no nos ofrece un desarrollo sistemático de la figura del diablo. Cuando se le menciona, es siempre en función del misterio de Cristo que es anunciado, la única manera de comprender su significado es en función de ese mismo misterio.
Podríamos resumir en las siguientes afirmaciones lo que el Nuevo Testamento dice sobre el diablo.
El diablo es el adversario del Reino de Dios
La predicación de Jesús se centra en la llegada del Reino de Dios, que es inminente, y vincula tal llegada a su persona; según el Nuevo Testamento, el Reino de Dios irrumpe en un mundo dominado por el diablo. En el evangelio de Juan se llama al diablo el dirigente de este mundo, (29) y Pablo habla de él como el dios de este mundo. (30) El diablo parece dominar todos los reinos y todos los poderes del mundo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. (31) La descripción del Apocalipsis (32) con los diez cuernos y las siete diademas indica el poder que ejerce sobre los hombres incitándoles al pecado: entra en Judas; (33) llena el corazón de Ananías para mentir al Espíritu Santo. (34) El dominio del diablo sobre la humanidad se manifiesta en la enfermedad, el dolor y la injusticia. La primera aparición del diablo en los Evangelios ocurre con motivo de las tentaciones de Jesús. (35)
Jesús ha vencido al diablo
El relato de las tentaciones es, en cierto modo, un relato programático de la actuación de Jesús; su vida entera es, en realidad, una lucha contra el diablo, en la cual éste último es derrotado. En los escritos del Nuevo Testamento los ángeles pierden prácticamente su importancia, el combate se desarrolla entre Cristo y el Espíritu, por un lado, y Satán y sus demonios, por el otro. Es así como podemos entender el sentido de la actividad exorcista de Jesús: “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. (36) Podemos sostener como afirmación central del Nuevo Testamento sobre el diablo que ha sido vencido por Jesucristo, según se desprende de los diferentes textos, por ejemplo: “Yo veía caer a Satanás del cielo como un rayo” (37) (éste es uno de los pocos textos de los Sinópticos referentes al diablo que reconocen los exégetas, precisando que el texto corresponde al Jesús histórico).
En el capítulo 12 de Juan se prepara el relato de la pasión de Jesús con estas palabras: “Ahora es la condena de este mundo, ahora el dirigente de este mundo va a ser expulsado fuera”. (38) Con la muerte y resurrección de Jesús tiene lugar su victoria definitiva contra el diablo, el poder del mal. En la carta a los Hebreos leemos: “así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo”. (39)
El diablo, ya vencido, continúa su actuación en nuestra historia
Desde el Apocalipsis contemplamos la historia de la humanidad como una historia de combate entre el dragón y el cordero, (40) y la vida de la Iglesia, como la resistencia a los ataques del dragón. El resultado del combate está ya decidido: el dragón ha sido vencido, (41) aunque pueda todavía hacer guerra y combatir a los santos. (42) Asimismo, en las cartas de Pablo y en otros escritos del Nuevo Testamento encontramos que el triunfo de Cristo es definitivo; (43) sin embargo, el diablo sigue siendo el tentador; (44) ronda a los cristianos “como león rugiente buscando a quién devorar” (45) y continúa tratando de impedir la propagación del Reino. (46) Pero el cristiano sabe que el poder del mal va a desaparecer definitivamente: “El Dios de la paz hará pedazos a Satanás bajo nuestros pies rápidamente”. (47)
CONCLUSIÓN
No podemos negar que el poder del mal está ahí. Y, tradicionalmente, la fe ha utilizado la figura del diablo para expresarlo ¿Qué significa, entonces, el demonio como representación de este poder?
1. No se trata de un dios malo frente a un dios bueno, como sucedía en el dualismo iranio. Solamente hay un Dios fuente de toda la realidad y señor de toda la historia.
2. Dios no es la causa del mal. En los diversos relatos populares sobre el origen del demonio en cuanto ser malo, siempre se dice que el demonio se opuso a Dios libremente. El mal es fruto de la oposición a Dios.
3. El mal es un misterio. Tal vez mejor que ningún otro símbolo, la figura del diablo subraya el carácter de misterio que tiene el poder del mal. El mal y su fuerza es anterior a mi propia decisión personal. Cuando llegamos al mundo, nos encontramos ya aquí el pecado y la muerte, el mal y el sufrimiento. La existencia humana está afectada por la separación de Dios anteriormente a la propia responsabilidad (esto se expresa en la fe cristiana por medio del pecado original). El poder del mal es anterior a la actuación y responsabilidad de la humanidad. No es creado por Dios. Nos encontramos, pues, ante un misterio. En palabras de Pablo VI: “El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. (48)
4. Todos los males que afectan al hombre tienen una única raíz: el egoísmo. En el caso del demonio, las categorías de su actuación son la muerte, la tentación y la mentira.
5. A la pregunta de si el demonio es un ser personal, responden algunos afirmativamente, ya que tanto los diferentes títulos con que se describen sus manifestaciones —principados, potestades, espíritus malignos, etcétera—, como toda su actuación descubren proyecciones de una inteligencia que actúa con fines concretos y de una voluntad dotada de libre albedrío. Otros opinan que sería un exceso atribuirle el ser persona, pues un ser personal es capaz de relación, de apertura, de amor. En el caso del demonio, su personalidad radica en enfrentarse a Dios y al hombre (de ahí su nombre hebreo: el adversario). Es un poder que combate, que está en una relación de enfrentamiento con Dios, con la historia y conmigo. El diablo no es apertura, sino cerrazón; no es amor, sino egoísmo. Es negación de la relación, la anti–relación, la cristalización del egoísmo.
6. El mal ha sido vencido por Jesucristo. El diablo, el poder del mal en su centro y en sus manifestaciones, en su misterio y en su fuerza, ha sido vencido definitivamente por Jesucristo, cuya vida y enseñanzas se despliegan totalmente en la dirección contraria: la del amor y el servicio. El amor de Jesús desenmascara y supera todo egoísmo, y encuentra su culminación en la cruz; en la pasión y muerte de Jesús queda para siempre resquebrajado el poder de Satanás. En Jesucristo, muerto y resucitado, triunfa definitivamente el poder de Dios:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todo esto logramos plenamente la victoria gracias al que nos ama; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni las potencias, ni el alto cielo, ni el abismo profundo, ni ninguna otra creatura podrá separarnos del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro. (49)
DEBATE
1. Si el diablo no es creación divina, ¿cómo apareció?
Mario: Me voy a limitar a mi campo. La Sagrada Escritura no responde a esta pregunta. Comprendo que ciertas personas —lo noté ya en las entrevistas radiofónicas— se sientan inconformes al no disponer de todas las respuestas deseadas, pero nuestra tarea es buscarlas.
Sin embargo, la literatura apócrifa judía sí responde. El libro de Enoc etíope es el que trae la historia, que todos aprendimos desde chicos, que los ángeles fueron creados y cómo, por su propia libertad, se dividieron en ángeles buenos y en ángeles malos; y cómo los segundos, por su rebeldía contra Dios, se convirtieron en demonios.
Como el dato proviene de un apócrifo, no se considera revelado; esto es, no se considera un dato de lo que hemos de aceptar como fe.
No disponemos de otra explicación sobre el origen del demonio. Digamos que en la Sagrada Escritura