—Dar gracias a Dios por sus dádivas —respondieron.
—¿Y dónde vive su Dios?
—En el cielo.
—¿Su Dios come?
—Dios es Espíritu. No es como nosotros. Vive eternamente. Fue él quien hizo la Tierra, el cielo y todas las cosas. También nos creó a nosotros.
Los isleños se quedaron asombrados ante estas sencillas verdades y preguntaron a los recién llegados qué los traía por aquellos lugares. Su respuesta fue muy directa:
—Venimos a darles a conocer al Dios verdadero y a su Hijo Jesús, nuestro Salvador.
¿Por qué estos isleños mostraron tanta curiosidad hacia la religión cristiana? Permíteme decirte que el deseo por conocer sobre Dios no es nuevo ni pertenece solo a los nativos de alguna pequeña isla en el Pacífico. En las religiones paganas antiguas, cuando una persona conocía el nombre de algún dios, se suponía que por ese conocimiento adquiría privilegios y poder sobre esa deidad. Por eso las personas dedicaban mucho tiempo a tratar de conocer más sobre los dioses. Pero en la Biblia el ser humano no tiene que hacer ningún esfuerzo por buscar a Dios o descubrir cómo es él. ¡Dios mismo sale al encuentro de sus criaturas! Esa es la historia de la Biblia: Dios busca al ser humano y se da a conocer. Por eso, cuando invocamos el nombre de Dios aludimos a todo lo que él es y ha revelado sobre sí mismo.
Es alentador saber que Dios está interesado en conocerte y en darse a conocer. Él desea que tú lo conozcas. Por eso, hoy te invito a elevar una oración a él: Gracias, @Dios, porque te has dado a conocer, porque nos invitas a tener una relación más estrecha contigo y, sobre todo, porque nos has mostrado quién eres y lo que deseas hacer en nuestra vida.
6 de enero
El Dios que me ve
«Como el SEÑOR le había hablado, ella le puso por nombre: “Eres el Dios que me ve”, porque como ella dijo: “En realidad he visto aquí a Aquel que me ve”». Génesis 16: 12-14, PDT
¿Has tenido uno de esos días en los que todo parece conspirar contra ti? En algunos lugares se dice que te levantaste con el pie izquierdo. Pues algo parecido le estaba pasando a Agar. Ella no había decidido acostarse con Abram, todo había sido idea de Sarai. Pero ahora era Agar la que tenía que sufrir los malestares de un embarazo que ella no había planificado. Y por si fuera poco, ahora su ama, que la había metido en ese problema, estaba celosa de ella y la afligía. Bastante tenía con las náuseas, la hinchazón, las constantes molestias, los deseos de ir al baño y los cambios hormonales. ¿Y también soportar a su ama? No. Estaba cansada de que nadie viera su sufrimiento, de que nadie notara su dolor. Y fue así como Agar decidió huir.
Pero a Agar le sucedió lo mismo que me ha sucedido tantas veces: las decisiones que tomamos en momentos de apuros, en vez de mejorar nuestra situación terminan empeorándola. Pronto Agar se vio sola en el desierto, sin agua, sin comida y, para colmo, sin que nadie la estuviera viendo, por lo tanto nadie podría socorrerla. Bueno, en realidad Alguien la estaba viendo. Alguien lo había visto todo. Y no solo lo había visto todo, ¡también comprendía su situación!
El Ángel del Señor habló con ella y la consoló. Como resultado de aquella experiencia ella le puso por nombre: «el Dios que me ve» (Gén. 16: 13, RV95). ¡Sí, Dios te ve! Él está pendiente de ti, él te ve en los buenos y en los malos momentos. Cuando todo parece perdido, cuando la soledad te embarga, cuando estás desanimado, él es el Dios que te ve. Elena G. de White escribió: «El que tiene contados los cabellos de tu cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos […]. Nada que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeño que él no lo note […]. Ninguna calamidad puede ocurrirle al más humilde de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltarlo, ningún gozo alegrarlo, ninguna oración sincera surgir de los labios, sin que el Padre celestial lo perciba y sin que él se tome en ello un interés inmediato» (El camino a Cristo, pp. 148, 149). @Dios te dice hoy: «Te veo y me preocupo por ti».
7 de enero
Dios estaba con él
«Entonces todas las naciones del mundo verán que eres el pueblo elegido por el Señor y quedarán asombradas ante ti». Deuteronomio 28: 10, NTV
Durante muchos años, aquel anciano misionero había predicado el evangelio en la región. Todos en la comunidad lo reconocían como un hombre consagrado al servicio de Dios. Pero últimamente las cosas se estaban complicando en la zona, ya que los grupos al margen de la ley habían decidido ubicarse en aquel lugar para desarrollar desde allí sus actividades ilícitas.
Cuando el nuevo comandante de ese grupo se percató de las constantes visitas del misionero, decidió mandar a un grupo para hacer un reconocimiento de la situación. Estos combatientes se hicieron pasar por personas comunes de la comunidad y asistieron durante varios fines de semana a escuchar la Palabra de labios de aquel misionero. Al principio su propósito era conocer mejor a ese hombre a quien todos apreciaban y escuchaban con atención. Pero poco a poco algo comenzó a cambiar en ellos. El poderoso mensaje fue calando en sus mentes y corazones. Cuando el comandante se dio cuenta de que la enseñanza de aquel predicador chocaba con la ideología que quería implantar en los habitantes de la región, decidió silenciar esa voz para siempre.
–¡Mátenlo! —dijo—, y no dejen evidencias.
Aquellos hombres no se atrevieron a hacerle daño al misionero. Habían quedado cautivos del mensaje. Así que le advirtieron del peligro que su vida corría. Al regresar al campamento dieron el informe:
—Sentimos temor de matar a ese hombre, comandante. Dios está con él.
Como se negaron a cumplir con la orden, fueron relevados de la misión y en su lugar enviaron a los combatientes más peligrosos de aquel grupo rebelde.
El fin de semana todo estaba listo para la ejecución. El misionero acudió como de costumbre. La reunión inició y la gente escuchaba de buena gana. Entonces aparecieron los hombres armados y encapuchados, tomaron al misionero y lo llevaron a una zona boscosa para ultimarlo. Le amarraron las manos a la espalda, lo acostaron boca abajo y cuando la persona encargada de darle el tiro de gracia se dispuso a apretar el gatillo, otro grupo de hombres uniformados y fuertemente armados aparecieron de entre los arboles, neutralizaron a los secuestradores, rescataron al misionero y se lo llevaron. ¿Sabes quiénes eran? ¡Eran los que se habían negado a matarlo antes! Habían desertado de aquel grupo rebelde y habían regresado a la vida civil. No sé qué peligros asechan tu vida hoy. Lo que sí puedo asegurarte es que @Dios está contigo. Él te dice: «No tengas miedo. El mundo se asombrará ante ti».
8 de enero
El milagro del minitornado
«Hemos venido de un país muy distante, hasta donde ha llegado la fama del Señor su Dios». Josué 9: 9, NVI
Osorio estaba pasando un mal momento. No tenía trabajo y por eso su familia estaba sufriendo. Todos decían que era un hombre fiel a Dios y de mucha oración. Cuando visitaba su iglesia, podía ver a aquel hombre corpulento, elevando sus brazos al cielo en oración para que Dios le proveyera de un trabajo para sustentar a su familia.
Un día, mientras caminaba se vio envuelto en un remolino que levantó hojas y papeles que giraban a gran velocidad, era como un minitornado. Entonces un papel se le pegó en la cara. Cuando pasó la ventisca, vio que se trataba de la publicidad de una empresa de gorras que apenas estaba abriendo sus puertas en Cartagena, Colombia, a unos 424 kilómetros de donde vivía.
Osorio sintió que esa era la respuesta que esperaba de Dios. Se convertiría en el vendedor de los productos de esa empresa en su ciudad. Oró, llamó a los dueños de la fábrica y les contó su experiencia, les dijo que Dios le había mostrado que debía