en otras ciudades hasta que el negocio no creciera en la sede. Pero que consideraban que lo sucedido era un milagro.
Le enviaron los catálogos y Osorio hizo un primer pedido. Cuando le pidieron que pagara el importe establecido él les dijo que no tenía un solo centavo, pero que no tuvieran temor porque él era un hombre cristiano. Les prometió orar por su empresa y les pidió que confiaran en él y lo ayudaran. Así que los ejecutivos le enviaron el pedido sin tener que pagar nada. Apenas hubo vendido los productos, realizó un segundo pedido y pagó el dinero por ambos envíos.
Los dueños de la empresa quedaron impresionados por la honestidad de este hombre y decidieron visitarlo. Le dijeron que estaban maravillados por su fe y por el Dios a quien él servía. También le contaron que el negocio había experimentando múltiples bendiciones y que ellos creían que era el resultado de sus oraciones. Así actúa Dios. Recordemos siempre que él provee por medios que a veces no esperamos y siempre ampara a sus hijos. ¿Necesitas un milagro? El @Dios que provee te dice hoy: «Clama a mí».
9 de enero
A César lo que es de César
«Den al César lo que pertenece al César y den a Dios lo que pertenece a Dios» . Marcos 12: 17, NTV
Las autoridades fiscales aumentan cada día más sus controles para evitar la evasión de impuestos y para que las instituciones y ciudadanos cumplan al pie de la letra sus obligaciones tributarias. Recuerdo que hace unos años mi país cambió las regulaciones y, para compensar el déficit, bajó la cantidad mínima de ingresos que una persona debía recibir para declarar y pagar impuestos sobre la renta.
Aquello era algo nuevo para mí. Nunca lo había hecho. Así que conseguí todos los documentos necesarios y los llevé a un experto para que me ayudara con el proceso de declaración de impuestos. Cuando terminó el análisis el resultado me dejó boquiabierto. «¡¿Tanto dinero?!», exclamé. Como el código tributario había cambiado recientemente, yo no había ahorrado para pagar esos impuestos.
Como no tenía el dinero a mano me fui. Y cuando compartí mi experiencia con unos amigos no cristianos me dieron la «solución» a mi problema.
—Realiza la declaración con fulano. Él sabe manipular los documentos para que pagues menos de lo que debes. Todos lo hacemos así.
Me dieron varios argumentos para justificar la recomendación: El Gobierno malgasta nuestro dinero, la corrupción es muy grande en esas entidades y esos recursos son malversados, tú puedes darle un mejor uso a ese dinero, etcétera.
Entonces ocurrió algo inesperado. Uno de los presentes dijo:
—Ustedes olvidan que Edgar es el representante legal de su iglesia y que por nada del mundo debe atreverse a hacer algo al margen de la ley porque la limpieza o suciedad de su nombre afectará, para bien o para mal, a todos los adventistas. No le den vueltas al asunto, debe pagar lo que dice el análisis.
¡Guau! Aunque debo reconocer que inicialmente me sentí tentado a evadir los impuestos, aquellas palabras me sacudieron. Pagué la suma estipulada y la seguiré pagando. Mantener un nombre limpio no solo me afecta a mí, también afecta a mi familia y a mi iglesia.
¿Alguna vez habías pensado en la influencia que tus acciones pueden tener sobre otros? Hoy cuando son tan comunes el egoísmo y la deshonestidad hacia las autoridades gubernamentales, deseo animarte a darle al César lo que le pertenece, así como recibimos muchos beneficios del Gobierno (independientemente de tu opinión política). Pero sobre todo, el @Dios al que nuestra vida le pertenece nos dice: «Dame hoy, tu corazón».
10 de enero
Cuando los gigantes nos amenazan
«David le dijo al filisteo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, ¡pero yo vengo contra ti en el nombre del SEÑOR Todopoderoso”». 1 Samuel 17: 45-47, PDT
Nicolás era un próspero comerciante en su pueblo. Desde joven aprendió el valor del trabajo arduo y honesto, así que se repartía entre su ferretería, las labores agrícolas, el cuidado de su familia y el liderazgo en su iglesia local. Su vida transcurría de manera tranquila, aunque laboriosa. Un día, un inversionista le propuso un gran negocio: hacer el cultivo de arroz más grande de toda la región.
Todo se hizo de la manera planeada: araron y abonaron la tierra, fumigaron para matar las plagas, sembraron la semilla y decidieron esperar a que vinieran las lluvias en el tiempo previsto. Pero nadie se esperaba lo que ocurrió. El fenómeno atmosférico «El Niño» trajo una gran sequía y los cultivos de la zona murieron, dejando en la ruina a pequeños y grandes agricultores. Los socios y los proveedores de insumos exigieron respuestas, y fue así como este buen hombre quedó frente a frente con un gigante que parecía invencible.
En un abrir y cerrar de ojos los acreedores se quedaron con todo lo que tenía y por si fuera poco llegó incluso a recibir amenazas de muerte. Huyó con su familia a otra ciudad para salvar sus vidas, pero tomó la firme decisión de enfrentar a sus gigantes en el nombre del Señor.
Todos enfrentamos gigantes. Ellos aparecen cuando menos lo esperamos. El chico que amas te dice que encontró un nuevo amor y te abandona. La chica con quien hiciste planes para toda la vida te dice que la relación ya no funciona, que no eres tú, es ella. El médico lee los exámenes y luego te dice que a pesar de tu edad y vigor tienes cáncer o alguna otra enfermedad crónica. Recibes una llamada a medianoche para avisarte que hubo un accidente y entre los muertos está tu padre. Un familiar o amigo sale en la mañana de casa para no regresar jamás. El negocio familiar quiebra.
¿Qué hacer cuando enfrentamos un gigante «invencible»? David, el experto venciendo gigantes, dijo: «Yo voy a ti en el nombre del Señor». Eso hizo también Nicolás y venció a sus gigantes. En el nuevo sitio estableció una iglesia, construyó un templo, educó a sus hijos en la universidad adventista y hoy está de nuevo al frente de sus negocios. ¿Tienes gigantes delante de ti? @Dios te anima hoy: «¡Enfréntalos en mi nombre!».
11 de enero
¡Cántale!
«Por eso te alabo entre las naciones y canto himnos a tu nombre». 2 Samuel 22: 50
La iglesia había decidido abrir una nueva congregación en aquel municipio. Bajo la dirección del pastor, escogieron un lugar para reunirse y, acto seguido, comenzaron a visitar a las familias de la zona. Pero pronto surgieron los problemas.
La persona que «controlaba» esa zona manifestó a uno de los ancianos su descontento con la presencia de la iglesia. Estaba molesto porque no querían la competencia del evangelio, quería reclutar a los jóvenes del área y entendían que, con la iglesia allí, sería mas difícil lograrlo. Entonces, sentenció:
—Si insisten en seguir predicando en mi territorio, yo mismo mataré al pastor dentro de la iglesia cuando esté predicando.
Los hermanos sabían que aquel hombre era capaz de cumplir su amenaza y decidieron orar. Poco después aquel hombre sufrió un accidente que lo dejó cuadripléjico. No obstante, el remplazo enviado a la zona resultó más peligroso. Mandó a cerrar la iglesia, prohibió los cultos en las casas y amenazó de muerte a las familias que se unieran a la iglesia. Los feligreses oraron nuevamente y poco tiempo después, aquel hombre falleció atropellado por un autobús. Como era de esperar, vino una tercera persona para asumir el control de la zona. Tan pronto como llegó llamó al anciano. Le ordenó abrir la iglesia y reanudar los cultos. Le pidió además que iniciaran un trabajo más arduo de visitación a los hogares y pidió que se concentraran en la enseñanza de la Biblia a los jóvenes.
Asombrado, el hermano le preguntó por qué actuaba tan diferente a los dos hombres anteriores. Él respondió:
—Ellos no fueron capaces de entender que su Dios pelea por ustedes.