Nathan Burkhard

La herencia maldita


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veo que tiene agallas para acabar con su vida sin titubeo soltó una carcajada ronca y estridente, ser sutil no era su fuerte Aunque su debilidad por el dinero dice todo, los humanos tienden a mostrarse fuertes pero son débiles por algo o alguien en su caso.

      ¿Quién es usted? vio como Piora no intentaba hacer esfuerzo alguno por levantarse.

      El hombre que te salvó de la ruina y de la cárcel, y con ello deberás servirme… Nunca es fácil conseguir lacayos humanos y menos cuando se les trae de la muerte.

      No fue un sueño, fue real, el disparo que me di —estaba totalmente paranoico Fue real… Fue real —repetía una y otra vez.

      Tú te diste el disparo, pero yo te devolví la vida, no desperdicies tu nueva oportunidad, la única que tendrás.

      ¿Qué es lo que buscas? preguntó con la garganta a punto de cerrarse ante el pánico.

      Busca al último de su especie, al último ser que tiene la fuerza para destruir al poder más fuerte del universo.

      No sé qué me pides.

      Te pido a un Ángel y demonio, te pido al último en su especie, al último cruce entre mundos.

      ¿Cómo saber que esto no es un mal sueño? inquirió intentando retroceder, pero el poco espacio que tenía no le permitía dar un paso más.

      Por la única razón que en la otra habitación encontraras a tu esposa Rose.

      Cristiano en un momento no pudo dar crédito a lo que sus ojos veían o lo que sus oídos escuchaban pero la connotación oscura de ese hombre le daba la certeza que no era de un mundo conocido por humanos.

      Encuentra a este joven para mí y tu futuro estará asegurado, no lo repetiré dos veces, encuéntralo, su nombre es Oriholp.

      Pero… ¿Dónde lo encontraré?

      Será tu tarea, sino no te hubiese buscado, a un estúpido humano, quiero al chico, dale una vida de humano, enséñale modales, todo lo que implique en tu sociedad, pero por favor no le enseñes cosas cursis sobre el amor recalcó —Él no debe aprender sus cursis sentimentalismos mortales.

      Pero… ¿Cómo voy a hacerlo? No sé quién es o más bien ¿Qué es? —preguntó temeroso.

      —Tienes una semana, una semana antes que todo lo que viste hoy desaparezca y vuelvas a darte una vez más el disparo en la sien —le recalcó el maligno para luego desaparecer.

      Cristiano no tenía ni idea de lo que ese ente buscaba, pero no importó en su momento, corrió por los pasillos, escaleras arriba abrió la puerta de la única habitación en donde su esposa podría estar en esas horas. Por un instante titubeo, el tener que sostener a perilla para poder abrir la puerta fue lo único que le impedía ver la verdad, apretándola contra su mano, giró la perilla y abrió la puerta, encontrando a la mujer que más amo con vida.

      Los rayos del sol iluminaron su mirada, mostrando el brillante rastro de sus lágrimas.

      Estaba viva y con ello el precio para mantenerla viva ya estaba dado.

      CAPÍTULO 3:

      KRAKEN

      Para Cristiano estar en medio de una pelea de box en la fría ciudad Rusa era lo menos que podía hacer, había buscado ese nombre por casi seis día y esa noche se cumplía el plazo que su nuevo amo había impuesto para que conservara la vida de su esposa, suspiró ante lo que veía, un joven de casi dieciocho, de cabellos rubios, una mandíbula oscurecida por los golpes, labios rojos y carnosos, además de un cuerpo delgado, caderas delgadas y cintura estrecha, hombros anchos y un six-pack asomándose en una sexy v de sus oblicuos sumergiéndose sobre sus pantaloncillos, un abdomen definido y bíceps ajustados, estaba tallado a la perfección, pero en esos instantes estaba recibiendo la paliza de su vida y todo por alguna razón o no sabía luchar o algo le impedía que hiciera sus movimientos, ya que por los gritos incesantes de la multitud pidiendo que luchara decía que el chico era el preferido en las apuestas, pero esa noche parecía solo un novato.

      El estar en medio del ring recibiendo la paliza de su vida era nada comparado con la sensación abrumadora de pérdida —¡Por favor quédate! —el joven muchacho rubio suplico en silencio mientras que un puño poderosos se encajaba con su joven mandíbula obligándolo a escupir su propia sangre, de rodillas ante su oponente era algo que jamás se permitió, pero aquella derrota era la menor de sus preocupaciones, cada golpe que caía eran aplausos y gritos que estallaban el lugar además de las obvias gotas de sangre que surcaban la comisura de sus labios.

      No tenía que darle cuentas a nadie más tarde, no tenía que aguantar los gritos de algún entrenador, pelear era la única palabra que conocía, Box era la única palabra que él conocía, lo hacía para sobrevivir, lo hacía para poder vivir y divertirse, le encantaba romper los huesos de sus oponentes, pero en esa ocasión no podía incluso ni mover un dedo.

      Pero esa noche estaba permitiéndole a uno de sus contrincantes le propinara la paliza de su vida y todo por qué no la sentía en su interior, la chica que había visto en sus sueños por largos años estaba en peligro, podía sentirlo y eso carcomía sus nervios, la joven castaña que lograba calentarlo en sus sueños más fríos estaba perdiendo la vida y con ello la fuerza, su propia fuerza.

      Cristiano cubrió su boca con la mano ante la sensación de malestar, no podía seguir viendo como ese muchacho era golpeado hasta la muerte, obligándole a escupir su propia sangre sin miedo a morir dentro de ese ring —¡Dios Santo! —aclamó, estaba a punto de levantase e irse lejos de aquel escenario sangriento, no concebía como es que un niño podía soportar tantos golpes sin caer rendido y muerto en segundos, pero era el indicado, era el ser que su amo le pidió, “Amo” la tan sola palabra lograba mandar un impulso de corriente sobre su columna, había vendido su alma, su futuro por la vida de su esposa, su propia vida y ese chico era su única salvación.

      Sus cabellos enmarañados y secos ante el sudor y la sangre, flexionando los brazos, los músculos tensos, la subida de adrenalina, cada fibra de su ser pedía que no lo abandonara, que no lo dejara como sus jodidos padres lo habían hecho años atrás, intentando mantener su agitado corazón sobre su pecho, los hilos de sangre correr por sus labios, el dolor punzante en el ojo no decía nada, no era nada comparado con esa abrumadora sensación que no le dejaba respirar, sabía que algo le pasaba a la joven de sus sueños, de aquellos sueños que recordaba de toda la vida, la única que no podía amargarle la existencia y le ofrecía la esperanza de mantener vivo día a día, le daba la voluntad de seguir, de luchar de darle la victoria cada noche, cada pelea, cada día que respiraba y que por alguna extraña razón estaban conectados de una manera inimaginable.

      Para ese joven rubio el sentirla irse era como ir al borde del colapso y la extinción, podía permitírselo, podía hacerlo, irse de ese mundo y descansar pero se negaba a morir sin haberla conocido en carne hueso, se negaba a abandonar el mundo de los humanos sin haberla estrechado entre sus brazos, de haber tocado sus labios y quizás poder saber incluso que ella era real.

      Por alguna razón no la sentía dentro de sí, por alguna razón no podía encontrarla en su interior, ante la búsqueda incesante, ante el dolor presente de aquellos golpes, ella no venía a él como en incontables veces.

      Levantar el rostro ensangrentado y sentir los gritos exigiendo que peleara una batalla la cual por primera vez no podía ganar —No, por favor... No me dejes, te necesito —dijo en un murmullo casi bajo sin importarle los golpes —Regresa a mí —repitió como si ella estuviese junto a él, acto que no pasó desapercibido por Cristiano, verlo murmurar indescifrables cosas.

      ¿Con quién habla? Preguntó Cristiano, pero la pregunta murió con el bullicio de la gente pidiendo más sangre.

       Cómo intentar arrancarla de sus pensamientos si podía verla a cada momento, cada vez que cerraba los ojos la tenía junto a él, pero siempre desaparecía, siempre volvía al lugar donde provenía, su subconsciente, su corazón, al pasado, quizás un futuro, quizás a nada, pero esa noche todo era diferente, la sensación era clara, ella estaba cruzando el umbral de la muerte.