matorrales de moras y retoños de árboles bajo su poderosa masa.
Benny llegó hasta el roble de Nix y siguió corriendo. Ella iba a su lado, y ambos continuaron a máxima velocidad por el corredor de viejos robles, dirigiéndose a una abertura que bien podía haber sido un camino rural o un cortafuego. Benny lo señaló mientras corría y Nix asintió. Había una oportunidad de que pudieran girar a la izquierda en el último roble, cruzar rápido por la brecha y llegar a la arboleda de pinos. Benny pensaba que podrían llegar hasta Chong por detrás, detenerse lo suficiente para hacerlo entrar en razón, y correr de vuelta los tres hacia los robles.
En la brecha se detuvieron por un momento y miraron alrededor, buscando a Tom y Lilah. Benny los divisó, pero estaban en el extremo opuesto del rinoceronte. Lilah trepaba un álamo. Tom estaba rodeando para tratar de cortar la trayectoria del animal hacia el muro de pinos.
—¡Hey! —gritó Tom—. ¡Aquí! —saltaba una y otra vez, agitando los brazos. Al no obtener respuesta, disparó al aire. Eso funcionó. El rinoceronte derrapó para detenerse y fijó sus malvados ojos hacia su nueva presa. Benny esperaba que para ese punto el animal ya estuviera fatigado, luego de perseguir una presa y luego otra. Pero no tuvieron tanta suerte.
—Parece muy, pero muy enojado —dijo Nix.
El rinoceronte bufó desafiante, golpeó el suelo con la pata como un toro, se tensó y entonces se lanzó directo contra Tom.
—Oh, diablos —exclamó Benny, pero no se refería al peligro en el que estaba su hermano. Seguramente él tenía un plan. Tom siempre tenía un plan. No, percibió un movimiento en los pinos y vio a Chong que salía de su escondite para mirar lo que Tom y el rinoceronte estaban haciendo. El rinoceronte giró su cabeza de inmediato cuando detectó al chico.
—Oh, por amor de… —comenzó a decir Benny, pero prefirió conservar el aliento para correr.
Chong era más listo que Benny, pero en estado de pánico no usaba el cerebro. Los rinocerontes no eran como las personas, los gatos, los perros y las aves de caza. No eran depredadores naturales. A pesar de su formidable fuerza y tamaño, la criatura había evolucionado para protegerse. Los depredadores tienen ojos que miran al frente. Las presas tienen ojos a los lados de su cabeza, normalmente para permitirles ver las amenazas que se aproximen desde cualquier flanco. En este caso…
Una vez más el rinoceronte giró para dirigirse hacia Chong, quien dio media vuelta y corrió de vuelta a los pinos.
—¿Por qué insiste en perseguir a Chong? —preguntó Nix mientras corrían.
—Porque él insiste en dirigirse a los pinos —gruñó Benny.
—Sí, pero ¿por qué?
Tom volvió a disparar. Esta vez, el rinoceronte lo ignoró y siguió cargando en dirección a Chong. Tom gritó más fuerte y saltó una y otra vez, pero el rinoceronte tenía los ojos fijos en Chong.
—¡Por ahí no!
O Chong no alcanzaba a escuchar, o estaba demasiado asustado para prestar atención.
Benny y Nix se dirigieron hacia el cortafuego cubierto de maleza, cruzaron por entre las hierbas que les llegaban a la altura del pecho y tomaron rumbo hacia los pinos para llegar por detrás de Chong y guiarlo fuera de ahí. El final de la hilera de pinos se encontraba a cincuenta metros de distancia. Benny se percató de que la hierba y los arbustos en ese lugar ya habían sido aplastados por las enormes patas del rinoceronte, como si hubiera pasado por ahí cientos de veces.
Benny iba sólo un paso detrás de Nix. De pronto ella gritó y salió volando sobre la hierba metro y medio por enfrente del chico. Benny no tuvo manera de detenerse a tiempo, su pie se atoró en algo y también cayó. Aterrizó sobre las piernas de Nix, y el impacto la hizo soltar un fuerte alarido.
—¡Uf, lo siento! —se disculpó Benny mientras rodaba rápidamente hacia su izquierda.
Entonces se encontró de frente con los ojos de un zom.
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