Nathan Burkhard

La venganza del caído


Скачать книгу

      —Esa nueva especie nos traerá muchos problemas, debemos evitar que se reproduzcan, los Axiul’s son la nueva especie, controlan las fuerzas más oscuras y las fuerzas de luz, son invencibles —recalcó Triaco —Como especies parecidas, evitemos una nueva guerra, el pacto será no cruzar ninguna frontera, así podremos vivir en paz, evitar que esa nueva especie tome el control de nuestro reino y trate de derrocarnos. Aseguremos la prevalencia de nuestras generaciones, como también su lugar en lo alto de sus reinos.

      —¡Hermanos! Unamos nuestros soldados y resguardemos cada reino, evitando que más ángeles y demonios escapen a la tierra. Matar a toda aquella criatura que no sea ángel o demonio, esas dos especies son las únicas que existieron todo este tiempo —exclamó Linus preocupado —Son las dos especies que rigieron desde la creación de nuestro mundo.

      —¡Aceptamos! —dijeron los seis al unísono, girando sobre sus talones, montando sus caballos y regresando a casa. Había quedado muy claro que las fronteras no debían cruzarse, así evitarían guerras, evitarían que más gente muriera y sobre todo evitar que una nueva especie reine en su hogar.

      Los guardias resguardaban las puertas, evitando que crucen los portales para los otros mundos, incluyendo la tierra y así por más de diez años, la tranquilidad en el reino fue vista con buenos ojos, las guerras habían cesado, pero la sangre seguía siendo derramada en sus tierras.

      Como habían prometido, buscaron en el reino a todo aquel ser que no fuera considerado ángel o demonio, matando a esa nueva especie que ponía en riesgo sus tronos y su fuerza, mataron a cuanto Axiul`s encontraban, no les importó que fuesen niños, ancianos, mujeres o recién nacidos, las manos de Linus quedaron manchadas por sangre inocente.

      Los guardianes de ambos reinos, trataron de detener esa nueva raza, matando a todos aquellos que rompan las leyes de juntar sangres de distintas especies, viéndolos como amenazas, como una amenaza para la paz y tranquilidad de su reino y tratar de poner en riesgo la tregua que hicieron con sus hermanos Oscuros.

      Miaka fue testigo de toda la crueldad de Linus y sus hermanos, matando a los hijos inocentes, frutos de ese amor prohibido, utilizando la daga de Bendora, la única arma que era capaz de destruirlos y arrancar sus almas de la tierra convirtiéndoles en polvo. Miaka no estaba de acuerdo con ese plan maquiavélico, no estuvo de acuerdo con la nueva faceta de su protegido y amigo, siendo testigo de las tardes de primavera convertidas en tardes negras, de amaneceres con manos manchadas de sangre inocente. Estaba convirtiéndose en el tirano que una vez fueron sus antepasados, matando a su propia gente, a sus propios hermanos y sobre todo a aquellos niños que no tenían la culpa de los errores de sus padres.

      Pensó que su matrimonio con Triored cambiaría su perspectiva, pero fue peor, buscaba y trataba de dar fin a esa raza, mientras que aseguraba el puesto de su heredero en lo alto de del reino.

      Triored era mucho menor que Linus, ella era muy hermosa, con la piel cremosa, los ojos azules como los ríos de su pueblo, los cabellos largos y rizados, del color del sol, dorados en el día, castaños en la noche. Su joven esposa estuvo sumida en el miedo y el asco al ver a ese Rey déspota y cruel, verlo regresar con las manos manchadas de sangre solo le obligaban a apartarse de él y deseaba con todas sus fuerzas no concebir al heredero que Linus tanto deseaba.

      CAPÍTULO 9:

      DESCUBRIMIENTO DE LA CUARTA PROFECÍA

      Firop y su esposa Riatua había logrado traer al mundo a un nuevo sucesor, Ïlarian era el hijo perfecto, el heredero perfecto, pero lo que más la desconcertó a la joven Triored fue que Firop no hiciera nada para proteger a su segundo hijo, había impuesto que su primogénito fuese el heredero a su trono y poder, quizás por el miedo que aplacaba su corazón cometió el sacrilegio de abrir el cofre que era resguardado en lo más alto del palacio.

      Sin poder conciliar el sueño, tras los sueños crueles de acunar a un niño entre sus brazos para que luego este le sea arrancado sin piedad, Triored se sentía cada vez más frustrada consigo misma.

      Firop ya tenía entre sus manos a un niño, a ese hermoso niño que ya cumplió un dos y era tan vivaracho, tan inteligente para su edad, siempre al verlo las lágrimas le amenazaban con aflorar y por primera vez en mucho tiempo deseó no haberse casado con el primogénito y heredero y que quizás su hermano menor hubiese sido una mejor opción, pero Linus no le dio a escoger, Triored cerró los ojos y trató de no recordar cómo es que fue nombrada la prometida del rey.

      No era una mujer vengativa y mucho menos rencorosa, era conocida por su gran corazón, pero no soportaba ver al hijo de Riatua, sintiendo envidia por esos momentos, no aguantaba ver aquellas manitas acariciar los cabellos de su madre y como olvidar aquellos penetrantes ojos azules, la belleza de tan pequeño niño le causaba insomnio, un desvelo infernal, despertándola cada noche por el recuerdo, obligándola a levantarse y deambular por los pasillos del reino.

      Esa noche, bajó las gradas de sus aposentos, caminando hasta la parte trasera del palacio, observó por el gran ventanal la lluvia intensa, así como la oscuridad, pero una ranura de luz llamó su atención en el templo que Sanel y sus primeros hermanos construyeron para Dios.

      Abrió la puerta con cuidado, cubriéndose con sus manos del frío, cruzando el jardín a grandes zancadas, con el corazón martilleando en su pecho, levantó la mano para poder abrir la puerta, pero lo único que consiguió fue que esta se abriera sin que ella la tocara, entró a la sala, sintiendo que una neblina cálida cubrió sus pies, además del crujido de la puerta que al cerrarse sola la hizo respingar del susto. Entonces vio la mesa cubierta de una seda blanca, se acercó con cuidado, viendo desaparecer ante sus ojos el campo de fuerza que lo cubría, tomando entre sus manos el cofre, lo vio abrirse sólo para mostrarle el contenido, cuatro papiros enrollados con lazos y anillos sellándoles.

      Entonces vio el listón rojo, deslizando sus dedos sobre el sello, sintiendo la fuerza que emanaba, sin querer lo abrió con cuidado, leyendo las inscripciones antiguas, encontrando una noticia devastadora.

      Los salvadores del destino, traerán consigo la señal del amor.

      Los salvadores son Ángeles de Paz, Guardianes Blancos, son en realidad.

      Una niña llena de cálida expresión.

      Pertenece al fuego, es de la casa del Gran Uran, un símbolo de paz.

      Expresión del mundo, luz del Día separa la noche de todos los Días.

      Su color será el rojo, su sello el Lobo en todo su esplendor y ardiente corazón.

      Su nombre verdadero Alox. Hija de Linus y Triored. Linaje directo del grandioso Uran.

      Sacrificara su poder para escuchar la voz del todo poderoso, don que perdimos por las batallas y el mal.

      Separados por la muerte, aislados con dolor.

      Crecerán separados, con una familia de humanos.

      Que les dará lo necesario como cariño y comprensión, son fieles al destino que los encadena y oprime con temor.

      Acompañados de un fiel amigo, el protector vivo, guardián del linaje, ese será su destino.

      Un tigre, un salvador, es mitad animal, mitad ángel guardián.

      Miaka para ella será un padre más, se asegurara que resguardar la prevalencia de la sangre real.

      Alas blancas, corazón de hierro.

      La debilidad y temor es el amor verdadero.

      Serán como mortales, vivirán como tal, serán humanos con la diferencia de que tendrán poderes para proteger al bien del mal.

      Sin preocupación y fascinación traer a la vida un mundo de sueño y libertad para amar

      Los medallones de gran poder darán inmortalidad y acceso a la puerta de Dios como única opción, control sobre el mundo y toda la creación.

      El peligro es extremo, regresaran a su