Nathan Burkhard

La herencia maldita


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se volvió hacia él lanzándole una mirada llena de enfado, no estaba para nada a gusto de tener que ir a casa por tres días por reglamento del colegio —De igual manera pasaras esos tres días metidos en mi alcoba como has hecho en el resto del año en casi todos los días festivos. Creo que Anne y Tom ya no se preguntan dónde estás, porque cada vez que no te encuentran me llaman.

      Joe soltó una carcajada lanzándose a la cama mirando el techo, le encantaba esa vida, jamás se había relajado tanto teniéndola a su lado, y no podía imaginar su vida sin ella, las cosas que hacía con ella, por ella, todo tenía una connotación distinta desde que la conoció.

      Natle se vistió de inmediato con su ropa interior y una camiseta larga, al verlo recostado en su cama con los brazos sobre su rostro saltó encima de él a horcajadas besando sus labios, las manos de Joe acariciaron su cintura, bajando lentamente hacia su trasero —No sabes cuan provocadora eres —murmuró él entre sus labios.

      —Sip, quiero asegurarme que no busques otras chica en el campus vecino —sin poder evitarlo, lo siguió besando, hasta que Joe supo que si seguía podía ir más lejos y no deseaba presionarla.

      —Sabes que tengo que llevarte, así que apresúrate en cambiarte y no intentes seducirme, porque no lo lograras —la contempló, no se cansaba de verla, estaba hipnotizado, era una obsesión —Debes estar en casa para la cena.

      —Qué te parece si nos la saltamos y nos quedamos un rato aquí —levantó las cejas intentado provocarlo.

      —Por más que lo desee sé que solo quieres posponer lo inevitable, además no tendrás un viaje de una hora con tu hermana en mi auto, así que ve —le lanzó una palmada en el trasero obligándola a levantarse y quitarse de encima, para que así terminará de cambiarse.

      —¡Malo! ¿Aunque sea podemos llegar solo para dormir?

      —Lo considerare en el trayecto —se quedó en la misma posición, mientras que Natle tomaba las cosas que necesitaría para su pequeña visita a casa.

      Una vez lista, tomó su bolso y comenzó a guardar la ropa que de seguro no necesitaría en casa, pero era más fácil sentirse obligada a ordenar sus cosas para no pasar tiempo con su madre, levantó el rostro logrando ver a Joe, tenerlo allí junto a ella, pendiente y sobre todo intentando ayudarla a olvidar. Estaba tan agradecida por haber encontrado la paz a su lado, disfrutar de la libertad y amarlo, Joe podía simplificarlo en una frase, “la ayudo a enfrentar sus miedos”.

      Además, él era lo único que le quedaba de un reino destruido, de un pueblo extinto, de una raza desconocida, de una familia traicionada, él era la única persona en la que si podía confiar. Y con ello Gabrielle estaba más celosa, celosa de ver que Joe y Miaka tenían más atención en la mayor de las hermanas, celosa de que siempre tenía al mundo a sus pies sin mover un dedo, estaba celosa de saber que Natle era una princesa arrebatada de su trono, una princesa a la que le arrebataron la vida y el corazón tiempo atrás y siempre junto a un príncipe de armadura dorada dispuesto a dar su vida por ella.

      —¿Estás lista? —preguntó de la nada Joe, apoyado sobre sus codos atrapándola observándole con la mirada perdida, él conocía esa mirada, Natle estaba entrando en pánico.

      —Sí…sí, eso creo.

      —De verdad será tan malo pasar unos días en casa de tus padres —eso sonó más como una pregunta que como una afirmación, Joe quería ver el lado positivo de cada lado la historia, pero en el fondo estaba seguro que Gabrielle era manipuladora y estaba dispuesta a ocupar el lugar de Natle en casa, aprovechándose del miedo ante una promesa de regreso de Hadeo y entre ellas perderlo sería su perdición —Vamos, el auto nos espera —dijo, levantándose de la cama, acercándose a ella y tomando su bolso.

      —No me dejarás ¿cierto? —preguntó ella, titubeando al salir de su habitación.

      Volviendo el rostro para verla, se sintió vulnerable ante esos ojos que brillaban ante las lágrimas del miedo —Sabes que no te dejaré, amor —tomó la perilla en su mano, girándola y abriendo la puerta para poder salir.

      Caminaron ambos por los pasillos del colegio, observado como otros chicos hacían lo mismo, preparar sus cosas para poder pasar unos días con sus familias y Natle estaba en completo desacuerdo en tener que pasar obligada unos días con sus padres, no era tanto por problemas en casa, el asunto era que su madre no la aceptaba, jamás la aceptó como su hija y con ello solo aumentaban las fricciones en el hogar ante las quejas que Gabrielle daba en el trascurso de cada visita.

      Una vez que llegaron al estacionamiento, Joe guardó el bolso en la maletera, rodeando el auto tomó asiento detrás del volante, mientras que Natle se acomodaba en el asiento del copiloto y aseguraba su cinturón de seguridad —¿Lista? —preguntó Joe, encendiendo el motor y apretando el volante entre sus manos.

      —No creo que esa pregunta sea válida, pero podemos irnos.

      —Ve lo positivo, a tu hermana no tendremos que llevarla.

      —Sí porque Ashley la llevará a casa, ya debe estar allí quejándose y diciendo mentiras de mí.

      —Pero este año la vi tranquila, casi no tuviste muchos inconvenientes con ella.

      —Porque estuvo rara vez en la misma habitación, ya que ha comenzado con su absurdo flirteo con Philip, cosa que me da aún más miedo, ya que tiende a utilizar a las personas a su antojo, manipulándolas solo para dañar a otras, no entiendo por qué es así.

      —Creo que tienes tu respuesta en casa, tu madre se encargó de hacerla una copia exacta de ella, y con la influencia de Ashley en su vida, ella no puede ser mejor persona.

      Natle extendió la mano hacia el estéreo, encendiéndolo y buscando una emisora, le gustaba conversar con Joe, pero hablar de su familia, de su hermana y los problemas que implicaba, prefería escuchar música antes que hacerse a la idea de nuevos problemas, Joe la miro de soslayo, sabía lo que Natle hacía, evadir sus problemas como siempre.

      Bohnes - Straitjacket, comenzó a sonar con fuerza, pero Joe extendió su mano al estéreo bajando el volumen —No prefieres ir a casa de tus abuelos, será mucho mejor para todos.

      Natle dejó de ver por la ventanilla para poder verlo a él, la regla número uno de sus abuelos era que Joe no podía quedarse en su habitación y que él tenía que pasar tiempo con sus padres, en otras palabras no les gustaba que su nieta mayor compartiera cama con su novio, por más que no había todavía nada sexual, ellos trataban de evitar alguna situación incómoda —Sabes lo que implica, Joe —le recalcó.

      —Prefiero ello a verte todo un fin de semana comiéndote las uñas, intentado regresar al colegio para terminar con discusiones angustiantes y sobre todo enfrentar tus miedos.

      —A casa, mi madre hará un escándalo de ello si voy con mis abuelos.

      Asintiendo con la cabeza, Joe dejó por un momento a Natle tranquila, cargarla con preguntas y nuevas soluciones solo la dejarían exhausta y malhumorada, la conocía tan bien que podía incluso pronosticar cada movimiento suyo.

      El viaje de regreso a casa transcurrió en completo silencio, mientras que la emisora era lo único que aliviaba el tenso silencio, pero Joe hizo lo posible para llegar a casa entre la cena y la hora de acostarse, evitaría todo lo concerniente a discusiones para que Natle estuviera bien.

      Agotada, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, la canción de fondo I SEE STARS - Calm Snow se repetía una y otra vez en su cabeza, pero de la nada, entre una niebla y una pequeña luz vio el rostro de aquel joven que la obligó a regresar a su cuerpo, ver su imagen era entre borrosa, por más que intentaba verlo de manera nítida, sus ojos no le ayudaban a enfocar a esa persona de manera correcta, él estaba de pie frente a ella, pudiendo ver por primera vez con claridad el color de sus ojos, uno verde y otro azul, el movimiento de sus labios pudo distinguirse y el sonido inconfundible de su voz, áspera, ronca y masculina, prometiendo algo que ni ella misma entendía Te encontraré. Lo prometo, te encontraré.

      ¿Por qué? le cuestionó