Nathan Burkhard

La herencia maldita


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desde hace mucho tiempo.

      CAPÍTULO 5

      COLDER

      Los gritos eran abrumadores, sin camisa mostrando la marca de su hombro izquierdo con su nombre, la marca de su especie, descalzo, su cuerpo totalmente macizo, mientras que golpear con violencia a su oponente con potentes puñetazos y patadas aún eran más temibles que las acostumbradas, pero ese día su cuerpo no respondía.

      Sus piernas se extendieron, mientras que sus brazos se flexionaron para otro golpe, con los puños vendados, las extremidades descargando golpes descontrolados sin piedad, con gruñidos, con sonidos de golpes, estaba cansado de llevar esa vida, y recordar cada momento de esa lucha no lo llevaba a nada, más que a la frustración de haberse dejado golpear hasta casi quedar inconsciente.

      Abrió los ojos y se vio en la ducha, el agua seguía corriendo sobre su cuerpo, estaba casi hirviendo pero aun así el calor no traspasaba su piel, sus músculos, sus nervios, estaba entumido por el miedo, el miedo que tenía de haberla perdido. La chica de sus sueños había estado en peligro, pero aun así podía sentir su corazón palpitar de nuevo.

      Llevándose ambas manos hacia su cabeza, logró deshacerse de las gotas de agua que empañaban su visión, pero en ese breve instante podía verla, podía reconocerla incluso en la distancia, dando un suspiro, salió de la ducha, envolviéndose una toalla sobre las caderas, hizo su camino fuera de la ducha, acercándose al espejo y quitando con la mano el vaho impregnado en su reflejo, viéndose por primera vez, aquellos colores inusuales de sus ojos, uno azul y otro verde, sus cabellos habían crecido tanto que necesitaba un buen corte, los moretones de su rostro, el gran corte en su ceja izquierda y el labio partido y ni que hablar del gran hematoma del porte de un puño en su costados y su marca distintiva sobre su clavícula con su nombre escrito, ese era él, el fenómeno que creía ser, al cual abandonaron en una calle siendo tan solo un bebé recién nacido.

      Con un suspiro, giró sobre sus talones, abrió la puerta y salió del baño, pero su cuerpo se paralizó al ver a un hombre apuesto, elegantemente vestido con un traje color blanco, se podía apreciar los detalles costosos de la costura de ese traje, los zapatos negros y esos gemelos de oro que podían relucir ante el brillo de la luz de la habitación, Oriholp apretó la mandíbula, sentirse observando era enervante para él, sobre todo por haber crecido en medio del ring y ser expuesto de esa manera nunca le gusto.

      —Por fin despertaste —dijo, estaba plácidamente sentado en la otomana con la pierna cruzada y las manos sobre su regazo, sentado tan elegantemente que Oriholp sintió cierta desconfianza.

      —Sí, no es fácil estar despierto cuando te noquean —mordió su mejilla interna —¿Cómo llegué aquí? preguntó sin inmutarse de su tono hostil.

      Cristiano hizo un rictus con la boca imposible de descifrar —Tu amigo Rule se preocupó mucho por ti, así que vio que era mejor que te trajera conmigo a quedarte allí en ese agujero por horas hasta ver que sucedía, el doctor que te reviso dijo que estabas bien, así que estas temporalmente fuera de peligro.

      —Vaya —asintió con la cabeza, no entendía por qué estaba allí.

      Cristiano supo al instante que ese chico podía ser su hijo, tenía los cabellos de su esposa, tenía algunas facciones del rostro incluso, pero verlo allí de pie resistiendo una golpiza más que monumental le dio la prueba irrefutable que ese chico no era mortal y que Piora, su nuevo amo, necesitaba a ese chico con algún fin macabro, al cual no era de su incumbencia meterse tras su pacto.

      Incluso esa fuerza y ese magnetismo poderoso podía olfatearse a kilómetros a la redonda, Oriholp, frunció el ceño, enojado ante el escrutinio levantó el rostro con altanería y no dudo en responder de manera sarcástica, llena de humor negro, levantó la barbilla con prepotencia y se permitió insultarlo en ruso —Ey... vashe ... idiot ty vidish' menya —al ver la extrañes del sujeto hablo de nuevo —Oye… Tú… idiota que me ves… ya que no entiendes ruso ¿Qué idioma hablas?

      —Hablo muchos. Menos ruso, así que me limitare a hablar como gente civilizada —se puso de pie, poniendo sus manos en sus bolsillos tratando de no arrugar su perfecto traje de diseñador, para acercarse —¡Oriholp! ¿Cierto?

      Frunció el ceño, no sabía cómo responder a ello. —Veo que no eres tonto —cruzó sus brazos sobre su pecho, era una típica manera suya de protegerse —¿Qué buscas?

      —En situaciones como esta, siempre un gracias no va de más —respondió el elegante hombre enarcando las cejas, imitando su postura —Mi nombre es Cristiano Pschillzer.

      —¿Siempre eres un buen samaritano? —inclinó la cabeza, intentando buscar alguna señal de mentira en sus ojos, pero estaba tan plácidamente tranquilo, que incluso eso lograba ponerlo nervioso.

      —No temas muchacho.

      —¿Temerte? Viejo veo que no me viste en acción.

      —Solo vi a un jovencillo torpe ser golpeado hasta casi morir.

      —¿Torpe? Acércate y veamos qué tan torpe puedo ser —lo llamó con la mano.

      Cristiano tan solo soltó una risa ronca, era irónico, había recibido la paliza de su vida y aún tenía la fuerza para propinar otra —La violencia no es lo mío muchacho.

      —Entonces eres una especie de enfermo sexual... Por qué si tratas de tocarme un pelo… juro que no tendrás intestinos en un segundo —su mandíbula se tensó —Y ni que hablar de testículos y quien dice que no quiero seguir luchando, es mi vida, para eso nací.

      —No naciste para ello y bien lo sabes.

      —No sabes absolutamente nada de mí —bramó enfurecido, no le gustaba que tocaran esa fibra sensible de su ser, lidiar con una dolorosa verdad de haber sido abandonado tan solo siendo un bebé indefenso. Sin poder medir su reacción dio un imponente y brusco paso hacia adelante obligando a Cristiano a levantar una mano y pedirle que se tranquilizara.

      —Yo no soy el enemigo muchacho, soy un amigo… Un amigo de tus padres —le interrumpió abruptamente, su mandíbula cayó, literalmente cayó, ya que en casi dieciocho años no había oído de ellos y menos de que le buscaran.

      —¿De qué carajos hablas? —dio un paso hacia adelante, sus puños a sus costados listos para matar el tipo.

      Cristiano levantó las manos en señal de que no haría ningún movimiento para pelear y defenderse —No te exaltes, es la verdad.

      —¿¡Y qué verdad!? Crees acaso que venir y decirme algo como eso cambiara las cosas, cambiará lo que soy, no lo creo amigo —negó efusivamente con la cabeza —Como no hacerlo cuando vienes y me dices que vienes por mis padres, por dieciocho años viví sin saber de dónde provenía, saber siquiera si me querían.

      —No puedes comprenderlo, no podrás aún.

      —Qué no se puede comprender, que ellos me dejaron en la calle cuando recién era un bebé, qué clase de padres hacen eso, qué clase de personas hacen eso con un recién nacido, yo no pedí nacer, no pedí venir a este mundo y menos vivir de ésta manera tan repulsiva, tengo que vivir y comer con mis puños gracias a esos infelices que me dejaron tirado como un pedazo de mierda.

      —Estás equivocado.

      —No lo estoy… No lo estoy, tú lo estás —lo señaló con el índice.

      —Ellos, ellos —dudó por un segundo en decirle más.

      —¿¡Qué!?

      —Murieron…

      Al escuchar esas palabras retrocedió, no tenían sentido, sus padres, ellos lo abandonaron en un lugar desconocido, donde un hombre sin escrúpulos le encontró y ¿Cómo demonios debía responder a ello? Algo ilógico, algo sin sentido, enfadándose aún más por aquel comentario, deseo matar al tipo y romperle el cuello en mil formas distintas —Eso es estúpido —gritó enfurecido —¿Cómo? —preguntó.

      —Por favor.