Bibiana Belsasso

Muy personal con... Bibiana Belsasso


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casa.

      Tu libro El resplandor de la madera es un poco tu historia, pero más novelada. Y en cambio Adiós a los padres es mucho más autobiográfica.

      El resplandor de la madera es la historia ficcionalizada, novelada, de mi casa. Ese despojo de mi abuelo sobre la concesión maderera de mi padre. Adiós a los padres es la historia puntual, hasta donde la pude reconstruir, de lo que efectivamente sucedió. Es mi memoria familiar.

       Es para cerrar cuentas... porque finalmente acabaste viendo a tu papá reconstruyendo la historia y escribiendo esta novela.

      La mayor enseñanza que recibí de mi madre fue el no rotundo que me dio cuando, en el tercer año de la Universidad le dije que iba a dejar la escuela. Me dijo: “tú haces lo que quieras menos dejar la escuela, tú escogiste ir ahí”. Fue una enseñanza extraordinaria en el sentido de que uno no puede hacer en la vida siempre las cosas que le gustan.

       Por eso los cierres son tan importantes para ti.

      No hay nada peor que no cerrar algo. Hay que terminar las cosas que se empiezan, los libros que uno empieza a leer o a escribir. He tenido una gran suerte de haber podido ver el regreso de mi padre después de treinta y cinco años de ausencia, de ver el despliegue completo de su vida y de tener el tiempo, la capacidad, de escribirlo con el mayor rigor, en el momento que yo consideraba de mayor dominio de mis instrumentos como escritor. En ese sentido, es una historia terminada. Yo quise contarla desde que tenía quince años, y la pude escribir, cabal y plenamente, medio siglo después.

       ¿Descansaste cuando lo escribiste?

      Descansar es una palabra leve, la verdad. Este libro me cambió el alma, la actitud, me dio una cosa fundamental en la vida, paciencia; me quitó la prisa.

       Muchas veces tienes que hacer una gran catarsis, antes de poder llegar a la paz.

      Son dos catarsis. Una, vivir las pérdidas: la de mi tía, la de mi madre, la de mi padre. Y una segunda es escribirlas y entenderlas, en el sentido de darles toda la densidad de significados. Cuando escribí este libro, lo que más me gustó y lo que más trabajo me costó fue restituir el sentido a cada momento.

      Uno de tus libros que más me gusta es La guerra de Galio, obviamente porque me identifico como periodista. Esta historia del poder con el periodismo, la relación que había hace 30 años cuando se escribió, ¿cómo ves ahora, después de tantos años, esta relación del periodismo con el poder?

      Entre el periodismo y el poder hay una competencia y hay unos vasos comunicantes que se espejean entre sí. Cuando oigas a un periodista decir que no le interesa el poder, duda tanto como cuando oigas a un empresario decir que no le interesa el dinero.

       O a un político que tampoco le interesa el poder...

      Un político dice que lo que le interesa es servir a los demás. En México ha cambiado mucho la prensa. Es mucho más libre, plural, rica…

       En casos es mucho más irresponsable. Cualquiera puede escribir lo que quiera de lo que sea.

      Más irresponsable y más impune también. La prensa mexicana, que ha hecho del privilegio del periodista de reservarse sus informantes una coartada para no dar nunca las fuentes en donde está fincada, es una prensa que acaba teniendo poca densidad, poca profundidad, poca credibilidad y al final, poca influencia. Una de las grandes deficiencias de la prensa mexicana es que no acabas de creerle lo que te cuenta porque nunca te dice de dónde vienen las cosas. El género por excelencia del periodismo mexicano es el columnismo, en el cual alguien, a título personal, obtiene información y la difunde. Hay dos tipos de columnistas, unos que dicen de dónde viene y hacen una tarea periodística, clásica y respetable; y otros que hacen las revelaciones más increíbles sin citar de dónde viene. Hay un director de periódico en México que hizo una carrera como director sin haber escrito nunca una línea como periodista. Hay un columnista, que tengo en la cabeza en este momento, que ha hecho una carrera divulgando cosas profundísimas y extrañísimas y muy comprometedoras del poder, sin haber citado una sola fuente. Esa libertad extrema acaba volviéndose una impunidad extrema.

       También hay otros periodistas serios, columnistas serios, que tienen información que les dio alguien, pero no pueden revelar su fuente.

      No creo en esto de que alguien tiene una información que no puede revelar; salvo cuando la vida de la fuente está cabalmente en peligro, lo demás me parecen coartadas mexicanas para no hacer el trabajo de decir realmente de qué se trata para que entendamos de dónde viene eso que puede o no ser cierto, de ese documento que puede o no ser verdadero. La prensa mexicana pasó de estar amordazada, a dar de gritos, pero muy poca de esa prensa hizo el trabajo de escribir con rigor, investigar con exactitud e informar. Ve cualquier periódico hoy y revisa la cantidad de noticias que son dichos.

       Y se aprende a leer entre líneas cuál es la postura de cada medio.

      Empezamos a leer entre líneas. Y esto qué quiere decir, que no me lo está diciendo todo y eso es una forma de quitarle credibilidad a lo que sí me está diciendo. Como antes, estamos ante la prensa y el poder en un juego de sombras.

      ¿No has pensado hacer una segunda Guerra de Galio, explicando noveladamente lo que está sucediendo ahora?

      No sé si valdría la pena hacer algo así, pero no inventado, tomado de la realidad y documentado. Por ejemplo, tenemos muchos libros sobre el narco, debemos tener como 80 dignos de ser leídos, hechos por periodistas. De todos ellos hay muy pocos en donde tú puedes leer lo que están diciendo como un hecho y obtener el lugar exacto de donde viene esa información; padecen el mismo problema de la prensa, no acreditan sus fuentes y un periodismo sin fuentes es el principio de un género de ficción, yo no tengo nada contra eso, nada más que no me digan que es periodismo.

       ¿Por eso tampoco has querido hacer novelas, te has querido ir mucho más al periodismo con datos duros, con fuentes específicas?

      Trato de hacerlo y trato, también se vale, de dar opiniones. Lo que no se vale es decir: les voy dar una información “que nadie sabe”, pero que sí sucedió, como si fuese un hecho: “así se escapó El Chapo y éstos lo ayudaron”, y no hay una fuente. Hay historias extraordinarias en la prensa sobre el mundo del narcotráfico en México, pero es difícil encontrar historias verdaderamente documentadas. Entonces, pasar de ahí a la novela me parece una ociosidad: no hay novela que pueda vencer a la realidad con la ficción. Lo que tendríamos es que restituir la realidad.

       Hay un libro que narra la plática de dos narcotraficantes en privado.

      Me interesaría muchísimo que me dijeran, esta grabación me la dio el agente de la dea, fulano, y ellos la hicieron en tal fecha. Me abrirían un mundo y lo primero que yo tendría que preguntarle al reportero es: y cuál es tu relación con la dea y qué más te dan y a cambio de qué te lo dan y tú eres parte o no eres parte de la dea, entonces empezaríamos a entrar en un mundo interesante. Hoy, como ayer, hay una relación, no sólo entre los periodistas y el poder, sino algo más importante, del público, de la sociedad, de la ciudadanía frente a los periodistas y frente al poder. Como público, no tenemos intermediarios confiables. En el gigantesco espacio de la prensa mexicana hay una prensa extraordinaria en la calidad de su opinión, pero no en la profundidad y rigor de sus reportajes. Nuestra prensa no nos ayuda a estar mejor informados y a ser más inteligentes, nos enseña a sospechar, a leer entre líneas.

       Vamos de nuevo a la relación prensa-poder: detractores han dicho que fuiste el intelectual de cabecera del presidente Salinas; que eres el intelectual de cabecera del presidente Peña, ¿cómo ha sido esta relación a lo largo de tantos años con los distintos presidentes?

      Quienes tendrían que explicar eso son los que lo dicen, yo no sé de dónde lo sacan. Con el presidente Peña Nieto no me he reunido una sola vez, pero, escribí un libro con Jorge Castañeda que después fue, en buena medida, la base de las reformas que puso