a partir de la década de 1960, se describe la articulación del movimiento ecuménico, las formas organizativas y las acciones de ecumenismo-prácticas. Indica, además, que las tensiones históricas que afectaron al movimiento ecuménico en Paraguay están relacionadas con las diversas posturas eclesiales frente a la dictadura, y luego a la realidad económica del país. Finalmente, describe los esfuerzos por volver a construir una unidad de acción a partir de la resistencia a los cambios legislativos en torno a cuestiones de carácter ético.
Libertad religiosa y ecumenismo en el Paraguay
Antes de entrar de lleno en la historia del ecumenismo en el Paraguay, a modo de escenario que permita entender mejor el acontecer de los procesos previos que posibilitaron todo el quehacer ecuménico, señalaremos algunos que han servido de punto de partida en ese camino.
Partiendo de la etapa colonial (1537-1811), cabe recordar que en 1521 el Edicto de Worms colocó a Lutero fuera de la Ley, marcando la división religiosa en Europa. La Iglesia católica invita a Carlos V a tomar precauciones para evitar el viaje a las Indias de todo pasajero no católico2.
Además, en el caso del Paraguay, la distancia existente entre Lima y Asunción fue un impedimento considerable para la investigación del Tribunal Inquisitorial. A pesar de ello, hay documentos que revelan que había sospechas en relación con posibles creencias ajenas a la fe católica, lo que evidencia que a pesar del control para evitar la presencia de no católicos en el nuevo continente, llegaron al Paraguay personas de otros credos. Ya hacia fines del período colonial, el Virrey Marqués de Sobremonte remitió un auto a Lázaro de Rivera — Gobernador del Paraguay— para la presentación de los extranjeros en un plazo determinado para declarar —entre otros datos— su origen y religión. Todos declararon haberse bautizado en la religión católica. Es claro, entonces, que el control ejercido era un formidable obstáculo para todo movimiento religioso no católico3.
En mayo de 1811, vino la independencia del Paraguay y, entre 1814 y 1840, estuvo a cargo del gobierno el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, que era amante de las ideas de la Ilustración. En 1815, emitió un decreto prohibiendo la inquisición.
El documento que oficializó la libertad religiosa en el Paraguay es del 8 de agosto de 1820, y declaraba: “Para poder alistarse en cofradías, hermandades u otras congregaciones de cualquier denominación… deben acreditar previamente un verdadero patriotismo… dependiendo solo del Dios universal”. Y a continuación: “Promulgo la libertad de creencias, suprimo el Tribunal de la Inquisición”, oponiéndose a la intolerancia religiosa propia de aquel tiempo4.
Con la muerte del doctor Francia, en 1841 don Carlos Antonio López asumió el gobierno del Paraguay (junto con Mariano Roque Alonso). En un decreto del 20 de mayo de 1845, afirmará que todo extranjero podía llegar sin restricción alguna al Paraguay: “Ningún extranjero será molestado por causa de religión”5. Es el primer documento que enfatiza la libertad de culto, al ofrecer garantía y posibilidad de disponer de propiedades y protección a personas de cultos no católicos; si bien nunca se autorizó un culto libre para los mismos. Por ello, se celebraban de manera particular.
En la posguerra de la Triple Alianza —en un ambiente de total destrucción— fue promulgada la Constitución de 1870, en la que se estableció la libertad de culto. Si bien los gobiernos mencionados anteriormente habían abierto el camino a la tolerancia religiosa, a partir de 1870 la Carta Magna la introdujo plenamente en el artículo 70 del quinto capítulo6. A partir de entonces se puede hablar de una etapa inicial del protestantismo en el Paraguay, pues los gobiernos de posguerra levantaron las restricciones con el anhelo de contar con la contribución de inmigrantes para la reconstrucción del país. Ese fue el origen del pluralismo en materia de cristianismo no católico y, por lo tanto, de un posterior ecumenismo.
Los pioneros de la evangelización cristiana no católica fueron misioneros de la Iglesia metodista, quienes, invitados por el gobierno paraguayo para una tarea educativa, no se negaron a la misma. En 1886, llegaron a Asunción los pastores Juan Villanueva y Thomas Wood, quienes dieron apertura a escuelas para varones y mujeres, entregando así un valioso aporte a la ciudad. Pero los metodistas concluyeron su misión en 1918 y se retiraron al Uruguay y la Argentina, prosiguiendo con sus obras los Discípulos de Cristo. Luego, a fines del siglo XIX, se establecieron la Iglesia anglicana y la Iglesia evangélica alemana luterana7. Pero dado que no llegaron invitadas por las autoridades, fueron perseguidas con amenazas de distinto tipo. Poco a poco fueron llegando también miembros de las otras iglesias.
Dos constituciones de la República del Paraguay reconocieron como religión del Estado a la religión católica, apostólica, romana, poniendo así en condición de desigualdad a otras iglesias, favoreciendo con ello tanto la intolerancia como la legitimación de una desigualdad, la de 1940 y la de 1967, a pesar de que la primera habla de tolerancia a otros cultos y la segunda habla de libertad religiosa. La Constitución vigente, promulgada en 1992, en el artículo 24 afirma en cambio que: “Se garantizan la independencia y autonomía de las iglesias y confesiones religiosas, sin más limitación que las impuestas en esta Constitución y las leyes. Nadie puede ser molestado, indagado u obligado a declarar por causa de sus creencias o de su ideología”8. El Estado paraguayo se declaró laico, pasando del Patronato Real al patronato local y corta así el nexo con la Iglesia católica, originado en la Colonia y preservado por los gobiernos independientes.
Inicios del movimiento ecuménico en el Paraguay
Durante la Semana Santa de 1967, bajo el influjo del Concilio Vaticano II, se llevaron a cabo jornadas de oración ecuménicas, las que suscitaron el deseo de hallar un espacio institucionalizado para estos encuentros fraternales. Una muestra de ese espíritu fue el manifiesto del 5 de agosto del mismo año, con el cual arranca el movimiento ecuménico en el Paraguay. Estos son los primeros pasos a favor de la unidad de los cristianos, cuyo título definitivo fue Declaración del Movimiento Ecuménico en Paraguay. Los que la redactaron fueron sacerdotes, pastores y laicos de diferentes iglesias, quienes encantados con los lineamientos del Concilio se reunían para lecturas bíblicas, oraciones comunitarias y para dar testimonio de amor recíproco. Participaron las iglesias católica, luterana, metodista, Discípulos de Cristo y el Ejército de Salvación.
En el encabezado el manifiesto expresa entre otras cosas: “Todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para que constituyamos un solo cuerpo, y que hay que buscar no amar de palabras ni de lengua, sino en obras y en verdad… solícitos pues, en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de paz, hemos decidido constituir el movimiento ecuménico en nuestro país”9. Entre sus fines se señalan varios puntos: 1. Promover la unidad entre los cristianos, aunar esfuerzos cuando los valores cristianos se vean amenazados y establecer vínculos con agrupaciones similares de otros países. 2. Cada miembro actúa en nombre propio. 3. Cada uno permanecerá fiel a la doctrina de su propia iglesia, ya que el movimiento nada hará que pueda debilitar la fe de ninguno. 4. Cada miembro puede anunciar el evangelio, pero evitando juicios negativos hacia otras iglesias, acentuando lo que nos une y no lo que nos divide; y respetará la fe de todo cristiano en comunión con su iglesia. Expresaron, además, que eran conscientes de que el camino sería arduo, pero se mostraron “dispuestos a soportar injurias de propios y extraños… y a no resistir al Espíritu, que nos ha llamado a una misma esperanza”10.
En ese contexto, la Conferencia General de Episcopado Latinoamericano en Medellín