La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
que, al estar disueltas las Cortes, ya no ejercía el cargo y no podía hacer nada como representante de dicha institución. No obstante, como dirigente político, Melquíades Álvarez rechazó al régimen autoritario implantado por eliminar las libertades del ciudadano. Y el 12 de noviembre de 1923, Melquíades Álvarez, junto con el conde de Romanones, entregaron un documento a Alfonso XIII en el cual apelaban al deber de convocar las Cortes en un plazo de tres meses. El conde de Romanones describió la entrevista con el monarca «tan breve como poco cordial», pues no le gustó la petición y le reprochó su actitud por cuestionar su función como rey.67
Los socialistas condenaron de modo pacífico la sublevación militar y requirieron a los trabajadores una reflexiva quietud, ya que entendieron que su finalidad no era luchar contra la sedición militar. No podían exponerse a litigios contra el régimen dictatorial, pues el objetivo principal era evitar a toda costa que se perdieran las conquistas sociales alcanzadas hasta ese momento. No respaldarían un sistema constitucional donde la clase trabajadora no había sido suficientemente reconocida, y el Partido Socialista había intervenido poco en la vida política del país y en la legislación social que tanto repercutía en el sector laboral que ellos defendían. Por ese motivo, aunque el gobierno autoritario eliminara las libertades públicas y privadas, se apeló a la prudencia y no a actitudes beligerantes. Querían permanecer como fuerza política y sindical y no estimaron la propuesta de otros grupos proletarios de crear un «frente único» común.
El ‘frente único’
Antes de implantarse el régimen de Primo de Rivera, el Partido Comunista, en el Congreso celebrado el 15 de marzo de 1922, decidió conformar el «frente único» con la Confederación Nacional de Trabajadores y el Partido Socialista. Su propósito era dirigir la revolución proletaria y, para ello, todas las fuerzas obreras de similar ideología debían permanecer unidas para alcanzar mejor sus objetivos de clase. La Comisión Ejecutiva Socialista rehusó dicha idea, especialmente Largo Caballero, que en dos artículos publicados en El Socialista el 17 y el 24 de junio de 1922, abordó este tema. Estimó que no podían unirse a la CNT porque su táctica y contenido ideológico eran «diametralmente opuestos» a los del socialismo. Rechazó los métodos revolucionarios que utilizaban para lograr sus pretensiones, pues creía que el esfuerzo de los trabajadores no debía ir encaminado a esos procedimientos.68 A la relación con el Partido Comunista la calificó de muy negativa por la «dirección divisoria y desorientadora» que habían realizado al producirse la escisión del Partido Socialista. Rechazó cualquier colaboración con ellos en relación con la campaña de descalificación y desprestigio vertida contra la Unión General de Trabajadores y sus dirigentes.69 Para el líder sindicalista, el «frente único» común estaría conformado por la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista debido a una clara compenetración de ideología y de táctica.
Largo Caballero continuó con el mismo criterio una vez proclamada la dictadura militar. Creyó que el socialismo debía apartarse de la táctica revolucionaria del resto de las fuerzas obreras. Desestimó el «frente único» por la ideología y actuación tan opuesta que tenían estos grupos proletarios.70 Además, opinó que los comunistas y anarquistas eran incapaces de entenderse entre ellos y no poseían disciplina ni tacto para enfrentarse a los problemas de la clase trabajadora. Para Largo Caballero, la pretendida coalición entre las fuerzas obreras asolapaba una estrategia de los comunistas para ocultar su debilidad como grupo político.71 Por esta posición, las críticas contra la UGT y el PSOE fueron abundantes por parte de estas asociaciones sindicales más radicales.
El mismo criterio manifestó Julián Besteiro sobre el «frente único». Consideró que el comunismo carecía de fuerza suficiente dentro de la clase obrera y que su táctica revolucionaria no era la adecuada para el desarrollo laboral de los trabajadores, que la actuación de los comunistas estaba llena de múltiples errores que habían ocasionado su desmoronamiento como grupo político, y tildó a esta fuerza de ser una «tertulia de exaltados» o «unos cuantos obreros fanáticos que discrepan de la inmensa mayoría». Por ello, Julián Besteiro no aceptó el «frente único» común con los comunistas, por estimar que eran «fuerzas agitadoras» que podrían ocasionar graves perjuicios a la organización socialista.72
A lo largo de la dictadura, el Partido Comunista intentó en sucesivas ocasiones lograr unidad de acción junto con los socialistas, pero estos siempre rechazaron tal petición. Así por ejemplo, la Comisión Ejecutiva de la Unión General de Trabajadores reunida el 23 de junio de 1925 denegó la solicitud realizada por los comunistas a través del periódico La Antorcha, donde pedían al Sindicato Socialista la creación de un «frente único»; y resolvieron lo siguiente: «Por unanimidad se acuerda no tomar dicha carta en consideración».73 Poco después, el 28 de julio de 1925, el Partido Comunista insistió con una nueva circular que invitaba al socialismo a participar, junto a ellos y otras fuerzas políticas, en una conferencia en Francia, para luchar contra Primo de Rivera, pero los socialistas rechazaron participar. Los dirigentes socialistas no estimaron las invitaciones realizadas por otros grupos sindicales, pues no querían ninguna relación con movimientos extremistas.74
El secretario general de la UGT, Largo Caballero, influyó notablemente en la organización obrera que lideraba. Su criterio prevaleció sobre el de otros dirigentes, desestimando cualquier proyecto de unidad de acción del proletariado. Afirmó que lo que pretendían la CNT y el Partido Comunista era la absorción del Sindicato Socialista. Aludía a que estas fuerzas intolerantes solicitaron a los trabajadores españoles el ingreso en sus filas tildando de «amarillos» a todos aquellos que no lo hicieran. Esto demostraba que el socialismo no podía confiar en dicha unión.75
El Sindicato Socialista ratificó su posición en el XVI Congreso de la UGT celebrado en 1928. En las ponencias de aquel acto se aprobaron los siguientes puntos, que rechazaban la actuación con otras fuerzas sindicales:
1º.Que se incurre en un lamentable error al afirmar que existen en España grandes núcleos de organización obrera con los que puedan entablarse negociaciones a los efectos de la unificación de las fuerzas proletarias que luchan por su mejoramiento.
2º.Que la Unión General de Trabajadores no debe sacrificar ninguna de sus características esenciales en cuanto a táctica se refiere, y mucho menos en aquellas que constituyen su contenido espiritual en orden a la emancipación de la clase trabajadora.
3º.Que la Unión General de Trabajadores no ha puesto en ninguna ocasión dificultades para que la unidad de los trabajadores pudiera ser un hecho, a condición de que todos los que se agrupasen en su seno coincidieran en la apreciación de aquellas cuestiones fundamentales en las que ha de definirse como colectividad debidamente articulada.
4º.En consideración a lo que antecede, el Congreso ratifica lo acordado sobre este particular en reuniones anteriores, y decide que ninguna de las Secciones adheridas a la Unión General de Trabajadores deberá intervenir en aquellos actos que, so pretexto de frente único, tiendan o puedan perturbar el normal desenvolvimiento de nuestro organismo nacional con iniciativas o proposiciones en pugna con la disciplina que imponen las resoluciones de estos y otros Congresos.76
En definitiva, los dirigentes socialistas se alejaron de cualquier coalición con la CNT y el PC, ya que estas fuerzas no tenían el mismo procedimiento para tratar la problemática social o política. Estimaron que no poseían autoridad moral para solicitar unidad sindical al no adaptarse a la disciplina federativa. Los socialistas entendieron que para alcanzar las verdaderas aspiraciones de la clase social que defendían, la unión perfecta debía ser entre el Partido y el Sindicato Socialista. Ambas organizaciones representaban los mismos ideales e intereses, juntas intervendrían en la vida política del país.
Dos posturas enfrentadas
El Comité Nacional del Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores trataron de no enemistarse con el régimen dictatorial. Declararon en distintas publicaciones que deseaban evitar que los trabajadores sufrieran las consecuencias negativas de un enfrentamiento. Precisaron que otra postura no resultaba efectiva, pues retornar al sistema político anterior no era factible. En tal caso, si mostraban oposición a Primo de Rivera sería para que el propio socialismo gobernase, pero