en donde estaban esbozados muchos de los cambios y muchas de las políticas que, durante su gobierno, Salinas llevó a la práctica. Tuve una relación personal, muy larga, muy intensa con Salinas, pero si alguien me dice que Salinas hizo algo porque yo se lo dije, lo único que me va a dar es risa. Salinas iba varios pasos adelante de mí en sus decisiones y, como todo político serio, consultaba las opiniones, pero decidía por sí mismo. Yo, lo más cerca que estuve de diseñar algo interesante para que un gobierno, el gobierno de Salinas, pudiera hacer algo, es lo que escribí en Después del milagro.
En el tema de las reformas has hecho dos declaraciones importantes. Una es, precisamente, la de los candidatos independientes y, luego, en esta Ley Electoral, has hablado de la segunda vuelta.
Eso está pendiente en la política mexicana, porque tenemos una democracia que no genera mayorías absolutas en el Congreso y, por tanto, genera gobiernos débiles, una y otra vez. La segunda vuelta sería una manera de que al presidente, por lo menos, se le eligiese siempre por mayoría absoluta, eso le podría dar una legitimidad mayor.
Lo vimos en Argentina.
Naturalmente, trae un conflicto adentro, porque un presidente con la mayoría absoluta y un Congreso fragmentado es una garantía segura de choques, pero sería una manera de fortalecer un poco el sistema presidencialista. Si no nos gusta el sistema presidencialista, pues cambiémonos a un parlamentario, pero, mientras tengamos uno presidencialista, hay que tratar de que lo sea con eficacia. Tenemos un presidente, desde el año 97, que tiene minoría en el Congreso. En el Congreso lo bloquean, lo bloquean y lo bloquean, no tiene capacidad de defenderse del Congreso, ¿qué hacen los presidentes que están así, como están en Brasil, como estuvieron mucho tiempo en Perú...? Normalmente, tratan de convencer, o mejor, de comprar al Congreso, y entonces, la relación se vuelve una relación subterránea y medio corrupta, por eso la segunda vuelta puede ser una forma de fortalecer la figura presidencial.
Y los candidatos independientes se imponen como un derecho constitucional, como un derecho humano. Un sistema de partidos no tiene por qué coartar el derecho constitucional de un ciudadano a votar y ser votado por sus conciudadanos. Salvo porque se ha quedado con este privilegio una red de partidos, de instituciones políticas, que no deja pasar y que no nos está entregando buenas cuentas, ni buenos gobiernos; nos está entregando espectáculos, a veces, de corrupción intolerables y está impidiendo que a través de sus filas aparezca lo mejor y más interesante de lo que podría ser el liderato mexicano, por tanto, hay que romper también eso.
¿Cuál ha sido el día más feliz en tu vida?
El día que nació mi hija Catalina.
¿El día más triste?
El día que murió mi mamá.
¿El amor de tu vida?
Ángeles Mastretta.
¿Qué te gusta comer?
Bueno, me gusta comer… para empezar, un whisky.
¿Para divertirte?
Para divertirme… conversar, leer, y ver series con Ángeles.
Completa esta frase, Héctor Aguilar Camín es…
Un escritor chetumalense, contra todos los pronósticos.
Pepe Aguilar
Cantante
Los tatuajes del alma en el cuerpo
Todo cambia todo el tiempo. Que uno no se dé cuenta es otra cosa. Pero cuando los cambios se hacen con un propósito, a veces salen bien. Y el rodearme de gente tan capaz para este proyecto fue una gran decisión. El salirme un poquito de la zona de confort, para meterme a un lugar donde puedo crecer y aprender más.
Carlos Almada
Embajador
El embajador de las mil batallas
Tú eres de Sinaloa, creciste y estudiaste la carrera ahí, ¿cómo fueron esos años?
Fueron años muy gratos, en provincia, muy tranquila, pequeña, agrícola. Mis recuerdos más entrañables son de cuando tenía cinco años y en el pueblo de Guasave caminaba de mi casa al kínder. El pueblo entero me cuidaba, me regalaban un veinte o un dulce. Recuerdo ahora el proverbio africano que dice: “para educar a un niño se necesita toda una aldea”, fui educado por una aldea y una familia entrañable.
A Lolita, tu mamá, todo el pueblo la conocía.
Todo el pueblo conocía a mi mamá y a mi papá.
¿Lolita, sigue allá o ya está en la Ciudad de México?
Tiene una casa allá, tiene 93 años, por su edad no puede viajar; pero no le duele nada; Lolita siempre fue muy alegre, querida, simpática, y bailadora como buena sinaloense, también guapa.
¿Y tu papá?
Era un ingeniero muy lector, y agricultor. Un apasionado por la educación, cuando lograba que un muchacho saliera de aquellos pueblos y viniera a estudiar al Politécnico, le conseguía una beca, era el hombre más feliz de la vida.
Estudias la primaria, la secundaria, incluso Administración de Empresas allá en tu tierra. ¿Qué tal eran esos años de estudiar en Sinaloa?
Soy egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa y eran años muy gratos, a mí me tocó todavía la Vieja Casona, en la que estaba la pequeña universidad entonces, no me tocó la Ciudad Universitaria, fueron años muy felices, pero también turbulentos, de agitación social, eran los años del 68 y posteriores a éste, esos ánimos revolucionarios los había también en la universidad, una gran radicalización.
¿Y es ahí donde te empieza a interesar la política?
Sí. Inicio en el Ayuntamiento de Culiacán trabajando con una persona que ya murió, el doctor Mariano Carlón, de quien guardo un recuerdo entrañable. Puedo decir que mis cariños más profundos, a pesar de que he viajado mucho por el mundo y he vivido en muchos lugares, están en mi infancia y en mi juventud en Sinaloa.
Y también es la cuna del narcotráfico.
El narcotráfico en Sinaloa empieza desde la Segunda Guerra Mundial, cuando los norteamericanos le piden al gobierno mexicano que, en el llamado Triángulo de Oro, entre Chihuahua, Sinaloa y Durango, que reúne condiciones óptimas, se produzca opio para producir morfina para los heridos de guerra. Así inicia históricamente el narcotráfico en Sinaloa. Cuando termina la guerra, los norteamericanos dijeron “ya no produzcan”, pero ya la gente se había acostumbrado.
Sin duda llegaste a convivir y a ver a muchos narcotraficantes, porque convivían con toda la sociedad.
Era algo relativamente normal en aquella época. No había los niveles de violencia que posteriormente se dieron. En alguna zona de Tierra Blanca, en Culiacán, sabíamos todos que esto ocurría, algunas familias lo hacían y era parte del paisaje en el que vivíamos. Afortunadamente no había episodios tan duros como los que hoy conocemos.
Terminas la carrera, eres un hombre, muy culto, preparado, llegas a la Ciudad de México y después te vas a París.
Llego a la Ciudad de México y prácticamente de inmediato me voy a París. Llego a trabajar primero, por cierto, con Dionisio Meade, padre de José Antonio Meade, cuando de pronto surge una convocatoria para ir a estudiar a Francia y de inmediato presento