dimensiones de la vida: espiritual, física, intelectual y social.
Espiritualmente (2 Pedro 3: 18): Dios no quiere que seamos víctimas de la lepra del pecado o que seamos enanos espirituales. Dios quiere que alcancemos las alturas de la santidad (Gálatas 2: 20). Físicamente (3 Juan 2): Dios no quiere que nos enfermemos o que envejezcamos prontamente; tampoco quiere que tengamos una pequeña farmacia en casa. Él quiere que tengamos salud, que seamos el pueblo más sano del mundo, mejor alimentado, con el más alto promedio de vida. Intelectualmente (1 Timoteo 4: 13): Dios no quiere que seamos ignorantes, enemigos de la buena lectura. Él quiere que la lectura sea nuestra ocupación diaria, que desarrollemos nuestra mente al máximo, que sepamos decidir. Socialmente (Romanos 12: 18): Dios no quiere que seamos resentidos sociales ni que tengamos almas amargadas, ya que la peor tragedia del mundo es un cristiano amargado. Dios quiere que seamos amigos de todos, en la medida de lo posible y en cuanto dependa de nosotros. Quiere que tengamos relaciones públicas, que seamos cristianos con las manos abiertas, que tengamos la rara flor de la cortesía cristiana en nuestro jardín, que seamos agradecidos y hospitalarios.
Pero ese crecimiento integral solo puede ocurrir «en Cristo». Así que hoy, @Dios te dice: «Crece y supérate para servir a la humanidad y para glorificarme ante el mundo». Pidámosle a él que nos ayude a vivir vidas en constante crecimiento.
19 de marzo
De Pepsi a Apple
«Por tanto [...] somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor». 2 Corintios 3: 18, RV95
En 1983, John Sculley era el presidente de Pepsico, la compañía detrás de la bebida gaseosa Pepsi, y tenía asegurada una carrera maravillosa. Pero un día lo dejó todo para convertirse en el presidente de Apple, cuando esta apenas estaba comenzando. En su libro De Pepsi a Apple Sculley cuenta que el célebre Steve Jobs lo motivó a tomar la decisión cuando le dijo:
—¿Deseas dedicar el resto de tu vida a la venta de agua azucarada, o quieres una oportunidad de cambiar al mundo?
Y si hoy puedes reconocer la manzanita mordida en los teléfonos celulares, computadoras y tabletas, sabrás que Jobs tenía razón.
Un cambio similar ocurrió hace dos milenios en Palestina. Los discípulos eran un grupo bastante disparejo, hasta inadaptados sociales había entre ellos. Pero en poco más de tres años se convirtieron en un equipo poderoso que cambió el mundo de su época y que continúa cambiando la cultura adonde llega. ¿Qué fue lo que produjo el cambio? ¿Acaso se matricularon en un curso rápido de liderazgo? ¿Usó el Señor Jesús una varita mágica para transformarlos en un pestañar? No. De hecho, poco después de la muerte de Cristo los apóstoles seguían siendo un grupo de hombres asustados y con diferencias personales entre ellos.
Pero todo cambió el día de Pentecostés, cuando se derramó sobre ellos el Espíritu Santo. Esto los convirtió de temerosos, reacios y quisquillosos en valientes, invencibles e impetuosos mensajeros de Dios. «Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo […]. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios» (El Deseado de todas las gentes, p. 144).
¿Y tú? ¿Te vas a conformar con la vida que tienes ahora o quieres cambiar el mundo? @Dios dice a través de Elena G. de White: «Por medio de la confesión y el abandono del pecado, por medio de la oración ferviente y la consagración a Dios, los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, solo que en mayor medida, debe realizarse ahora» (Testimonios para los ministros, p. 454).
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