sobre la justicia social, si deseamos que nuestro mundo sea un lugar mejor hemos de aferrarnos a Dios. Hemos de mantenernos «en Cristo» y solo así podremos ser «justicia de Dios» y transmitirla al mundo que nos rodea.
¿Deseas un mundo más justo? @Dios te dice hoy: «Déjame ser tu justicia y harás de este mundo un lugar más justo».
2 de marzo
La peor tragedia de la historia
«Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, y así la muerte pasó a todos porque todos pecaron». Romanos 5: 12
El 26 de abril de 1986 se produjo en Ucrania el accidente nuclear más grave de la historia, el único que ha alcanzado la categoría siete (la más alta) en la escala INES. Aquel día, durante una prueba en la que se simulaba un corte del suministro eléctrico, un aumento súbito de potencia en el reactor número cuatro de la Central Nuclear de Chernobyl produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor, lo que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior. Se estima que la cantidad de material radiactivo liberado fue unas quinientas veces mayor que la de la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima en 1945.
El accidente causó la muerte directa de 31 personas e hizo obligatoria la evacuación de unas 135,000 personas. Se detectó radiactividad en diversos países de Europa, provocando alarma internacional. Miles de personas se vieron afectadas por la contaminación y han sufrido o sufrirán en algún momento los efectos en su salud. ¡Verdaderamente fue una catástrofe!
Cuando pienso en una catástrofe de este nivel, o incluso mayor, ¿sabes en qué pienso? En aquella tarde en el huerto de Edén cuando Adán y Eva decidieron desconfiar de Dios y seguir las sugerencias de Satanás. Hoy podemos ver los resultados de la caída a nuestro alrededor. El pecado, como la nube tóxica de Chernobyl, se extendió por todo el planeta y nos alcanzó a todos, transformándonos en un planeta en rebelión, un planeta lleno de decaimiento y muerte. Un planeta que huye de su Creador. Y esa es la causa de los malestares sociales que vemos hoy en día.
Todavía hoy las personas no pueden acercarse a Chernobyl sin equipos especiales de protección. Aquella comunidad no será segura para la salud humana por muchos años. ¿Es ese el destino de nuestro planeta? El pecado ¿nos convertirá en una zona cero donde moriremos lentamente? No. Si bien es cierto que aquel día en Edén ocurrió un grave desastre, una tarde, hace dos mil años, Dios proveyó la solución definitiva al problema del pecado. Pablo lo describió de esta manera: «Y así como el delito de Adán puso bajo condenación a todos los hombres, así también el acto justo de Jesucristo hace justos a todos los hombres para que tengan vida» (Romanos 5: 18). Hoy @Dios te dice: «Yo soy la solución para la mayor tragedia del mundo».
3 de marzo
Los héroes de Chernobyl
«Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Romanos 5:7, 8, RV95
Cuando explotó el reactor número 4 de la Central Nuclear de Chernobyl, toda Europa quedó bajo amenaza de contaminación. Se necesitaba voluntarios dispuestos a entregar su vida para salvar a muchos más. Los dos primeros en ofrecerse fueron Alexei Ananenko y Valeriy Bezpalov. Alexei Ananenko era un prestigioso tecnólogo de la industria nuclear soviética, que había participado en el desarrollo y la construcción del complejo electronuclear de Chernobyl. Él cooperó con el diseño de las esclusas y sabía dónde estaban ubicadas exactamente las válvulas. Era casado y tenía un hijo. Valeriy Bezpalov era uno de los ingenieros que trabajaban en la central, ocupando un puesto de responsabilidad en el departamento de explotación. Estaba también casado, y era padre de una niña y dos niños de corta edad.
Ambos eran ingenieros nucleares. Los dos comprendían más allá de toda duda que no saldrían vivos de aquella misión tan peligrosa. Mientras se ponían sus trajes, observaron que necesitarían un ayudante para sujetarles la lámpara subacuática desde el borde de la piscina mientras ellos trabajaban en las profundidades. Y miraron a los ojos a los hombres que tenían alrededor. Entonces, uno de ellos, un joven trabajador de la central, sin familia, llamado Boris Baranov, se levantó y dijo:
—Yo iré con ustedes.
Los tres caminaron los 1,200 metros que había hasta el nivel afectado. Y bajo aquel cielo gris y los restos fulgurantes de un reactor nuclear, los dos ingenieros se sumergieron en la piscina de burbujas del nivel –0,5 mientras Boris Baranov les sujetaba la lámpara subacuática. La lámpara estaba dañada, y falló poco después. Desde el exterior, ya nadie podía oírlos ni verlos. Pero, de pronto, las esclusas comenzaron a abrirse, y 1,000,000 de metros cúbicos de agua radioactiva escaparon en dirección al estanque preparado para tal efecto. Lo habían logrado. Alguien murmuró que los tres héroes acababan de salvar a Europa.
Hay versiones contradictorias sobre lo que sucedió después. La versión más extendida dice que jamás regresaron, y siguen sepultados allí. Esta es la historia de los tres héroes de Chernobyl, que escogieron morir para salvar a mucha gente que quizá no lo merecía. Eso mismo hizo Jesús por la humanidad entera: vino a este mundo contaminado y murió en la cruz para salvarnos del pecado. Pero a diferencia de los tres héroes, @Jesús no quedó sepultado para siempre, hoy él vive y te dice: «Así como yo vivo, tú también vivirás».
4 de marzo
Rescate del exterior
«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno». Romanos 3:10-12, RV95
El submarino «Kursk» se hundió durante unos ejercicios de rutina en el mar de Barents. Oficialmente, el accidente fue causado por una explosión en el compartimiento de torpedos del sumergible. Este submarino, uno de los más modernos y seguros, era considerado prácticamente invulnerable. Su tripulación pertenecía a la élite de la Fuerza Naval Rusa.
El 12 de agosto de 2000, el submarino participaba en unos ejercicios de rutina. Según el escenario, tenía que atacar un grupo de portaaviones. El ataque debía comenzar a las 11:30 a.m. Pero en vez de un lanzamiento de torpedo, a la hora señalada se produjo una explosión. El torpedo detonó dentro del sumergible, provocando la explosión del resto de las municiones. A causa de esta explosión, el grueso casco del Kursk, capaz de soportar el impacto de un torpedo, se deformó cubriéndose de pliegues y agujeros. Casi toda la tripulación murió al instante. Los 23 sobrevivientes se encerraron en los compartimientos de atrás. El teniente capitán Dmitri Kolésnikov escribió pocas horas antes de su muerte: «12:08… No hay luz para escribir, pero trataré de hacerlo a tientas. Parece que no tenemos muchas probabilidades de supervivencia. Espero que alguien lea estas líneas. Aquí viene una lista de quienes nos encontramos en los compartimientos ocho y nueve, y trataremos de salir. Saludos a todos. No se desesperen. Kolésnikov».
¿Por qué no salieron nunca? Lamentablemente, no tenían acceso a la cámara de rescate. Para colmo de males, pocas horas después del accidente se descompuso la placa regeneradora de oxígeno. Solo podían ser rescatados desde afuera, pero como el rescate no llegó a tiempo, después de unas doce horas, los 118 marineros murieron.
El incidente del Kursk ilustra la deprimente situación en la que quedó la humanidad después de la entrada del pecado. Todos hemos sido afectados y no podemos hacer nada para salvarnos a nosotros mismos. Al igual que la tripulación del Kursk, nuestra salvación debe venir de afuera. ¿Y sabes qué? ¡Así fue! Dios envió a su Hijo Jesús para salvarnos del pecado y de la muerte. Hoy, gracias a él, tú y yo podemos ser libres. El mensaje de @Dios para ti hoy es: «La salvación está aquí. No desesperes».
5 de