de los cristianos es un compromiso de todo el Pueblo de Dios y no solamente de su jerarquía.
En la 24ª Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), entre el 22 y el 27 de noviembre de 1971, se creó el Secretariado Nacional de Ecumenismo. Mons. Quarracino asumió como director, con Jorge Mejía, Osvaldo Santagada y José M. Arancibia, fray Martín de Elizalde OSB, y María Luisa Luna, a quienes bien podemos caracterizar como pioneros católicos del ecumenismo en la Argentina. En esa misma oportunidad mons. Quarracino tuvo el aval de la CEA como Observador ante la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas, ya entonces uno de los primeros y más importantes interlocutores.
A poco de instalado el Secretariado, se incorporaron Norberto Padilla, Angélica Arias y Orfilia Bedacarratz CDM, quien tomó los primeros contactos con los bautistas. Desde el año 2003 el nombre ha sido Comisión Episcopal de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones (Ceerjir) y está integrada por cuatro obispos con un secretario ejecutivo, una secretaria adjunta y un perito3. En una primera etapa, era más bien un ecumenismo de las jerarquías, en que el rico intercambio de personas e instituciones hacía crecer la confianza y el espíritu fraterno. Surgieron iniciativas de diálogo ecuménico, y al mismo tiempo una tarea ad intra de difusión y formación. Tuvo decisivo impacto la Encíclica Ut unum sint (1995), ya que la palabra papal, y la visita del cardenal Edward Cassidy, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, dieron renovada fuerza a la tarea.
Centralidad del ecumenismo espiritual
Un eje central de la labor del Secretariado era la oración por la unidad de los cristianos. Año tras año se preparaba en conjunto la Semana de Oración, trasladada en la Argentina entre pentecostés y la Santísima Trinidad. Cabe consignar que el material sobre la Semana de 1979 fue encargado al Secretariado de Ecumenismo argentino por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el Consejo Mundial de Iglesias, que constituyó un grupo con otros referentes cristianos, el cual eligió el lema: “Estad al servicio los unos de los otros para gloria de Dios (1 Pe 4, 7-11)”4.
Como parte de ese gran “monasterio invisible” de que hablaron los precursores del ecumenismo, la Abadía Trapense de Nuestra Señora de los Ángeles y el Monasterio Madre de Cristo de religiosas trapenses en la provincia de Buenos Aires se constituyeron en centros anuales de celebración y diálogo entre católicos y evangélicos de la zona e invitados especiales de las diversas confesiones. El Secretariado encaró dos aspectos íntimamente vinculados entre sí, la relación ad extra con los hermanos separados (como se decía entonces) y ad intra para crear conciencia entre los católicos sobre la necesidad de la oración, la formación catequística y de divulgación e iniciativas de cooperación ecuménicas5.
En 1978, mons. Quarracino fue elegido secretario general del Celam, reemplazándolo mons. Mario José Serra, obispo auxiliar de Buenos Aires. De gran bondad, afectuoso, sencillo y cercano en el trato, asumió con gran dedicación la tarea dejada por su predecesor6. Los colaboradores fueron confirmados, Elizalde pasó a ser consultor. Además de los antes nombrados, debemos destacar las sucesivas designaciones del presbítero Juan Carlos Leardi, Andrés Baqué MIC y de Remigio Paramio OSA. Las revistas Criterio y Actualidad Pastoral, dirigidas, respectivamente, por Jorge Mejía y mons. Vicente Vetrano, acogían en sus páginas artículos de figuras relevantes en la materia, así como crónicas y noticias sobre el ecumenismo en la Argentina.
Los llamados años de plomo que vivió la Argentina, en particular durante el régimen militar entre 1976 y 1983, no tuvieron repercusión visible en este nivel de la relación, aunque hubo deseos del lado evangélico de que la Iglesia católica adoptara algo similar a la Vicaría de la Solidaridad chilena. Pero primó el temor a manipulaciones de grupos comprometidos con la violencia y la convicción de que las tratativas discretas y directas con autoridades y jefes militares daban mejor resultado que la confrontación pública. Las iglesias históricas conformaron el Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos (MEDH) en el que participaron, a título personal, los obispos Jaime María de Nevares y Jorge Novak. La actuación de la Iglesia católica en ese período excede las posibilidades específicas de este trabajo. Con motivo del conflicto de Malvinas, en 1982, mons. Serra, el obispo anglicano Richard Stanley Cutts y el metodista Federico Pagura expresaron en conjunto su anhelo de que los dos países desechasen toda acción bélica, asegurando que sus iglesias “orarán y trabajarán sin descanso… por una solución pacífica, justa y permanente del litigio”7. El Gobierno, pese a las gestiones de los antes nombrados, no permitió la visita de una delegación del Consejo Británico de Iglesias. El sábado 12 de junio, el papa Juan Pablo II quiso viajar a la Argentina debido a la visita dos semanas antes a Gran Bretaña, prevista antes del conflicto austral. El papa, entre los diversos actos, celebró misa en el parque de Palermo, a la que fueron invitados y presentados al Pontífice los miembros de las iglesias no católicas.
Diálogo y encuentro
En cuanto a la actividad ad extra, el diálogo fue dándose de ambas partes, lo que no era siempre comprendido ni en algunos medios católicos centrados en el avance de las sectas, como tampoco en grupos evangélicos. En lo positivo, en 1973, el encuentro sobre “Eucaristía y Matrimonio”; en 1976, sobre “El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia” y en 1978, con ortodoxos sobre la unificación de la fecha de pascua8. En 1981, el Patriarcado de Moscú invitó a mons. Mario J. Serra y a integrantes del Secretariado a una peregrinación y privilegiada inmersión en la vida y espiritualidad de la Iglesia ortodoxa Rusa en la entonces Unión Soviética9. Cuando en 1983 la Comisión Mixta Luterano-Católica, publicó el documento Martín Lutero, testigo de Jesucristo, a los 500 años de su nacimiento, tuvo difusión y repercusión en la Argentina. Un obispo argentino, disconforme con el documento, planteó a la Congregación para la Doctrina de la Fe un cuestionamiento (dubium) sobre el contenido.
Entre el 28 de julio y el 12 de agosto de 1985, tuvo lugar en Buenos Aires la reunión del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias. La preparación local acercó a ortodoxos y evangélicos que, hasta entonces, no habían tenido actuación en común más allá de las celebraciones de la Semana de Oración por la Unidad y la vinculación a través de la parte católica. El Pontificio Consejo designó al Subsecretario mons. Basil Meeking10 y a Norberto Padilla. En muchos momentos, representantes de las iglesias evangélicas tuvieron palabras críticas sobre la postura de la Iglesia católica durante la dictadura militar, así como respecto a las sanciones a Leonardo Boff, lo que obligó a mons. Meeking a pedir, de manera firme pero cordial, que se respetara la autonomía de la Iglesia católica. El Documento de Lima Bautismo, Eucaristía, Ministerio (BEM), que la revista Criterio publicó íntegramente, suscitó reuniones conjuntas de estudio y respuestas de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina y del Isedet (Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos de Argentina).
El diálogo luterano-católico
En todo este tiempo hubo fructuosas reuniones entre miembros del Secretariado, de la Iglesia Evangélica Luterana Unida (IELU) y de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP), originalmente la iglesia de la colectividad alemana. A raíz de la promulgación del Código de Derecho Canónico en 1983, se trataron en conjunto los cánones sobre matrimonios mixtos, entre ellos, los referidos a la dispensa de forma. El intercambio se reflejó en la Guía de la CEA para la preparación del expediente matrimonial. En 1984, se formó una comisión inicialmente titulada “antepreparatoria” para el diálogo, repitiendo la experiencia de la Federación Luterana Mundial (FLM) y la Santa Sede. Aunque el Bautismo en nombre de la Trinidad y con agua era reconocido como válido, había que decirlo juntos y fundamentarlo.