Isabella Builes Roldán

Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones


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explicaciones para observaciones sorprendentes, esto es, para hechos novedosos o anómalos” (Vega y Olmos, 2011, p. 17). Además, se resalta la importancia de la comprobación y la verificación de las conclusiones. Para estos autores, la abducción es un proceso que permite un cambio en las creencias propias de acuerdo con la captación de nueva información, es decir, va más allá de ser únicamente una estructura argumentativa.

      En una vía similar, de acuerdo con De la Fuente y Minervino (2011), las teorías del pensamiento analógico proponen la posibilidad de captar que una situación está estructurada por un sistema de relaciones y roles (rasgos estructurales) de otra situación u otro dominio específico diferente, con el fin de comprender una novedad a partir de algo que resulta más familiar. El pensamiento analógico se basa en la tendencia a buscar patrones de similitud entre objetos, acontecimientos, situaciones y dominios. La teoría de las múltiples restricciones y la teoría de la proyección de la estructura se basan en la perspectiva de la lógica de predicados para explicar cómo se dan las analogías; los predicados de las proposiciones se refieren a lo que se afirma o se niega sobre algo, por ejemplo, una propiedad acerca de un objeto o una relación entre conceptos. En las investigaciones realizadas sobre este tipo de pensamiento en las ciencias cognitivas no se toman en cuenta los cuantificadores lógicos, como “todos” o “algunos”, para evitar ambigüedades en la formulación de proposiciones, ya que tienen como fin poder aplicar el mismo proceso analógico a investigaciones con computadoras. En esta misma vía, en la formulación de las proposiciones, se ubica en primer lugar el predicado y luego, entre paréntesis, el resto del argumento (el sujeto o el objeto), de tal modo que una frase como “el punzón es de metal”, se formularía de la siguiente manera: metal (punzón), y el objeto entre paréntesis podría variar por otros similares; o, en el caso de una proposición que implique relación entre varios términos, por ejemplo “El niño golpeó la nevera con el punzón”, se formularía así: golpear (niño, punzón, nevera). Estas dos proposiciones podrían ser análogas a situaciones o casos en los que se mantuviera el mismo predicado o relación y en las que tendiera a haber correspondencia uno a uno con los demás términos del argumento. En este caso, el segundo ejemplo sería análogo a decir: golpear (niña, martillo, televisor). Al saber que dos dominios comparten un mismo sistema de relaciones y roles, se pueden hacer inferencias sobre el caso menos conocido a partir del caso más conocido. No obstante, dado que las situaciones comparadas pueden tener diferencias en aspectos relevantes, las inferencias que se formulan por medio del proceso analógico pueden resultar a veces inadecuadas.

      El pensamiento analógico se usa también en los procesos de solución de problemas, y se divide en una serie de subprocesos que interactúan entre sí: primero, se construyen representaciones acerca del caso conocido o análogo base y del caso menos conocido o análogo meta; segundo, se recuperan los elementos de la memoria de largo plazo sobre el análogo base; tercero, se establecen correspondencias entre los elementos de ambos casos; cuarto, se formulan inferencias sobre el análogo meta que guíen hacia la solución del problema; quinto, se evalúa si la analogía fue o no adecuada en relación con el análogo meta; y sexto, se ajustan las inferencias para que se adecúen mejor al análogo meta y a la solución del problema.

      El pensamiento analógico juega un papel fundamental en la cognición humana dado que es una herramienta útil para la solución de problemas y para la argumentación en distintos ámbitos; además, la analogía –junto con la metáfora– juega un papel importante en la construcción y la comprensión de la realidad y de los sistemas lingüísticos. Sin embargo, pueden presentarse dificultades a la hora de razonar según los subprocesos del pensamiento analógico, por ejemplo, puede pensarse que aquello que se asemeja superficialmente puede asemejarse también estructuralmente, aunque esto no ocurra necesariamente.

      En la misma vía del pensamiento analógico, Bargh (2014) plantea que la metáfora entre situaciones del mundo físico y estados mentales juega un papel fundamental en el pensamiento automático; y que realizar acciones físicas puede desencadenar estados psicológicos que están relacionados metafóricamente a ciertos comportamientos o sentimientos,22 tal y como argumenta a continuación:

      Las metáforas conllevan la forma de describir las personas en los encuentros cotidianos. Todos sabemos el significado de una relación “cercana” o de un padre “frío”. Una teoría reciente, el andamiaje conceptual, asegura que usamos estas metáforas tan fácilmente dado que la versión abstracta de un concepto mental se construye fuertemente asociada con el mundo físico en el que vivimos. En los experimentos en ciencias sociales, las personas que sostienen una taza de café caliente durante un corto tiempo forman impresiones de los otros como más “cálidos”, más amables y más generosos que aquellos que sostenían, por ejemplo, un café helado (p. 39).23

      De este modo, las investigaciones actuales en psicología social adoptan la noción de personificación (embodiment) para referirse a la hipótesis de que los pensamientos, sentimientos y comportamientos se basan en experiencias sensoriales y estados corporales. Lo anterior es sustentado mediante experimentos que asocian metáforas correspondientes a un estado físico para describir un estado emocional o psicológico, como el que aparece en la cita (Meier, Schnall, Schwarz y Bargh, 2012).

      El pensamiento analógico tiene como base, además, las teorías sobre la semejanza o similitud. De acuerdo con Goldstone y Son (2005), las teorías sobre la semejanza son fundamentales en el estudio de la cognición humana, dado que esta es una condición de los objetos y fenómenos de la realidad misma. Si tomamos un objeto o fenómeno A y consideramos que este se asemeja a otro B, tendemos a inferir que una propiedad X que tiene A debe ser también compartida por B. Nos basamos en la semejanza para generar inferencias y categorizar objetos cuando no conocemos la relevancia de sus propiedades. La semejanza puede darse, por ejemplo, a partir de un caso presentado a otro que comparte ciertas características o de un fenómeno a otro con el que, según la percepción, está en relación de vecindad. En el razonamiento humano hay dos formas de semejanza que habría que resaltar por ser importantes: proposicional y jerárquica. La primera hace referencia a proposiciones, es decir, a unidades básicas que tienen valor de verdad y que afirman algo acerca de la relación entre dos entidades de información; por ejemplo, una relación que se establece de forma visual entre proposiciones sería si esta está por encima, cerca de, primero que, a la derecha de, es más extensa que otra dentro de un argumento. La segunda se refiere a representaciones jerárquicas, lo cual quiere decir que cierto hecho X hace parte de o es un tipo de Y: la manzana hace parte de la categoría de frutas o es un tipo de ellas.

      De acuerdo con Holyoak (2005), la analogía es una forma especial de la semejanza. Dos situaciones son análogas si comparten un patrón común de relaciones en sus elementos constituyentes, aunque estos mismos varíen en ambas situaciones. Normalmente, una de las situaciones más familiares es tomada como base o referencia y la otra, que se pretende comprender mejor, es tomada como objetivo. La información de la situación base sirve para generar inferencias sobre la situación objetivo. El razonamiento analógico va más allá de la información ya dada, utilizando conexiones sistemáticas entre ambas situaciones mediante un “mapeo” de las mismas, por tanto, es una forma de razonamiento inductivo. La analogía, como se ha mencionado, está estrechamente relacionada con la metáfora y con las formas de expresión simbólica que se usan en el lenguaje cotidiano. Las metáforas se caracterizan por una asimetría entre la base o la referencia y el objetivo, por ejemplo, en la expresión “la noche de la vida”, el objetivo sería la vida, entendida en términos de la base o referencia que sería el tiempo del día (Holyoak, 2005). La metáfora es, entonces, una especie particular de analogía en la que la referencia y el objetivo son semánticamente distintos y ambos se mezclan entre sí como en el ejemplo previamente presentado. Holyoak (2005) sugiere que una gran cantidad de la experiencia humana, especialmente en aspectos abstractos, se comprende a modo de metáforas conceptuales, por ejemplo, el tiempo es entendido en términos del movimiento de los objetos en el espacio: “mi cumpleaños se acerca rápidamente” (Holyoak, 2005, p. 120).

      Ahora, en el razonamiento cotidiano, a veces se emplean analogías que no se basan únicamente en la semejanza y la relación estructural entre situaciones, pues los sujetos tienen como fin alcanzar metas u objetivos personales que están fundamentados