eso y mucho más.
—Exacto —respondió. Tomó mis manos cuando las lágrimas picaron tras mis párpados por enésima vez.
En ese momento, la mesera llevó nuestra orden y nos colocó dos servilleteros entre las dos, quizá consciente que la conversación no era del todo agradable.
—Me solté y le dije todo lo que sentía, todo aquello que siempre me había callado —continué—, que él solo amaba mi cuerpo y mi pasión en la cama, y como ella no es capaz de darle eso, aún sentía necesidad de mí. Que su amor era simple necesidad carnal, nada trascendental, como debía ser el amor y si realmente la amaba a ella, como tanto afirmó, no jugaría con sus sentimientos de esa manera.
«Que había buscado en mí lo que ella no le daba, lo que lo hacía capaz de buscar en otra lo que yo no daba y llegaría al punto donde creería amar a todas las que le entregaban un poco de lo que él quiere, mas no sabía que entre más placer encontrara, más necesidad tendría de algo nuevo y jamás se detendría».
Tomé un sorbo de mi café sin azúcar, para bajarme un poco el enorme enojo que invadía mi cuerpo. Lina suspiró con pesadez.
—Te tiraste las trancas con eso.
—Tenía que decírselo, Lina, alguien tenía que hacerlo. Felipe no va a cambiar porque yo lo termine, tiene a otra o varias, ya ni sé, pero estoy consciente que si no se lo decía en ese momento, me iba a arrepentir toda la vida. —Volvió a asentir—. Le dije que era un ser tóxico, que estaba enfermo y que lo único que podía aconsejarle era que buscara ayuda psiquiátrica.
—¿Él te dijo algo?
—No, al menos tuvo la decencia de quedarse callado. Cuando me sentí desahogada, me levanté y me fui, no me podía quedar ahí un segundo más.
—¿No te siguió? ¿No te ha llamado?
—No —resoplé con indignación—. Aunque suene estúpido, porque lo es, esperaba que, si lo hiciera que me siguiera, que prometiera cambiar o alguna tontería de ese tipo… —Ella me vio con mala cara—. Fueron quince meses, Lina, no puedes pedirme que no esperara algo así, yo si lo amaba y de verdad.
—Lo sé —respondió y sonrió con debilidad. Colocó el cupcake frente a mí—, pero sé que sabes cortar de raíz lo que te causa daño, incluyendo a las personas, aun cuando las amas.
El silencio nos inundó mientras endulzábamos nuestros cafés. Se me hacía imposible no volver a esa tarde donde me despedí de quien pensé era el amor de vida, aquello dolía. Conocí a Felipe en mi último año de secundaria y éramos lo que muchos consideraban la pareja perfecta.
He de admitir que me gustaba que nos elogiaran, que muchas chicas aspiraran a algo como lo nuestro, el futbolista y la bailarina. Traté de conectar algún detalle o algún indicio que me haya indicado que me era infiel y, la verdad, no era capaz de hacerlo. De no haber sido por las fotos que enviaron el día anterior, no lo hubiera creído.
Felipe era el novio perfecto, detallista, romántico, respetuoso y divertido, seguro de sí mismo, increíblemente guapo. Estaba loca por él. Tal vez eso era, ¿no? Estaba tan cegada de amor que jamás le vi un defecto o preferí ignorarlos, porque no quería que mi cuento de hadas se viniera abajo.
—¿Piensas en él? —soltó Lina.
—Sí, es que no sé cómo nunca me di cuenta. Dos de esas chicas estaban en la escuela, Lina. ¿Por qué nunca lo noté?, ¿tú sí?
—La verdad es que no. Decoró la mitad de la cafetería en tu cumpleaños, te llevó flores e hizo que la banda de la escuela te tocase una canción. ¿Qué iba a creer yo que sería un mujeriego?
—Te lo juro, estoy muy confundida en este momento.
—Está bien sentirse así, Luciana. O sea, fue una relación larga, tu primera relación seria. —Se me acercó más—. Fue tu primero también, es lógico que sintieras este amor loco y ciego por él, pero mejor agradece que ya terminó, que no te dejaste arrastrar a ese círculo tóxico que él tiene. —Se alzó de hombros—. La basura se sacó solita, es como eso.
Fue imposible no sonreír, ella presionó mi mano sobre la mesa.
—Te aseguro que cuando le digas a tu mamá, te dará su mejor consejo…
—Todo pasa por algo —susurré, ella asintió.
—Tu madre es una mujer sabia y de experiencias, al final, aunque no lo queramos ver, terminamos comprendiendo por qué nos pasaron las cosas.
—Sí, tienes razón.
—Pero igual, no te reprimas, llora, grita, destruye sus cosas si así lo quieres, pero no te estanques ahí, ¿está bien?
—Sí, señora.
Ella sonrió con suficiencia. Poco a poco el ambiente y la conversación cambiaron, terminamos de comer y luego de pagar, nos dirigimos a las tiendas. Lina necesitaba ropa seria para su nuevo trabajo en una importada y yo debía hacer cotizaciones de lo que pensaba llevar a la universidad.
En ese nuevo camino, ella decidió tomarse un año sabático, trabajar y estudiar otro idioma mientras se decidía por una carrera universitaria. En cambio, yo había logrado ingresar a una de las mejores universidades de arte y danza, para profesionalizarme como bailarina.
El ballet era mi pasión desde que recuerdo, siempre me encantó la belleza y sutileza con la que las bailarinas se movían, cómo lograban transmitir mensajes, emociones y sentimientos por medio de sus pasos. Además, hacían que la música cobrara vida en sus interpretaciones.
Desde la primera vez que me pusieron un tutú, supe que eso quería para mi futuro y trabajé duro, practiqué día y noche hasta tener ampollas en mis pies, pero al final lo logré, entré al prestigioso lugar y con una beca.
—¿Hoy llega tu papá? —preguntó Lina. Entretanto, revisaba las chaquetas de cuero de un perchero.
—Sí, su vuelo arriba a eso de las cuatro, creo que tipo cinco estará en casa.
—¿No iras por él?
—No, mamá le está organizando una cena sorpresa, hará su favorito, lomo relleno.
—Diablos, me colaría, pero debo ir con mi madre al cumple de una tía.
—Tú siempre serás invitada, igual él querrá saber de ti, así que llega mañana.
Ella dio un pequeño brinco y me abrazó por los hombros. Lina, para muchas personas, podría resultar demasiado extrovertida o demasiado seria. Casi siempre conocían sus dos extremos, mas ella conmigo era como un equilibro de ambos.
Al cabo de dos horas recorriendo los tres pisos del centro comercial, nos despedimos en el estacionamiento, ella tenía que ir a buscar a su madre y yo debía regresar a ayudar a la mía con la cena.
Después de un largo abrazo, la vi partir y mientras avanzaba hacia mi casa, comencé a sentirme afortunada por la vida que tenía. Quizás esta relación no había funcionado, pero después de todo, no era el fin del mundo y por el momento tenía muchas cosas diferentes en que pensar.
Aceleré un poco más y llegué con rapidez a mi casa, pude sentir el olor de pastel de manzana en cuanto bajé del auto; el olor a canela y manzanas acarameladas era atrapante. Casi corrí hasta la cocina, donde encontré a mi madre batiendo con suavidad un puré de papas. La cocina tenía el aroma suave del ponqué. Sin embargo, en la mesa del comedor descansaba un hermoso filete de carne que reposaba un poco antes de ser devorado.
Besé su frente y tomé una pequeña probada de puré que estaba en la orilla de la taza, el intenso sabor a mantequilla se mezclaba a la perfección con las papas y un trozo crujiente de tocino fue triturado por mis dientes.
Aunque bien sabía que no podía abusar de ese tipo de comida, era muy difícil decirle no a la cuchara de mi madre. Salí de la cocina con un pequeño trozo de pan con mermelada y subí hasta mi habitación.
Entrar