concluida la función en tu cabeza y tus manos, te vas dejando dormir y ni siquiera el retorno de Oli un par de horas más tarde consigue arrancarte del sueño. Cuando despiertas al día siguiente descubres que habéis dormido hasta las diez – te olvidaste de poner la alarma en el móvil– y además no hay nadie en la cama de Maciek, que ha dejado un paquete de galletas y una nota de despedida con su número de teléfono y un you owe me a drink in Madrid, Álex con una elegante caligrafía, nota que te apresuras a esconder en la mochila antes de zarandear a Oliver, que se hace el remolón entre las sábanas hasta que corres la cortina de par en par y la luz de la mañana inunda la habitación.
Ave maría purísima hermana, acierta a gruñir Oli con los ojos entrecerrados ojalá café muchísimo... ¡tengo la gran resaca de Puerto Rico!
Habéis perdido la hora del desayuno del hostal así que buscáis una cafetería cercana y lo bastante parisina como para justificar el precio del café au lait y los croissants que devoras mientras Oli cuenta sus aventuras y desventuras por todo Paris la nuit y su intento infructuoso de seducir a un daddy con pinta de leñador en un bar de osos cerca del Pompidou.
Me dijo que le parecía demasiado joven, que a él le iban los tíos tíos y que yo no soy un tío tío, ¿tú te lo puedes creer? ¡Rechazada y humillada cual emperatriz Ferrer en La dama de rosa...! ¡Ay, amiga! ¡Qué cruz!, ¡qué dislate...!
Le comentas por encima tu conversación con Maciek, guardando para ti un par de detalles fundamentales –como su entrada medio desnudo al cuarto y lo que pudiste ver al despiste mientras se secaba– que prefieres guardar para ti aunque hubieran hecho las delicias de Oli, tan proclive siempre a los delirios romanticones y a caer rendido ante la belleza masculina.
Tal vez le escribas más tarde, piensas.
Descansado