y cuando esta ambigüedad termina se establece el núcleo estable en la identidad de género. Concluyó entonces que la identidad de género estaba determinada por las fuerzas psicológicas posnatales, publicando el término “identidad de género” en 1966, para establecer esta nueva clínica para transexuales (11).
El sexo biológico en el siglo XIX se transforma en género en el XX, y será el discurso del Otro; deseo y goce del Otro como determinantes. Sin embargo, desde el psicoanálisis podemos hacer dos objeciones a lo anterior:
La pulsión concebida por Freud (1914) como expresión de la sexualidad humana, fundamentalmente acéfala, asexuada, se presenta como un concepto ambiguo inasimilable, inestable, al sistema del pensamiento psicologizante tal como lo expresa Lacan, (12) ya que la pulsión agujerea como satisfacción singular, propia de cada sujeto dicho sistema quedando por fuera de él.
¿Qué lugar queda para la elección en lo subjetivo?
El descubrimiento de Freud del inconsciente, es la muestra de que se elige y se rechaza al mismo tiempo algo, de un gozar y sufrir de lo mismo. Es el sujeto del inconsciente en el síntoma histérico por ejemplo. Freud lo circunscribe en su trabajo “La sexualidad en la etiología de la neurosis”, de 1898, y lo reitera al final de su obra en “Escisión del yo en los procesos de defensa”, donde propone una elección desde el sujeto del inconsciente que determinará su destino en una estructura: neurosis, psicosis, perversión, es decir, una organización defensiva a partir de la cual el sujeto dispondrá o no de los recursos que le permitirán ubicarse en una posición sexuada desde donde dirigirse al Otro sexo.
La elección propuesta por Freud es constitutiva de lo subjetivo, anterior y necesaria a la estructuración subjetiva para la definición sexual. Elección planteada por Freud en la primera infancia, de donde en la neurosis, en términos de elección, es un no elegir, el sujeto conserva la satisfacción y la restricción permitiendo ambas satisfacciones, al precio de sus síntomas, la histeria o la neurosis obsesiva, que no es lo mismo que decir, posicionarse como una mujer o como hombre respectivamente. En las psicosis: alucinaciones, delirios, fragmentación corporal, el sujeto del inconsciente eligió el rechazo del Otro, la libido queda en el yo, no es posible dirigirla al Otro, no le es posible el lazo, se encuentra fuera de discurso y de la posibilidad de ubicarse como hombre o como mujer respecto de su goce. O en la perversión, fundamentalmente en el fetichista, en la que no hay más que la fijación libidinal, la repetición de una escena fantasmática siempre la misma en la que el objeto es no humano, aunque lleve sus marcas. Prescinde aquí no sólo de su posición sexuada sino hasta del cuerpo del otro.
Encontramos así que la anatomía no es destino para todos, aunque importe, y que sólo en la neurosis existiría la posible diferencia sexual, la posibilidad de dar una significación a la satisfacción que se siente en el cuerpo, Freud la llamó significación fálica, que exige una necesaria articulación a la ley, ley que remite al amor al padre, a la palabra, al lenguaje, que introduce la castración del goce elevando el órgano a una función, la función del falo.
Sin embargo, para Freud, en “Metamorfosis de la pubertad”, esta función fálica que da estabilidad a la identidad sexual recién se alcanzaría en la genitalidad, es decir es pos-puberal. Genitalidad: que es el tiempo dos, de verificación, de puesta a punto de la pulsión respecto de un tiempo Uno, infantil, inicial, primario, asexuado, perverso-polimorfo. Genitalidad que daría para él, lo “normal”, la norma-male, “norma macho” y tanto hombre como mujer están en relación a ella y resultan de una significación: tener o no tener el falo.
En esta dirección, Michel Silvestre en su artículo “La neurosis infantil según Freud” (13) postulaba que lo que producía el pasaje de la sexualidad infantil hacia la adulta y su diferencia, era la experiencia del deseo del Otro, pero ya no bajo las formas del deseo de la madre, en la pregunta: ¿qué quiere mi madre?, sino en la pregunta: ¿qué quiere una mujer? El deseo del Otro con el formato del deseo enigmático de una mujer, no-toda madre, de la que no se sabe lo que quiere. Para él, lo que le falta al niño para ser adulto sería: el encuentro sexual con el Otro del sexo, la mujer barrada como encuentro de los cuerpos, marcando un antes y un después. Con Lacan, para tener que enfrentarse con ese decir Otro, Otro/barrado, no hay que esperar a tener cierta edad, no hay que esperar porque no está excluido que en una familia haya una mujer que sea no-toda madre.
Podemos plantear la siguiente pregunta: ¿Es el encuentro con una madre –no toda madre– la que da el acceso al hijo a una mujer en el encuentro sexual y lo significa como hombre? O, ¿es el encuentro sexual el que significaría el goce como hombre o como mujer?
¿No es en el encuentro de los cuerpos a través del llamado acto sexual, justamente allí, en el encuentro con el Otro sexo, que se juega de modo más irreductible lo que llamamos castración, lo que según Lacan llama “No hay proporción/relación sexual”? No es el acceso al acto en la adolescencia enfrentarse muchas veces a la frustración, el fracaso, el malestar, precisamente por ser el encuentro con lo hétero.
Es que hubo para Freud un tope, la existencia de una satisfacción no localizable que llamó “Continente negro”: lo femenino que quedó sin resolver.
Lacan en 1946, cuando toma el tema de la elección siguiendo esta lógica de la estructuración subjetiva propone lo que llamó “La insondable decisión del ser”, para situar una toma de posición inconsciente en un tiempo anterior a la constitución subjetiva: la decisión del ser, de un ser que en ese momento es vacío (14), S1, sólo marca significante, que no es aún sujeto del inconsciente incluido en el lazo de un discurso, pero aún así, puede aceptar o no estar bajo el predominio de lo simbólico. Es decir que podría decidir que no, quedando en el lenguaje, pero por fuera del discurso, como en las psicosis o el autismo. Esta insondable decisión está causada por una elección inconsciente que él llama forzada, 20 años más tarde en 1964. Lo forzado no se refiere a un apremio del otro, sino a lo que perderá: la bolsa o la vida, ambos términos definirán su futuro: una vida sin bolsa o la bolsa a costa de la vida, es forzada a perder algo ya que implica una pérdida, sin la cual, no hay elección. Ese mismo año, esta toma de posición la ubicará en otro texto, desde otro lugar, proponiendo “una elección de separación” posibilitada desde una modalidad de satisfacción pulsional, es decir, separarse de las determinaciones de este Otro preexistente para ubicarse desde su singularidad, elección que le dará una posición inicial de goce inconsciente propia. De este modo, Lacan permitió ir más allá del mito edípico en Juanito a una posición sexuada inconsciente femenina, aunque su elección de objeto fue hétero y su identificación viril imaginaria. O en el caso del Hombre de los Lobos que situó los rasgos de identificación viril diferentes de los de identificación femenina en los síntomas intestinales; como en Schreber, situar el “empuje a la mujer” no como una posición sexuada, sino como una defensa ante un goce aniquilante.
El Edipo freudiano sólo permite pensar la posición sexuada inconsciente desde la identificación dejando fuera la posición de goce.
Lacan avanza en esta línea, y al final de los ’60, (15) nos recuerda la importancia de la familia conyugal para la constitución subjetiva del niño, diciendo: en la posibilidad de transmisión de un deseo que no sea anónimo y que más allá de juzgar las funciones de madre y padre definirá el lugar del niño: que podrá ubicarse como síntoma de la pareja parental, es decir como la verdad de la pareja en esa familia, o más delicado aún, advierte, cuando el síntoma depende sólo de la subjetividad de la madre… cuando entre la identificación al ideal del yo y su deseo no tiene mediación asegurada por nadie ni por nada que haga las veces de función de padre, y sentencia, deja al niño abierto a todas las capturas fantasmáticas, y el niño saturaría el modo de falta específico del deseo de la madre.
¿Podremos ubicar allí, estas nuevas modalidades de presentación de los síntomas en los niños? ¿Estas fijaciones precoces en una identidad sexual o en los cada vez más abundantes rechazos del Otro de los autistas?, ¿son estos los efectos de esas elecciones? O será, en cambio, la existencia del predominio de un goce autoerótico en el niño… ¿como leemos en una entrevista de Gustavo Stiglitz a Éric Laurent en 2017? (16) o en la conferencia este año dada