Jorge Ayala Blanco

La lucidez del cine mexicano


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ocasiones tan notables como La frontera infinita de Juan Manuel Sepúlveda, 2007, o Lecciones para Zafira de Carolina Rivas, 2010) y de recreaciones tan antihollywoodescamente respetuosas como El Norte de Gregory Nava (1983) y Sin nombre del estadunidense independiente Cary Fukunaga (2009), con miras a producir, sin rodeos ni demasiados escrúpulos antes las descarnaduras, una inopinada pero innegable lucidez fatídica, como sigue.

      La lucidez fatídica se vuelca sobre las desventuras y padecimientos de una muchacha común. A diferencia de la mayoría de los migrantes centroamericanos que cruzan hacia el Norte por hambre o en busca de Una vida mejor (Chris Weitz, 2011, con Demián Bichir), Sabina Rivas va en pos de un sueño, persigue un sueño, que no es precisamente el Sueño Americano, sino el de su realización individual como bailarina y cantante. Es soñadora y un tanto pueril en sus aspiraciones, una heroína que resulta atípica en este tipo de martirologios ejemplares y edificantes que bordean la sociopolítica y la concientización ciudadana. Un personaje acaso endeble y contradictorio, como ya lo era en otro terreno fértil de la negatividad el de la notable Miss Bala de Gerardo Naranjo (2011), pero que permite eludir la retórica del héroe positivo, tanto como la del negativo, superando desde la base de la sobrevaloración de sus limitadísimas aptitudes para el canto y su frenético entusiasmo casi infantil, cual sorpresiva resistencia moral contra una orgiástica oleada de maniqueísmos, esquematismos y facilidades telenoveleras. Terca hasta lo absurdo y temerariamente decidida hasta el vencimiento conclusivo (“Yo me voy, se lo juro como que me llamo Sabina Rivas”), pero ya tan bien adaptada y condicionada por el oficio puteril que se le encuerará por la noche al púdico barquero generoso, queriéndole pagar en vano por sus bondades, y sólo hallará una desarmante frase para rechazar los chantajes sentimentales de Doña Lita que para reengancharla se le ofrenda como madre sustituta (“No me diga eso, que mi mamá fue como un animal”). Rumbo al castigo de los malvados del melodrama (Burrona, Jovany), la tragedia en torno de Sabina ya puede darse el lujo de plantearse ante todo crucefatídica y cursifatídica, pues ¿cuál sería la diferencia fundamental entre ingenuidad de concepción-visión y cretinismo escénico-formal sublime pomposo?

      La lucidez fatídica acoge su dramaturgia a supuestas garantías absolutas. Desde posturas y con planteamientos poshollywoodenses aunque prebrechtianos. El difícil arte facilón de hacer ojeteces ostentando un cuerpo plenamente tatuado se cultiva por el Jefe Mara como feroz garantía veloz de caracterización absoluta quasi ideológica. En contraposición, el fácil arte dificilón de tomar temerosas decisiones autodenigrantes a última hora es cultivado con rapidez de rayo por el sigiloso Jovany como garantía de serpentino sigilo absoluto en trance de rondar por las noches por las habitaciones de Sabinita, intentar vengarla salvajemente o abalanzarse contra un cipote compañero de infancia charrúa para fulminarlo de un tiro en el pecho. El mascarita a perpetuidad Cosío funge como garantía de infernal grotecidad absoluta y su asqueante lógica irrebatible (“¿Qué te importa una encamada más, puta de mierda?”). La flaquita Deisy como garantía de frágil lozanía absoluta meramente plástica y encuerada perpetua que parece más cuando está más vestida y que aprovecha la soledad para deprimirse o irse a bailar technodance en un local ad hoc para perplejidad colectiva de sus congéneres por edad. Los diálogos ultraexplicativos como garantía de presentar de entrada y sopetón al mismo tiempo tanto a los personajes como a la índole proyectovital-temporal-geográfico-existencial-metafisicohartante absoluta de sus conflictos (“Usted sabe que yo le prometí estar medio año nomás para sacar lo suficiente y seguir pa’arriba, y ya llevo ocho meses, se lo juro por Diosito que el año no lo cumplo aquí, primero muerta, mi lugar es en los gabachos, allí sí voy a poder sobresalir, y uf”). Las parrafadas discursivas a media película como garantía del desarrollo relacional absoluto de las chatísimas criaturas en presuntos registros multidimensionales, como esa Doña Lita rollando a la infeliz apabullada Sabinita a bordo de la barca (“Debes aprovechar el encuadre de los astros y no desperdiciar las buenas rachas, debes tomarlo como una prueba, desde el más allá quieren saber hasta dónde llega nuestra fe, tú sabes que eres como mi hija, estas acciones son los escalones para llegar al cielo, estoy para abrirte las puertas, pero esto tiene un costo y un porcentaje como todo en la vida, no te voy a cortar las alas ni tus sueños, ¿de acuerdo?”) revelándose de pronto como astrológica creyente esotérica, fanática religiosa, paternalista madre sustituta ultraedipizadora, pragmática metalizada y solidaria misericorde, a la vez y más lo que se junte esta semana, toda hecho bolas y sin fáctica corporeidad mayor, para acabar elevando al no-personaje femenino a bragada excelsa pistola en mano para contener al atrabiliario agente disminuido (“Usted aquí no es nadie, aquí no es más que un simple delincuente”) como en sainete migratorio y luego irse a buscar foto en mano por todos los congales a su injerto de hija pródiga y oveja descarriada. Un supuesto carisma bendecidor del barquero barbicanoso como garantía de preclara conversión en caricaturesco líder victimológico a lo instantáneo Javier Sicilia sin sombrerito de Indiana Jones pero aun así movilizador de masas en agitada revuelta autosacrificial para sacarle plusvalía insurreccional a una supuesta hija asesinada (“Lo único que puede unirnos es el dolor”) con metafórica respuesta inmediata rumbo a la insurrección anárquica (“La ley tiene más vueltas que el Suchiate”). El secreto incestuoso revelado a cuentagotas desesperadas en la nocturnidad como garantía de asfixiante bochorno folletinesco absoluto (“No puedo olvidar lo que sucedió esa noche, los gritos de mamá, las vomitadas de papá”). Una reunión culinario-alcohólica de alto nivel conspiratorio, teniendo como centros a un avieso licenciado Cossío (José Sefami) y a un torvo Generalazo Valderrama (Dagoberto Gama aún creyéndose vibrante prócer Morelos al revés), como garantía de explicitación absoluta de las posesiones del dominio territorial cual estampita escolar del reparto de Polonia o de la estrategia a seguir entre estadunidenses representados por los generales Henry Fonda con Charlton Heston y James Coburn más algunos nipones encabezados por Toshiro Mifune resolviendo en el papel la Batalla de Midway hacia el aún candente 1976 (“De Tapachula al norte para ustedes, de Tapachula al sur para nosotros, y el río para los tatuados”). Te cambio tu victimación oprobiosa por nuestra ambición específica y sus garantías absolutas.

      La lucidez fatídica confunde la obsesión temática con la redundancia caracterológica. Antes que aspirar a ser criaturas humanas o seres de carne y espíritu, cada personaje representa una forma límite de lo fatídico, un tema candente y fatídico en sí. El tema candente y fatídico de la degradación para sobrevivir está representado por Sabina duplicando su but of course con un but of curse. En concordancia y en paralelo con el anterior, el tema candente y fatídico de la deshumanización del adolescente atascado en su viaje hacia el sueño americano está representado por el mercurial Jovany. El tema candente y fatídico de la corrupción policiaca está representado por Burrona / Chavita con doble vida a lo proxeneta Andrea Palma en Aventurera (Alberto Gout, 1949), tanto como por su camarada Sarabia, ambos por añadidura encubierto traidor nato como todo maldito mexicano quintaesenciado que se respete. El tema candente y fatídico de la vieja trata de blancas desaguando en la nueva esclavitud está representado por la acre manipuladora Doña Lita y en segundo plano por el doble filo del agente migratorio-lenón Artemio / Don Chavita. El tema candente y fatídico de la pudrición suprapartidista del sistema político mexicano en su conjunto está representado por el cónsul Don Nico de cursilírico abordaje sensual citador de López Velarde (“Quiero raptarte en la cuaresma opaca / sobre un garañón y con matraca / y entre tiros de la policía”), el general Valderrama de paralógica implacable (“Todos andan con sus ambiciones” / “Pues que anden con quien quieran, pero ni eso les vamos a dejar”) y el licenciadazo Cossío, ¿quiénes mejor? El tema candente y fatídico de la hipócrita penetración del gobierno estadunidense en el statu quo del tráfico humano está representado por el sádico agente gringo Patrick, hasta con estelares momentos dignos del vesánico hermano pedófilo Tom Burke ejecutado en los bajos fondos del Bangkok de Sólo Dios perdona (Nicolas Winding Refn, 2013). El tema candente y fatídico del prepotente abuso de la violencia implementada como regla omniaceptable está representado por el Jefe Mara Poisson cuyo nombre afrancesado y cuya figura inquietante en efecto tienen algo de pez y de veneno adelgazado y líquido. El tema candente y fatídico de la incapacidad para enfrentar la degeneración provocada por el ejercicio de la prostitución está representado por la semidiota amiga llena de telarañas seudorreligiosas Thalía, así bautizada en homenaje al revés a ya saben quién. El tema candente y fatídico de la rebeldía