Jonathan Maberry

Polvo y decadencia


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pequeño.

      Era una de sus rutinas más antiguas, y Benny respondió como se esperaba de él: de manera inapropiada. Tom le dio el esperado sermón sobre su lenguaje.

      Incluso ese ritual, tan practicado y obsoleto como se había vuelto, hizo sentir bien a Benny. Especialmente con Nix sentada a su lado. Él buscó algo que decir que le hiciera merecer una de sus sonrisas. Las sonrisas de Nix, que habían sido libres y plenas hasta antes de la muerte de su madre, se habían vuelto tan raras como las piedras preciosas. Benny habría dado gustoso todo lo que poseía para cambiarlo, pero como dijo Chong una vez, “no todo lo averiado se puede arreglar”. En aquella ocasión —hacía un año, cuando Benny intentaba conectar un cuadrangular y acabó rompiendo la ventana frontal de la tienda de Lafferty— había pensado que la observación era estúpida. Ahora sabía que era profunda.

      Tantas cosas indeseables habían ocurrido en el último año… pero aquello ya pertenecía al pasado, y nada —ni desearlo, ni la fuerza de voluntad, ni las oraciones nocturnas— podía cambiarlo.

      La madre de Nix había muerto.

      Eso no se podía remediar.

      —¿En qué estás pensando? —preguntó Morgie con una mirada de sospecha.

      Todos voltearon hacia Benny, quien dedujo que probablemente le habían hecho una pregunta pero estaba tan sumido en sus pensamientos melancólicos que la había ignorado.

      —¿Qué? Oh… sólo pensaba en el avión —mintió Benny.

      —Ah —exclamó Chong secamente—. El avión.

      La nave, y todo lo que ésta simbolizaba, era un enorme monstruo silencioso que los había acechado desde que volvieron el pasado septiembre. El avión significaba partir, algo que Nix y Benny harían pronto pero no Chong y Morgie. Tom lo llamaba un “viaje”, sugiriendo que en algún momento volverían, pero Benny sabía que Nix no tenía intenciones de regresar a Mountainside. Lo mismo probablemente sucedía con Tom, quien aún seguía afligido por la pérdida de Jessie Riley. Benny, sin embargo, sí quería volver. Quizá no para instalarse por siempre, pero al menos para ver a sus amigos. Una vez que partieran, sin embargo, él estaba casi seguro de que su ausencia sería permanente.

      Era un pensamiento horrible y desgarrador, siempre latente, aunque a ninguno de ellos le gustaba hablar de aquello.

      —¿Ese maldito avión otra vez? —se quejó Morgie y agitó malhumoradamente la cabeza.

      —Sí. Pensaba ir a la biblioteca mañana para ver si tienen libros sobre aviones. Quizás encuentro el que vimos.

      —¿Por qué? —insistió Morgie.

      —Si sabemos qué tipo de avión es —intervino Nix— podríamos comprender su alcance. Tal vez no pudo cruzar el país. O tal vez pudo venir desde Hawái.

      Morgie estaba confundido.

      —Pensé que habían dicho que llegó desde el este y que se fue en esa misma dirección.

      —No son controladores de tráfico aéreo, Morgie —agregó Chong—. Entre más puedan aprender sobre el avión, más posibilidades tendrán de encontrarlo. Supongo.

      —¿Qué es un controlador de tráfico aéreo? —insistió Morgie.

      Eso le permitió a Chong dirigir la conversación lejos del viaje y hacia la historia previa a la Primera Noche. Benny miró de reojo a Nix, ahí estaba: apenas el más ligero atisbo de una sonrisa. Ella alcanzó su mano por debajo de la mesa y le dio un rápido apretón.

      Tom, que había estado observando la escena, ocultó una sonrisa detrás de su taza mientras terminaba de beber su té. Después la depositó sobre la mesa con un estruendo; todos los ojos voltearon a verlo.

      —Bien, mi joven Jedi… es hora de entrenar.

      Todos se pusieron en pie, pero cuando se dirigían hacia fuera, Morgie dio un codazo amistoso a Chong en las costillas.

      —¿Qué es un Jedi?

      DEL DIARIO DE NIX

      Cosas que sabemos sobre los zombis, parte 1

      Son seres humanos muertos que de alguna forma se reanimaron.

      No pueden pensar (Tom está bastante seguro de ello.)

      No necesitan respirar.

      No sangran.

      Son torpes y lentos.

      Pueden hacer algunas cosas (caminar, sujetar, morder, tragar, gemir).

      Rara vez usan herramientas (Tom dice que algunos recogen piedras o palos para tratar de entrar en las casas; pero dice que es verdaderamente inusual).

      No son muy hábiles en sus movimientos (aunque Tom dice haber visto a algunos girar picaportes, los zoms sólo suben escaleras cuando persiguen una presa. Jamás se los ha visto escalar con las manos un plano vertical).

      *¡Son realmente aterradores!

      3

      —Yo soy una despiadada y temible máquina destructiva corta-cabezas asesina de zombis con vista de águila —declaró Benny Imura—. Y por eso voy a…

      Nix Riley apartó su espada de un movimiento y lo golpeó en la cabeza.

      —¡Auch! —gritó Benny.

      —Sí, eres totalmente temible —dijo ella—. Creo que voy a desmayarme.

      —¡Auch! —dijo él más sonoramente para poner énfasis en su queja, en caso de que alguien no la hubiera escuchado.

      Chong y Morgie estaban sentados en la mesa de pícnic. Tom se recargaba contra el gran roble en la esquina del jardín. Lilah estaba sentada con la espalda apoyada en la cerca. Todos se reían de Benny.

      —Adelante, búrlense —gruño, agitando frente a ellos su bokken—. Ella me golpeó cuando yo no estaba mirando.

      —Pues… no dejes de mirar —sugirió Chong.

      Morgie fingió toser en su mano mientras le decía “¡perdedor!”.

      —Un poco de concentración podría serte útil —dijo Tom—. Quiero decir… ya que el viaje es dentro de una semana y tú entrenas para salvar la vida. Si quieres sobrevivir, debes ser un guerrero inteligente.

      Tom había insistido tanto en su programa del “guerrero inteligente” que Benny estaba considerando seriamente renegar de su hermano.

      Aunque apenas comenzaba el mes de abril, se sentía como si estuvieran en pleno verano, y Benny vestía únicamente una camiseta empapada en sudor y unos pantaloncillos cortos. Los meses de entrenamiento lo habían endurecido, ya había ganado algo de músculo en brazos y hombros. Echó atrás esos hombros tensos y lanzó a Nix una mirada de acero.

      La chica levantó su espada de madera y con voz fuerte y clara anunció:

      —Voy. A. Agitar. Mi. Espada. Ahora.

      —Qué gracioso —adujo Benny apretando la mandíbula. Levantó su espada, codos y rodillas doblados en perfecto ángulo, el peso apoyado firmemente en los pies, la punta de la bokken al nivel de sus ojos, su cuerpo en un ángulo que facilitaba el ataque y protegía sus vulnerabilidades. Podía sentir la tensión en sus brazos. Con un potente y feroz grito que hubiera congelado el corazón del enemigo en los campos de batalla de la era samurái, atacó, blandiendo su espada para dejarla caer con absoluta contundencia sobre su adversario.

      Nix bloqueó el lance y le golpeó la cabeza.

      Otra vez.

      —Auch —reclamó Benny.

      —Así no se hace —dijo Lilah.

      El chico se frotó la cabeza y miró a la Chica Perdida entrecerrando los ojos.

      —No, ¿en serio? —se quejó malhumorado—. ¿No debo hacer los bloqueos