La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
de una soberanía pasada, mas ya no se puede recibir el nombre de soberano Si su firma se estampa al pie de resoluciones impuestas por la coacción. Porque cuando uno se deja el cetro para tomar la pluma y escribir al dictado, a impulsos de la violencia que triunfa, se deja, de hecho, de ser rey.21
En general, los periódicos mostraron una postura favorable ante los acontecimientos desarrollados; era el sentir de la ciudadanía española. Las fuerzas políticas y sociales, como se analiza en los apartados siguientes, unas simpatizaron con el cambio de sistema, mientras que otras permanecieron en modo pasivo puesto que no lucharon contra el pronunciamiento militar. Esta inacción de la sociedad española se produjo porque no se percibía un sistema viable que modificara la compleja situación política en España, lo que motivó el régimen dictatorial a pesar de someter los derechos fundamentales.
Posición de la clase política
La postura de la mayor parte de los políticos fue de apoyo tácito y de «dejar actuar» al régimen dictatorial para que pudiera controlar los distintos asuntos latentes en nuestro país. En realidad, se plegaron al nuevo sistema. La frase más difundida fue: «Deben gobernar solos y sin dificultades, pero sin la ayuda de los políticos». Resultó perceptible que el sistema de la alternancia en el poder había fracasado, la propia actitud de sus representantes lo constató, optando por dejar a los militares que resolvieran los problemas de gobierno. Fue notorio el sometimiento de los políticos ante la dictadura, ya que el propio ministro destituido de Gracia y Justicia, López Muñoz, desempeñó la función de notario mayor del reino en la jura de Miguel Primo de Rivera como presidente del Directorio Militar. Los partidos dinásticos, consecuentes, no pudieron optar por otra actuación porque una vez sancionado el pronunciamiento militar por Alfonso XIII, y nombrado Primo de Rivera como presidente del Gobierno, parecía de obligado cumplimiento acatar la decisión real. Además, las distintas fracciones de los partidos monárquicos restaban fuerza y decisión para actuar de otro modo.
Dentro de la ideología conservadora existieron distintas fuerzas políticas. En el Partido Conservador de Antonio Maura fueron claras las diferencias entre sus miembros a la hora de enjuiciar la sublevación militar. Unos dirigentes difundieron un comunicado el 15 de septiembre de 1923, en el que manifestaron su apoyo a la dictadura: «Saludamos con júbilo su aparición».22 Sin embargo, su máximo representante, Antonio Maura, resaltó lo negativo de los sistemas autoritarios porque, entre otras medidas impositivas, procedían a anular la Constitución y la acción política de los partidos.23 A pesar de este criterio, Antonio Maura en octubre de 1923 se reunió con Primo de Rivera, recomendándole la realización de una serie de medidas como la reforma en el censo electoral, la transformación del Senado instituido por corporaciones, e incluso se planteó la viabilidad de establecer una Asamblea Nacional Constitutiva.24 No obstante, debido a sus convicciones jurídicas y de acción política de los ciudadanos, rehusó el régimen dictatorial subrayando que debía ser transitorio.
El Partido Conservador de José Sánchez Guerra se mostró neutral y no puso obstáculos al nuevo gobierno; si bien su dirigente lo rechazó. Sánchez Guerra defendió un sistema representativo, regenerado y con espíritu de cooperación entre los miembros del partido.25 A través del periódico La Época, dejó constancia de sus convicciones monárquicas, constitucionales y parlamentarias, frente al sistema autoritario. Posteriormente, el 8 de mayo de 1925, declaró que a pesar de ser monárquico, rechazaba la monarquía absoluta ejercida por Alfonso XIII.26 El político conservador abandonó el país con destino a París, una vez constituida por Primo de Rivera la Asamblea Nacional Consultiva.
Otros dirigentes conservadores, como Manuel de Burgos Mazo y Joaquín Sánchez Toca, censuraron la implantación del régimen dictatorial por haber eliminado el sistema constitucional. Si bien estimaron conveniente apartar del Gobierno a los políticos de la Restauración, Burgos Mazo opinó que una selección de «hombres rectos» podía resolver las dificultades existentes, y, de no ser posible, un gobierno militar con la colaboración de sectores civiles y dentro de la Constitución.27 Por su parte, Sánchez Toca se mostró escéptico y no confió en que los militares pudieran solucionar las difíciles circunstancias por las que atravesaba España y vislumbró que el gobierno dictatorial sería transitorio.28
El Partido Social Popular apoyó a Primo de Rivera, aunque con discrepancias entre sus dirigentes. Hubo dos facciones: por un lado, la encabezada por Víctor Pradera, que mostró su simpatía hacia el nuevo sistema político, teniendo una buena opinión del Dictador29 y públicamente solicitó al Sindicato Católico su adhesión al Régimen para que pudiera consolidarse como fuerza política y formar parte de un gobierno corporativo y anticomunista. Por otro, la de Ángel Ossorio y Gallardo se mantuvo crítica con la Dictadura, culpó al rey Alfonso XIII de dirigir el golpe militar y opinó que Primo de Rivera había sido un mero instrumento, ya que la mano ejecutora había sido la del monarca.30 La actitud general del Partido Social Popular fue de no poner impedimentos a los militares en el gobierno para que pudieran resolver los distintos y difíciles asuntos que tenía el país.
El Partido Tradicionalista, rama del carlismo, orientado hacia posiciones muy conservadoras, fue claramente favorable a la desaparición del sistema liberal. Su dirigente, Juan Vázquez de Mella, deseó un régimen basado en el sentimiento nacional puramente religioso. Uno de sus principales postulados políticos se basaba en la sustitución del parlamentarismo por un sistema representativo de clases, defendiendo el corporativismo y la soberanía social. En coherencia, alabó muy positivamente la actuación de Primo de Rivera y le ofreció su colaboración, pues ambos resaltaron la idea de patria, tradición y religión como principios inspiradores a la ciudadanía.31
La Lliga, partido conservador y catalanista, mantuvo contactos con Primo de Rivera en la preparación del pronunciamiento militar. El dirigente José Puig i Cadafalch fue muy favorable al establecimiento de un régimen dictatorial;32 incluso como autoridad catalana (asumía el cargo de presidente de la Mancomunidad), acudió a la estación de ferrocarril a despedir al general Primo de Rivera cuando se trasladó a Madrid para desempeñar la jefatura de Gobierno. Mientras, Francisco Cambó se mantuvo más distanciado, aunque también dio muestras de simpatía con la transformación del sistema, pues estimó que la sublevación militar era una garantía para solucionar los constantes conflictos entre la patronal catalana y los sindicatos obreros; el gobierno militar establecería el orden y frenaría al movimiento obrero exaltado, terminando así con las graves tensiones sociales.
A los partidos liberales no les causó sorpresa la insurrección militar, debido a la complicada situación coyuntural que venía desarrollándose en España desde la crisis de 1917. Decidieron no interferir en la actuación de gobierno de Primo de Rivera, pero rechazaron el procedimiento empleado para acceder al poder. Estimaron necesarios los objetivos renovadores en los diferentes sectores sociales y en la administración del Estado, aunque ningún político liberal debía intervenir ni colaborar con la Dictadura.33 Así, Álvaro Figueroa, conde de Romanones, en un artículo publicado en el Diario Universal, periódico de carácter personalista y de su propiedad, reflexionó sobre la inadecuada gestión de gobierno de los partidos conservadores y liberales, subrayando que no habían estado a la altura política ante de los graves acontecimientos desarrollados en nuestro país. Por tanto, hará responsables de la mala gestión a todos los gobiernos del «turnismo», incluido su propio partido; reconociendo así la deficiencia del sistema de la Restauración.34 De ahí su posición, porque si bien rechazó los sistemas totalitarios, incluso participó en movimientos para desalojar del poder a Primo de Rivera. Sin embargo, manifestó en su obra Notas de una vida, una opinión muy positiva sobre Miguel Primo de Rivera.35
Niceto Alcalá Zamora perteneció primero al Partido Liberal del conde de Romanones, y posteriormente al Liberal Demócrata de Manuel García Prieto. Ante la sublevación militar manifestó su oposición y resaltó lo indispensable que era un sistema democrático para España, pero no puso impedimento al desarrollo del nuevo régimen. Estimó que Primo de Rivera podía eventualmente solucionar algunas cuestiones de gobierno, pero su poder sería efímero; ya que dudó que lograra construir un sistema político estable de cara al futuro.36 Alcalá Zamora fue cambiando su postura a lo largo de la etapa dictatorial, convirtiéndose en uno de los más firmes opositores