Nathan Burkhard

La herencia maldita


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su labio inferior, no podía dar crédito a lo que escuchaba de ese hombre, no quería decirle más, había venido a él, hablándole de sus padres para luego decirle que habían sido asesinados, pensando que las cosas cambiaria, que su odio a ellos fuese menos pero estaba equivocado —Si crees que mi odio a ellos será menos, te equivocas.

      —No creo en ello, vine a ti porque necesito tu ayuda.

      Con una risa particular y arrogante, no tuvo la sensatez de callarme —Vete a la mierda.

      —Por favor —le suplicó y continuo —Por favor. No eres de este mundo y yo conozco a un ser que es idéntico a ti, tiene tu misma fuerza pero también te ayudara a desarrollar los poderes que tienes por esos tatuajes ¡Oriholp! Eres un ser supremo, pero a la vez condenado, te ayudara a saber la verdad… La verdad sobre tus padres —quiso seguir pero no se lo permitió, era la conversación que muchas veces esperó, una explicación acerca de su vida, pero era la persona menos indicada y eso solo lo obligó a aceptar la muerte de sus padres.

      —Yo no tengo padres —contestó de inmediato, tratando de no desatar la furia interna.

      —Por favor escúchame. Solo déjame terminar ¿Puedes dejarme terminar? Debes estar a mi cargo por un tiempo. Piora, te enseñará a poder utilizar tus poderes y cuando digo poderes, digo que la muerte no es un obstáculo. Además de hablar y mostrarte lo que a mí me mostró, solo pídeme lo que desees, di tu precio.

      Por un instante pensó ganar una batalla en aquella conversación, cuando solo intentaba mentirse a mí mismo, quería saber más, quería saber quién era el culpable de que sus padres tomaran una decisión que no solo arruinaría su vida, hubiese preferido morir con ellos a tener que vivir dieciocho años lejos de ellos, sin un abrazo, sin un beso de buenas noches. —¿Para qué quieres hacerte cargo de mí ahora? Eres estúpido o qué diablos —cabe recalcar que su altanería y mala educación iba más allá de los límites, digamos que desde que conoció a Cristiano le ayudo a poner un alto a su furia, a su altanería, incluso a ese odio hacia el mundo y los demás, a quienes culpaba de sus desgracias.

      Cristiano nunca perdió la fe en él, siempre dijo que tenía un gran potencial, además de aprender demasiado rápido, siempre le pareció un poco gracioso su vocabulario vulgar, en otras palabras debía conseguir un filtro mental, ya que decía lo primero que se le venía a la cabeza sin pensar, y él fue el primero en ayudarle a guardar silencio cuando la situación lo requería.

      Pudo ver cómo la manzana de adán se movió con brusquedad ante el paso de su saliva, eso era una muy mala señal —Mi vida depende de tu viaje, al igual que tu vida depende de ello, digamos que no puedes elegir, no tienes opción al igual que yo, si no aceptas el trato, él vendrá por ti y hará de tu vida la cosa más repúgnate y el infierno será flores comparado con lo que vivirás —propuso viendo un cambio en su actitud, al verle calmado dio un suspiro de alivio.

      —¿La condición de poner precio sigue vigente?

      —Sí —asintió con la cabeza.

      —Con una sola condición —dijo de la nada, pensando en la única persona que deseaba conocer.

      —¿Cuál? —pudo ver el brillo de esperanza en aquellos ojos negros, implicarse con un demonio podía ser siempre riesgoso, sabía de ello, por alguna extraña razón sabía algunas cosas de ese mundo al cuál no tenía ni idea de conocer.

      —Deberás buscar a una joven castaña para mí —las palabras salieron de su boca sin miedo alguno a una negativa. Tenía la esperanza de poder saber que ella también le esperaba, y que ese hombre de traje le diera la oportunidad que ansiaba desde que tenía memoria.

      Cristiano enarcó una ceja ante la petición —¿Una castaña?

      —No me refiero a eso —rodó los ojos ante la insinuación —Esa chica es particular.

      —Puedo hacerlo, pero ¿sabes su nombre?

      La risa que salió de sus labios no se pudo descifrar con exactitud, podía ser irónica o de algún chiste gracioso que acaba de decir, pero la verdad era que si él supiese su nombre él mismo la hubiese buscado hace años y Cristiano pudo deducirlo a la perfección —Por tu risa más que sarcástica deduzco que no sabes su nombre ¿Verdad?

      Mordió su labio una vez más, era la manera en que podía decir muchas cosas, entre ellas mostrar su nerviosismo, incluso miedo, y Cristiano estaba en lo cierto, no sabía absolutamente nada de ella, pero en vez de darle una negativa, intentó ser positivo y decirle la respuesta correcta a la cual podía comprarle —Intentaré buscarla para ti.

      —Bien —asintió con la cabeza —Entonces ¿Cómo puedo ayudarte a seguir? —observó los ojos de su supuesto salvador, controlando sus impulsos, respirando profundo, era muy agresivo, vivió siéndolo y era difícil no estar a la defensiva las 24 horas del día, toda su vida.

      Limpiando su nariz con la mano, aceptó todo por salir de esa vida, tener la opción de conocer a la chica de sus sueños, a la muchacha que le ayudaba a pelear cada día.

      —Solo debes obedecer y sabrás la verdad, sé que eso cambiara tu vida, sé que podrás hallar las respuestas sobre tu origen, por eso debes escuchar.

      —Tan solo quiero saber la verdad —respondió, pero en verdad quería mucho más, quería libertad, algo que nadie le podía dar, se sentó al pie de la cama y no pudo contenerse a preguntar —En que estás metido ¿Eres narco? —deslizó una de sus sonrisas matadoras, sensuales y muy típicas.

      —Digamos que ese tema no es de tu incumbencia, más bien yo quiero asegurarme de algunas cosas. Así que yo haré en esta ocasión las preguntas.

      —Solo dispara amigo —frotó sus manos y aplaudió dándole a entender que estaba listo para ello.

      —¿Cuántos años tienes?

      Vaciló por un momento, sí sabía, ya que le abandonaron siendo recién un bebé —18, ¿Creo?

      —¿Drogas? ¿Mujeres?

      —No, gracias. Estoy bien por ahora —observaba cada detalle de la habitación.

      —No te estoy ofreciendo… dijo apretando la mandíbula —Te estoy preguntando si te drogas o si tienes mujeres o hijos.

      Soltó una gran carcajada ante las preguntas tan directas de Cristiano, como siempre con altanería —Digamos que las drogas son eficientes, pero no son mi lío y no me gusta liarme con ellas… ¿Mujeres? muchas a mi disposición, pero digamos que por ahora no tengo a ninguna que me reclame la paternidad —respondió dando un bostezo, tenía sueño, estaba cansado y después de una lucha, bueno en ese caso una paliza necesitaba de toda su fuerza de voluntad para poder dormir.

      Cristiano al verle casi somnoliento, se levantó de la otomana, alisándose el traje dio unos pasos hacia la puerta —Descansa, tendremos un largo viaje mañana, cualquier cosa puedes pedir servicio a habitación.

      Ladeando una sonrisa, no pudo contenerse a volver a molestar —Y bueno…—realizó una pausa intentando buscar la pregunta correcta para poder irritarlo —¿Qué te debo de decir?… ¿Amor?… ¿Cariño? —Era un muchacho lleno de sarcasmo y buen humor negro, cosa que a Cristiano le encantó, en su momento.

      —Muy gracioso ¿Sabes? Me gusta tu sarcasmo, pero te diré que es inapropiado, deberás aprender a controlarte y ser respetuoso… A mi esposa le dará otro infarto por solo escuchar tu vocabulario y no quiero que otra vez vuelva a la tumba por tu mal vocabulario.

      —Hmmm… Un trío he —soltó una carcajada al ver el rostro de frustración de Cristiano, que abrió la puerta saliendo de la habitación y dando un gran portazo en el proceso.

      Oriholp se levantó de la cama, acercándose al umbral de la ventana, hizo a un lado la cortina observando por última vez la ciudad, Rusia no le extrañaría, dando un último adiós, regresó a la cama en un gran salto al colchón sedoso y esponjoso, cerrando los ojos para conseguir así unas horas de sueño, dando un suspiro se permitió descansar pero incluso