José Bengoa

La comunidad sublevada


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comenzó a importar fueron las zapatillas que se usaban, por cierto de marca y caras, los pantalones abombachados, las camisetas estampadas; en fin, con el tiempo los celulares que se usan, esto es, las baratijas de la modernidad. De los super8 se pasó a vender cualquier mercadería y por cierto las que entregan mayor ganancia, como las drogas.27

      Podríamos aventurar que una de las características del capitalismo tardío es la paulatina pérdida del concepto de profesión. El levantarse temprano que algunos predican aún como central es una fantasía casi ridícula, ya que es de todos bien conocido que las grandes fortunas no se han hecho por exceso de madrugación.

      La liquidación de la conciencia obrera en el período del capitalismo tardío, esto es, de la conciencia colectiva de la explotación del trabajo (plusvalía), ha conducido a reacciones políticas en las antípodas de las conductas clasistas aventuradas por ejemplo por Carlos Marx. La votación inglesa del Brexit o el soporte de Donald Trump en las antiguas clases minero-industriales desmanteladas ya es un fenómeno bien analizado.28

      Habría que concluir que tanto la pérdida del concepto de profesión y su derivada criolla, la decencia, están ligadas directamente al aumento del sentimiento y concepto de abuso. Es indudable que hemos asistido, en los últimos 30 años sobre todo, al desplazamiento de la centralidad del trabajo productivo, del trabajo industrial con las consecuencias éticas más profundas y por consiguiente con cambios muy radicales en las sociedades.29

      Salarios en disputa

      El salario está determinado por la lucha abierta entre capitalista y obrero. Necesariamente triunfa el capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que este sin el capitalista. La unión entre los capitalistas es habitual y eficaz; la de los obreros está prohibida y tiene funestas consecuencias para ellos. Además, el terrateniente y el capitalista pueden agregar a sus rentas beneficios industriales, el obrero no puede agregar a su ingreso industrial ni rentas de las tierras ni intereses del capital. Por eso es tan grande la competencia entre los obreros. Luego solo para el obrero es la separación entre capital, tierra y trabajo una separación necesaria y nociva. El capital y la tierra no necesitan permanecer en esa abstracción, pero sí el trabajo del obrero. (Carlos Marx. Primer Manuscrito)

      La imagen del cuenta-propista e innovador

      Se supondría —Marx dixit— que Robinson Crusoe es la imagen de la no alienación, del hombre libre en una isla, del self made man. Marx se burla y los llama “robinsonadas”.

      La suposición es fuerte y está nuevamente de moda. Hoy se los denomina “innovadores/as” y a la actividad comercial, “emprendimiento”. Se diría que en la medida en que a la persona nadie lo manda en forma directa, que trabaja por su cuenta, y sobre todo que innova, inventa ejerce su creatividad, que realiza un “emprendimiento”, para utilizar un término que está muy en boga; en ese sentido, no habría alienación del trabajo, o a lo menos no existiría ese sentimiento como elemento central de movilización.

      La experiencia del campesinado es clave para comprender este asunto. Marx, en su libro conocido como El 18 Brumario de Luis Bonaparte, trata muy mal a los campesinos y les dice que son como “un saco de papas”, es decir, no hay colectivo, solo son un agregado semejante a las papas. No habría allí conciencia de clase, ni en sí, ni para sí, ya que tienen su alma dividida: son patrones y trabajadores de sí mismos al mismo tiempo. Sus conductas sociales y políticas han cambiado y caminado en zigzag a lo largo de la historia, como es de toda evidencia.

      Esta aseveración no hace mejores a los obreros industriales o mineros, al proletariado, con supuesta conciencia de clase, en su actuación social y política. En 1847/48, Marx no tenía por qué suponer que esas clases obreras surgentes y revolucionarias terminarían hoy en día en posiciones tanto o más reaccionarias que los campesinos. Una corriente importante en la política occidental consideró que la existencia de una gran masa de propietarios pequeños, campesinos sobre todo, sería un freno a los extremismos y sobre todo al comunismo; una suerte de garantía de la democracia en el decir gaullista francés. De allí la historia de subsidios, apoyos estatales, etc.

      Es otro caso de falsa conciencia. El cuenta-propista, comerciante pequeño por ejemplo, puede que no “vea ni sienta”, que el fruto de su trabajo se enajena, se va a otro lado y se le vuelve en contra, pero rápidamente comprenderá que la cadena de comercialización lo lleva a una situación de intercambio desigual, y, por ejemplo, que el sistema bancario financiero lo explota y esquilma, en fin, que hay también una suerte de desposesión, para seguir con la idea de David Harvey, que enriquece a unos y empobrece a los otros, siguiendo la tesis marxológica de la concentración creciente de los medios de producción y la pauperización relativa de los asalariados y, en este caso, los cuenta-propistas. Las ilusiones campesinas de trabajo con lo propio y prosperidad asegurada se golpean frente a la evidencia. Chile es un caso extremo y expresivo de esta situación. Las campañas pro pymes y los programas de innovadores individuales que se van a hacer millonarios duran lo que un vaso de agua en un canasto. Es el afamado cuento campesino de las “picanas”.30

      La desocupación como abuso y al mismo tiempo alienación extrema

      Y la otra derivada es la desocupación ya no solamente de los migrantes, sino que también de las poblaciones locales que salen o son expulsadas de los mercados de trabajo.

      El capitalismo tardío se ha caracterizado por la mala distribución de las ofertas laborales y sobre todo por la precarización de los puestos de trabajo. Los estudios realizados en la zona sur de Santiago de Chile muestran que los abuelos y abuelas trabajaban (sobre todo mujeres) en las industrias textiles (Yarur, Hirmas, Said, etc.), los padres después de una larga cesantía trabajan por cuenta propia y parcialmente en obras públicas (peones de pala y picota) y los hijos no trabajan ni estudian, los conocidos como “ninis”.

      La historia es bien conocida. Un campesino de subsistencia y mercado a la vez debía saber una cantidad de asuntos que hoy día ni siquiera son capaces de ser manejados por el nivel universitario. Debía, nuestro campesino o artesano, saber de meteorología indispensable para las siembras, saber de semillas y variedades de cultivos, conocer los tiempos por cierto y manejar las señalas del mundo simbólico religioso, sin el cual no era posible que la producción prosperara. Cultura, como es bien sabido, viene de la palabra cultivo y el primer libro o poema escrito, según se dice, fue Los trabajos y los días, de Hesíodo.

      En la medida en que la división técnica del trabajo aumentó, la especialización fue ganando terreno hasta llegar a la primera gran modernidad del siglo XX (Charles Chaplin en Tiempos modernos), en que el trabajo en cadenas de montaje condujo a la parcialización casi completa del conocimiento. Un gerente de un viñedo de Aconcagua, al norte de Santiago, nos señaló en una visita con mis estudiantes que “no le gustaba la gente con iniciativas”, que el trabajador debía obedecer ciegamente lo que se le ordenaba en el trabajo. Y “sin pensar” agregó.

      No hay fruto directo del trabajo individual, ni en equipo, y por lo tanto el mismo concepto clásico de trabajo alienado se disuelve en un colectivo abstracto y anónimo de la cadena de montaje. Por tanto ha variado el concepto, las sensaciones y emociones ligadas a la experiencia directa del trabajo.

      La especialización que ha caracterizado a los procesos productivos del fordismo y posfordismo se ha entrometido en áreas que no necesariamente aumentan la eficiencia y más bien, por el contrario, rompen el carácter holístico necesario del saber y pensamiento humano. Dos casos. En la medicina se ha llegado al extremo de las especializaciones, tanto que a los médicos se los denomina especialistas. Cada uno de ellos se preocupa y dedica a una parte de la anatomía del cuerpo, de su fisiología, en fin, su especialidad. Se echa de menos hoy en día el médico general que se ocupa del conjunto armónico del cuerpo y de su evidente relación con el “alma”, esto es, lo psíquico. Es por ello que se está produciendo un regreso a sistemas de salud que se caracterizan por trabajar en el equilibrio corporal.31

      Algo semejante ocurre en el ámbito académico, en el que la hiperespecialización se está transformando en una barrera al conocimiento. Cada disciplina pone murallas artificiales con la vecina y desata un caudal de subdisciplinas,