severidad con que la vieja Iglesia actuaba en las cuestiones de credo. En esos territorios, los soberanos ocuparon el lugar que dejaron los obispos, con lo que su poder aumentó notablemente. La postura adoptada en cada caso se reforzó en todas partes. Los jesuitas se afanaron por devolver la gloria perdida a la Iglesia católica, que se había depurado, renovado y consolidado con el Concilio de Trento. Tensiones, antagonismos, roces, chispas por doquier. Frente al poder acrecentado de los electores se erguía la autoridad mermada y amenazada del emperador. Las fuerzas centrífugas eran mayores que el poder del orden. Por si fuera poco, los turcos resistían en el este con constantes arremetidas contra las fronteras del imperio. Al oeste, Francia esperaba una ocasión para sacar provecho de la debilidad del poder imperial. ¿Qué más podía ocurrir? Fue una época preñada de desdichas, un tiempo en el que apetecía huir a las estrellas en busca de refugio y protección.
1 En aquella época, estrellas errantes, en contraposición a estrellas fijas, eran los astros móviles del firmamento: los planetas entonces conocidos más el Sol y la Luna. (N. de la T.)
2 Könisberg, hoy Kaliningrado, significa literalmente monte regio en alemán. (N. de la T.)
Infancia y años de juventud
(1571-1594)
NACIMIENTO Y ASCENDENCIA
Así fue la época en que nació el primer hijo de Heinrich Kepler y de su esposa Katharina Guldenmann; ocurrió el jueves 27 de diciembre de 1571 a las dos horas, treinta minutos de la tarde [1] en la pequeña ciudad imperial suaba de Weil, hoy llamada Weil der Stadt. Bautizaron al niño con el nombre de Johannes por haber coincidido su fecha de nacimiento con la celebración del día de san Juan apóstol.1
La familia Kepler2 de la que procedía el niño llevaba afincada en Weil der Stadt unos cincuenta años. En 1520 el bisabuelo de Johannes, llamado Sebald, emigró de su ciudad natal, Nuremberg, y se estableció allí. Era artesano y se dedicaba a la peletería. La familia que formó en el nuevo lugar de residencia fue muy numerosa, y sus hijos consiguieron reputación con rapidez gracias a su habilidad. Algunos fueron miembros del ayuntamiento, y el segundo de ellos, que también se llamó Sebald, llegó a ser burgomaestre y administrador de prebendas en la ciudad. Su matrimonio con Katharina Müller, de la población cercana de Marbach, también fue bendecido con una gran prole. El padre de nuestro Johannes fue su cuarto hijo, Heinrich, quien contaba veinticinco años, al igual que su esposa, cuando vino al mundo su primer descendiente. La madre de Johannes era hija de Melchior Guldenmann, posadero y corregidor en la vecina Eltingen. Podemos seguir remontando aún más los orígenes familiares. El padre de aquel Sebald Kepler que se trasladó a Weil der Stadt era Sebald Kepner, maestro encuadernador en Nuremberg. Así, y no como Kepler, lo cita de puño y letra Johannes Kepler en un documento tardío suyo en el que se basan los datos genealógicos mencionados hasta ahora. Se trata de una modificación lingüística arbitraria del viejo apellido Kepler, quizá por asimilación del nombre Kepner, muy frecuente en los registros de la ciudad de Nuremberg en el siglo XV.
Hasta aquí, los antepasados nos salen al paso como artesanos, pero obtenemos otra imagen si retrocedemos aún más en la historia familiar. Sebald Kepner o Kepler, el maestro encuadernador de Nuremberg, pertenecía a una casa de linaje noble, pero abandonó la aristocracia cuando la necesidad lo llevó a ingresar en el gremio de artesanos en Nuremberg. Puede que la alteración del nombre Kepler a Kepner guarde alguna relación con este cambio de condición social. Según una historia bastante fidedigna, este Sebald fue hijo de Kaspar von Kepler, quien hacia finales del siglo XV ejerció como caballerizo de postas en la corte de Worms. A su vez, este Kaspar von Kepler fue hijo del guerrero Friedrich Kepler, a quien el emperador Segismundo armó caballero sobre el puente del Tíber en Roma el 31 de mayo de 1433, día de Pentecostés [2]. Johannes Kepler no fue el único en atestiguar más tarde este nombramiento de manera explícita cuando, sin ánimo de alarde, habló de él a un aristócrata [3] veneciano. La noticia está documentada con mucha más amplitud en la ejecutoria del año 1433 que aún hoy existe en el registro vienés de la nobleza, y según la cual se distinguió a los hermanos Konrad y Friedrich Kepler del modo mencionado por sus méritos militares en el ejército del emperador. En dicha carta de nobleza, el blasón de la familia Kepler experimentó un embellecimiento parejo [4]. El escudo está cortado en un cuartel superior oro y otro inferior azur. En el superior aparece la media figura de un ángel vestido de gules, con alas doradas y apoyando las manos sobre la línea de división. Sobre el yelmo forrado de gules y oro hay un sombrero picudo de oro ribeteado de azur y coronado por una protuberancia de oro, azur y gules, de la que surge un airón de color sable salpicado de un oropel dorado. Este blasón le fue otorgado al abuelo Sebald y a sus hermanos a instancias del emperador en el año 1563, y Johannes Kepler solía lacrar con él. Se desconoce el lugar donde residía y tenía su hacienda aquel Friedrich, antepasado caballeresco. Según una anotación de nuestro Kepler, el emperador Segismundo lo armó caballero «junto a otros caballeros suabos» [5], por lo que podríamos deducir que su patria era Suabia. Sin embargo, no hay que atribuir demasiado valor probatorio a este dato. En la explicación de la ejecutoria se comenta que el emperador quiso recompensar especialmente a aquellos hombres «cuyos antepasados se habían mostrado en todo momento al servicio del Sacro Imperio», de donde se deduce que los ancestros respondieron como valientes vasallos, tal como atestiguan además documentos antiguos que dan fe de hazañas diversas realizadas por portadores del nombre «Keppler» o «Kappler», sin que conste si aquellos hombres pertenecían o no a nuestra saga Kepler. Lo mismo puede decirse de un Friedrich Keppler, noble del siglo XIII registrado en Salzburgo, de quien un documento del registro vienés de la nobleza relata que actuó con bravura y lealtad tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz. No obstante, resulta interesante que ese noble luciera un ángel en su escudo de armas. El hecho de que por las venas de Kepler corría sangre castrense se confirma asimismo porque tanto el bisabuelo Sebald como, más tarde, el abuelo Sebald cobraron laureles militares bajo estandarte de Carlos V y sus seguidores, y obtuvieron privilegios por ello. Desconocemos qué fue lo que incitó al bisabuelo Sebald a cambiar Nuremberg por la pequeña localidad de Weil y abandonar así una ciudad en la que la actividad artística y profesional había alcanzado una tradición espléndida y que ofrecía múltiples posibilidades a la gente capaz. ¿Acaso visitó Weil en uno de sus viajes y quedó prendado de ella, o tal vez algún pariente lo animó a afincarse allí? Sea como fuere, es evidente que portadores del nombre Kepler residían en Weil ya desde finales del siglo XV, tal como manifiestan las matrículas de la Universidad de Tubinga. No se puede constatar nada más al respecto, y lo mismo sucede con otros muchos detalles interesantes de la historia familiar de los Kepler relacionados con Weil der Stadt porque la documentación archivística ya no existe. Quedó reducida a cenizas al final de la guerra de los Treinta Años cuando, aún en octubre de 1648, justo en los días en que se firmó la paz de Westfalia, los franceses sitiaron e incendiaron la ciudad. Gran parte de los edificios quedaron arrasados, y los registros parroquiales y la mayoría de los archivos fueron pasto de las llamas.3
WEIL DER STADT
Weil der Stadt fue y sigue siendo tan pequeña y recogida como orgullosos y ufanos se han mostrado siempre sus habitantes por la libertad que le procuraba el privilegio de ser ciudad imperial. Fundada por la dinastía de los Hohenstaufen, la pequeña localidad adquirió esta libertad imperial hacia finales del siglo XIII, después del interregno, bajo la soberanía de Rodolfo I. La imagen que ofrece en la actualidad aún permite hacerse una idea del aspecto que tenía en tiempos de Kepler. Las callejuelas, el mercado espacioso rodeado de casas con gabletes elevados, las torres y puertas de las murallas de la ciudad, conservadas en gran parte, se presentan a la vista igual que antaño, como un conjunto acogedor. La localidad, erigida en una pendiente suave que desciende por el ancho valle del riachuelo Würm, está inmersa en un paisaje