José Bengoa

La comunidad sublevada


Скачать книгу

iniciados. Si a eso se agregan los sistemas de promoción académica que favorecen y exigen la especialización ad nauseam, tenemos un sistema científico-técnico que es eficiente por un costado y hace agua por el otro, como es de toda evidencia en la actualidad pandémica del mundo.

      El abuso en los cuerpos

      El período que estamos estudiando tiene en el movimiento feminista uno de los elementos centrales, sino simplemente el central. En Chile ha habido una revolución de los cuerpos femeninos y masculinos. Hasta hace unos años era un tema de un grupo de activistas feministas y con el paso de estos años se ha transformado en fuente de transformación profunda de las bases sociocultural de la sociedad. Lo que ocurre con los desplazamientos en el ámbito del trabajo es parte de un cambio de perspectiva en todos los terrenos y sobre todo en el denominado de “género”. Hacer del propio cuerpo un ente autónomo es quizá uno de los cambios epocales más profundos que estamos viviendo: derecho a la salud reproductiva, a cambiar de sexo, a tatuarse la piel y, por cierto, el derecho al buen morir y disponer de su cuerpo a como le parezca al sujeto, sea este hombre o mujer o trans.

      Se ha producido un desplazamiento desde el producto enajenado al cuerpo alienado por el cansancio, la mala calidad ambiental, las largas horas de la jornada, los medios de transporte excesivos; en fin, todo aquello que supera la simple fatiga.32

      La sociedad y el Estado, sobre todo, en este período no tienen derecho a inmiscuirse en los asuntos corporales. Desde siempre quizá que el Estado —todos los Estados— era custodio del cuerpo humano, dictaba reglas de higiene, prohibiciones de todo tipo (sobre todo a las mujeres); en fin, los cuerpos eran de una u otra manera construidos por el Estado.

      Desde el cambio ocurrido en estas últimas décadas, y sobre todo en estos años recientes, se critica la capacidad del Estado de actuar en estos ítems denominados como valóricos por la prensa. No cabe mucha duda de que se trata de uno de los ejes —si no el eje— más significativos de la nueva cultura postindustrial.33

      En entrevistas realizadas hace ya unos años a mujeres jóvenes del campo, nos llamó la atención que las frases repetidas eran: No quiero tener el cuerpo de mi madre (gordura producto de pariciones múltiples y el trabajo de sol a sol), y también, me aburrí de trabajar con el poto pal sol, cuando se debe agachar a plantar, cosechar, etc.

      Resultado de ello son las migraciones en busca de trabajos limpios. Aunque el salario sea mayor en las cosechas, se prefiere el de cajera en un supermercado o asuntos semejantes en que no se está en condiciones de violencia corporal. Si a ello se agrega una ampliación evidente de la cobertura educacional formal, una mayor exposición a la enseñanza secundaria e incluso superior, se comprenderá por qué hay sectores juveniles que no aceptan ciertos trabajos, no tanto por el salario, sino por las consecuencias que tiene sobre los cuerpos.

      El síndrome del consumo infinito

      La derivada siguiente es la que se refiere a las remuneraciones que no permiten acceder a las expectativas de consumo que plantea la sociedad en su conjunto y sobre todo el sistema de comunicaciones (publicidad sobre todo), basado en el concepto de consumo infinito.

      Quizá en este concepto reside un elemento que caracteriza al capitalismo tardío del que estamos hablando. En este caso, el rasero de la explotación no está en la relación entre productor y producto alienado, sino entre el trabajador (como productor puede ser también...) y el consumo deseado y esperado.

      Se trata de un nivel general de consumo establecido históricamente (como siempre ocurre por lo demás) por el conjunto de la sociedad y bajo del cual no es posible incluso vivir. La canasta de consumo básico está llena de elementos simbólicos y comunicacionales que tienen tanta o más importancia, hoy por hoy, que la alimentación misma (sobre todo la sana).34

      El traslado de las contradicciones a la esfera del consumo es un hecho de la causa. Por cierto que hace ya ciento y tantos años era impensable esta dimensión e, incluso, Carlos Marx dejó el tema de la distribución y consumo para el final, ni siquiera se lo tocó en El Capital de manera profunda.

      Si bien como se ha dicho, tanto el concepto de trabajo alienado como el de abuso se traslapan, es este último el que se entronca con mayor profundidad con el consumo. La noción postindustrial del consumo sin límites, del extractivismo sin medida, de la acción violenta contra la naturaleza, se confronta hoy día con las pandemias, la sinrazón de un mundo anclado en estas ideas propias de un neoliberalismo trasnochado y sobre todo irresponsable.

      En el libro La comunidad perdida y en los siguientes libros de la serie, acuñamos el concepto de modernización compulsiva, ya que nos dimos cuenta muy tempranamente de que la sociedad chilena salía del período dictatorial altamente traumatizada y que buena parte de ella, sino toda, quería dar vuelta la página, como dijo un Presidente explícitamente. Adquirir aparatos modernos, modernizar la vida cotidiana, consumir la modernidad fue el escape “hacia adelante”, de modo de olvidar lo que se había vivido en los casi 20 años de dictadura. El mal fue el símbolo de este período.35 Un enorme espacio controlado, climatizado, donde se puede comer en un patio de comidas alimentos rápidos, productos etiquetados en inglés y que aparecen en las películas: hamburguers, cheese cake, Pizza Hut, y todo tipo de combinaciones criollas, adaptadas a los sabores locales.36 El consumo de “las baratijas de la modernidad” fue la promesa de Pinochet el año 1980 cuando ganó el plebiscito para aprobar la Constitución.37 Fue la promesa incumplida que lo llevó a perder el segundo plebiscito, en el cual ganó la opción del No, que lo obligó a dejar el ejercicio del Gobierno y mantenerse como jefe del Ejército y senador designado. La promesa del ochenta no se cambió y se le dio un nuevo significado: el consumo de la modernidad permitiría olvidar las atrocidades cometidas por los militares. Esta opción, quizá poco consciente, permitió que los civiles pasaran olvidados en la larga coyuntura, que los empresarios se adaptaran rápidamente a las nuevas circunstancias y que un proceso de “chorreo” llegara a amplias capas de la población, permitiéndoles participar en los beneficios de la modernidad. Para los ingenuos, Chile se modernizó rápidamente con la nueva democracia alcanzada.38Sin embargo, lo que hemos afirmado en estos textos es que la modernización en las cosas es muy diferente a la modernidad en las mentes y culturas, la que en este largo período se mantuvo incólume e incluso retrocedió a períodos de mayor segregación. Una sociedad de castas ocultas, como la hemos denominado, con celulares y computadoras. Con comida rápida y sistemas de delivery por doquier. Pero como todas las cosas tienen una acción y reacción, lo que no se percibió es que esa modernización compulsiva conduciría a un nuevo proceso de conciencia social, diferente al anterior pero lleno de potencialidades. De eso es lo que estamos hablando en este capítulo.39

      B. El tiempo del abuso contemporáneo

      Abuso pareciera ser el concepto clave en los tiempos actuales. Es un eje de comprensión cultural de un conjunto complejo de movilizaciones, demandas, desconfianzas en el sistema político y público; es también lo que explica la ira de estas sociedades y no en menor medida los traumas y problemas psíquicos de estas poblaciones, etc. Es uno de esos términos que aúnan un momento coyuntural o un período determinado.

      Es un sentimiento, una emoción, como se ha dicho ya varias veces en la primera parte de este trabajo. Es por tanto altamente subjetivo en la medida en que es un sentimiento, pero es una experiencia intransferible y sobre todo frente a la cual no se puede criticar. La persona que se siente abusada no requiere que nadie le explique, ni deja espacio a que le digan palabras de buena crianza.40

      Sin embargo, al igual que otros conceptos que surgen de la experiencia individual y se transforman en colectivos, en este caso se produce un encuentro con los otros, con el grupo, e incluso con masas de personas. Cada uno se siente abusado por un motivo o varios, pero en el conjunto se levanta la idea de una sociedad abusadora, la “Comunidad abusada” de la que estamos hablando.

      Son muchos los autores que miran la sociedad contemporánea moderna y occidental con un enorme dejo de pesimismo. La sensación de abuso está generalizada. Las movilizaciones que surgen de estos sentimientos