de espacialidad textual en los últimos poemas, así como, en lo que concierne incluso a los poemas de la fase intermedia misma, se mostrará la variedad, hasta ahora desatendida, en la articulación de experiencias vividas, imaginadas y metafóricas del espacio.
A diferencia de la representación espacial, la cual ha gozado de la atención, aunque parcial, de la recepción crítica, el desempeño del hablante lírico junto con la concepción de subjetividad que le subyace son temas prácticamente inexistentes en los comentarios académicos a la poesía de Aurelio Arturo. El vacío crítico sorprende sobre todo a la luz de las diferencias fácilmente cotejables a este respecto a lo largo de la obra. Aunque a Pabón Díaz habría que atribuirle el mérito de haber registrado las variaciones en el uso de los pronombres, el juicio final según el cual “[e]l principio organizador de los poemas es el Yo del poeta que aparece manifiestamente en la gran mayoría de ellos [...]” (1991: 179) no contribuye de modo significativo a la comprensión del devenir de la subjetividad tal y como se articula en los versos. En la atención a las modulaciones del hablante lírico, en la pesquisa por el modelo de subjetividad que les corresponde, así como en la aspiración a describir las sucesivas transformaciones como producto de un proceso arquetípico, el presente estudio procurará, en consecuencia, llenar el vacío existente.
Aunque la mayoría de poemas de juventud no ven dos veces luz editorial en vida de Aurelio Arturo –cuando se publican por primera vez el autor no pasa de los 23 años–, puede decirse que ellos contienen in nuce mucho de lo que configurará después la obra posterior, una de las más consagradas de la poesía colombiana del siglo XX. Me refiero, sobre todo, al interés por la percepción del espacio, por los avatares de la subjetividad y por la situación de la palabra poética en relación con el tiempo en el que surge. Cada una de las tres partes del presente libro se organiza en los siguientes cuatro momentos: la exposición de los conceptos de espacio y subjetividad, en primer y en segundo lugar; la contextualización histórica y literaria, como tercero; y, finalmente, el análisis textual de los poemas de Aurelio Arturo.
En esta primera sección, después de una descripción de las categorías de análisis que proponen Marie-Laure Ryan y Katrin Dennerlein para el análisis de la representación literaria del espacio (“El espacio del mundo narrado como categoría de análisis”) y luego de catalogar los espacios a los que, de acuerdo con dichas categorías, se hace referencia en los poemas (“El campo, la ciudad, el mar: el espacio exterior”), me ocupo de exponer la terminología en torno a las instancias narrativas de mediación (“Las instancias de mediación”) y al modelo de subjetividad que les subyace (“La subjetividad colectiva”). A continuación, trazo el panorama de la modernización en los años veinte (en el apartado con ese mismo título), pues ese contexto hace comprensible el trasfondo de las ideas estéticas y políticas del joven Arturo (“La tierra y el arte americanos”). Un paso por la obra de dos autores representativos de la comprensión del espacio para la década en cuestión, Rafael Maya y José Eustasio Rivera (“Rafael Maya y el paraje ameno [locus amoenus]”, “José Eustasio Rivera y la selva”), pondrá a disposición junto con los apartados anteriores las herramientas para el análisis del poema arturiano “Ésta es la tierra” (1929).
El espacio del mundo narrado como categoría de análisis
Para analizar la representación del espacio en los primeros poemas de Aurelio Arturo acudiré a una selección de la terminología que proponen dos trabajos narratológicos recientes: el artículo “Space” a cargo de Marie-Laure Ryan (2014) en The living handbook of narratology y la monografía Narratologie des Raumes de Katrin Dennerlein (2009).
De acuerdo con Marie-Laure Ryan, el “espacio narrativo” (narrative space) puede definirse como “el entorno físicamente existente en el que viven y se mueven los caracteres [the physically existing environment in which characters live and move]” (2014: párr. 5). Este espacio narrativo se presenta, según Ryan, en diferentes capas: los “marcos espaciales” (spatial frames) son los alrededores inmediatos de los sucesos narrativos –una casa, un salón–; el “lugar de ambientación” (setting) es el entorno geográfico e histórico-social en el que tiene lugar la acción –un pueblo medieval, una metrópolis contemporánea–; el “espacio argumental” (story space) es el espacio marcado por las acciones y los pensamientos de las figuras independientemente de que funcionen o no como escenarios inmediatos de los sucesos –una localidad recordada, un destino turístico con el que se fantasea–; el “mundo narrativo (o argumental)” (narrative [or story] world) es el mismo espacio argumental, pero convertido por la imaginación del lector en un todo coherente y unificado –el continuo implícito en el que el lector sitúa, para continuar con el ejemplo, la localidad recordada y el destino turístico futuro–; el “universo narrativo” (narrative universe), finalmente, es el mundo espacio-temporal que el texto presenta como actual, más todos los mundos mentales construidos por los personajes (Ryan, 2014: párrs. 6-10).
Katrin Dennerlein, por su parte, se basa en la representación cotidiana del espacio para definir el “espacio del mundo narrado” (Raum der erzählten Welt) como el conjunto de “aquellos objetos que, con una diferenciación entre adentro y afuera, representan un entorno (potencial) de las figuras: algo en lo que las figuras pueden encontrarse y en lo que pueden entrar” (2009: 196).28 Los sitios o puntos (Stellen) dentro de este entorno son “lugares” (Orte). El término general que agrupa espacios, lugares y objetos topográficos –objetos localizables en la superficie terrestre– es “circunstancia espacial” (räumliche Gegebenheit). Por último, con “espacio de la narración” (Erzählraum) y “espacio narrado” (erzählter Raum) se designa, respectivamente, la región de acontecimientos en donde tiene o no tiene lugar el “acto narrativo” –Erzählakt– (Dennerlein, 2009: 237-240).
En el presente estudio y, de modo particular, en esta primera parte, optaré por el instrumentario sistematizado por Dennerlein (2009), cuya definición del “espacio del mundo narrado” resulta a mi juicio más precisa que la definición de “espacio narrativo” de Ryan (2014). Objeto de atención será, entonces, todo aquello que funcione como entorno potencial de las figuras, que tenga un adentro y un afuera y que se estructure como contenedor. Sin embargo, cuando el objeto así lo requiera y dado que las terminologías de Dennerlein y de Ryan son más complementarias que antitéticas, acudiré también a los términos de esta última. Por ejemplo, las tres primeras modalidades del “espacio narrativo” de Ryan –spatial frames, setting y story space– bien pueden asumirse como aspectos del “espacio del mundo narrado” de Dennerlein.
En el caso de ambas propuestas categoriales se trata de una terminología útil para identificar el espacio que denotativamente se marca en el texto. Sobre la base de dicha identificación, atenderé al modo como el espacio del mundo narrado se semantiza y qué tipología se desprende de los diferentes sentidos con que se lo dota. Para otro tipo de relaciones espaciales, como es el caso de aquellas en las que no prima la representación