Isabella Builes Roldán

Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones


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1989), quienes consideraban que no existen sistemas de reglas de propósito generales en el razonamiento, sino reglas específicas para cada dominio y sensibles al contexto. Y también la teoría de los modelos mentales de Johnson-Laird (1983), según la cual el pensamiento no depende de reglas, sino de la elaboración, utilización y valoración de representaciones mentales que se estructuran de forma análoga a los objetos representados.

      Un ejemplo de lo anterior es, como lo plantea Carretero (2011) a partir de experimentos de razonamiento formal, que no en todos los sujetos existe una competencia de lógica formal a la hora de razonar sobre la estructura de cierta tarea, pues se encontró que los resultados de los razonamientos de los sujetos dependían de variables como el modo de presentación de la tarea y las demandas específicas de la misma. Por ejemplo, si la tarea correspondía con su campo de especialidad o no, así como de variables subjetivas, como el nivel educativo. Igualmente, se presenta en este tipo de tareas la influencia (afortunada o desafortunada) del conocimiento previo. Sobre este punto, amplía Carretero (2011):

      Actualmente, en la psicología cognitiva surge con fuerza la idea de que los seres humanos somos procesadores biológicos de la información, lo que implica que nuestro comportamiento y conocimiento del mundo responden más a aspectos funcionales que a aspectos formales. Para la psicología del pensamiento, esto supone que el conocimiento humano se rige por criterios pragmáticos o funcionales […] y no por criterios estrictamente lógicos, como Piaget pretende en su caracterización del pensamiento formal (p. 52).

      En esta comparación con la teoría del desarrollo por estadios de Piaget, se menciona que las operaciones formales pueden ser un paso en el desarrollo cognitivo, pero más allá se encontraría el denominado pensamiento posformal, según el cual los sujetos admiten la existencia de contradicciones en algunos aspectos de la realidad y consideran la misma como algo solo temporalmente verdadero y no absoluto.

      Avanzando en la presentación de cada una de las teorías sobre el razonamiento, se encuentra la teoría del razonamiento proposicional, definido, de acuerdo con Asensio (2011), como aquel en el que se tienen en cuenta situaciones que implican el cálculo proposicional. Sobre este tipo de razonamiento se dice que, aunque los sujetos tienen la capacidad de realizar cálculos lógicos correctamente, las reglas lógicas de variables y conectores no se identifican con las del pensamiento humano, debido a que los sujetos cometen múltiples errores por su sensibilidad al contexto y a la variación en el contenido. El lenguaje de la lógica simbólica18 es abstracto y universal, no es semántico, ni lingüístico. “En psicología, el lenguaje proposicional no es más que un medio, un lenguaje extremadamente útil para analizar las situaciones de razonamiento y formalizar las respuestas de los sujetos” (Asensio, 2011, p. 92). Por ejemplo, sobre el uso de los conectores lógicos, desde un punto de vista psicológico hay una comprensión progresiva desde la conjunción y la negación hasta el condicional, que plantea dificultad incluso a sujetos adultos. Esto, a diferencia de la dificultad lógica de los conectores que se determina por su carácter monádico o diádico, es decir, si estos abarcan una o dos proposiciones (unidades mínimas del discurso sujetas a valores de verdad). Algunos fenómenos observados en las tareas experimentales que involucran conectores diádicos muestran que los sujetos tienen en cuenta los dos términos, pero no analizan el conector. Este tipo de sesgo es llamado “emparejamiento”. Además, se ha observado que solo se toman en cuenta las combinaciones verdaderas de las tablas de verdad en los razonamientos y se descartan las falsas. Asimismo, existe el “sesgo de verificación”, según el cual los sujetos tienden a verificar el enunciado que se les propone y no a comprobar su falsedad, lo que evidencia la influencia tanto de factores semánticos como pragmáticos.

      También, nos encontramos con la perspectiva del denominado razonamiento silogístico,19 el cual, según Valiña y Martín (2011b), se refiere al proceso centrado en tareas basadas en los sistemas lógicos de inferencia silogística, métodos sistemáticos que permiten deducir una conclusión a partir de la información contenida en unas premisas. El estudio de los silogismos se remonta a Aristóteles y en psicología los primeros estudios en los que se utilizaron silogismos categóricos como tarea experimental se realizaron a comienzos del siglo XX con Störring (1908). Luego, en las décadas de 1920 y 1930, autores como Wilkins (1928) y Woodworth y Sells (1935) se enfocaron en estudiar los “sesgos” y los fenómenos presentes en el pensamiento partiendo del razonamiento silogístico. A partir de estas tareas y otras posteriores se pretende explicar la ejecución correcta o incorrecta de los sujetos en los silogismos, entendidos como argumentos en los que, con base en dos proposiciones, es posible inferir una tercera que se denomina como conclusión.

      Desde esta perspectiva, se intenta explicar los errores que cometen los sujetos en las tareas de inferencia silogística, debido al olvido o mala interpretación de las premisas, la estructura de los silogismos como el modo y la figura y las creencias y actitudes del sujeto. Entre los fenómenos encontrados en los experimentos se encuentran: el efecto atmósfera, que plantea que el sujeto elabora una conclusión a partir de la impresión global que tiene de las premisas; la hipótesis de conversión, la cual indica que los sujetos malinterpretan los cuantificadores de las premisas como “algunos”, “todos”, entre otros, o modifican su contenido; el efecto figura, referido a la diferencia en la disposición de los términos del silogismo; y, por último, el contenido del silogismo, es decir, si las premisas o la conclusión coinciden con las opiniones personales del sujeto. Este último está relacionado, además, con la hipótesis del escrutinio selectivo, que se menciona a continuación en la teoría de los modelos mentales, según la cual, si el sujeto considera que la conclusión es creíble, hay más tendencia a aceptarla sin analizar las premisas; por el contrario, si es inaceptable o increíble, se analiza si efectivamente se infiere a partir de ellas.

      Como se ha dicho, una posible aproximación al estudio del razonamiento semántico es la teoría de los modelos mentales, los cuales “son representaciones de situaciones reales o imaginarias, que pueden ser construidas desde percepciones, la imaginación o la comprensión del discurso” (Coral y Asensio, 2011, p. 103). La teoría de los modelos mentales fue expuesta por primera vez por Johnson-Laird (1983), y supone un cambio en el énfasis de la solución de problemas: desde esta perspectiva, lo importante no son las reglas que se aplican al discurso sino el contenido de las representaciones del sujeto, las cuales se activan a partir de sus conocimientos previos disponibles. Esta teoría cuestiona que la lógica formal sea la explicación adecuada para el razonamiento humano y afirma que la existencia de un sistema lógico no es necesario para llevar a cabo un razonamiento deductivo; la deducción responde, por el contrario, a un proceso semántico basado en modelos mentales y es posible inferir correctamente una conclusión sin utilizar las reglas de inferencia de la lógica formal. Igualmente, se parte del supuesto que la mente construye modelos internos para figurarse el mundo externo y, por tanto, se considera que el pensamiento se basa en la comprensión de significaciones y en la construcción de modelos con el conocimiento del mundo. Los modelos que se construyen guardan una analogía estructural con los objetos percibidos en el mundo, no son representaciones abstractas y arbitrarias como en el caso de las variables lógicas (p, q, r). Los modelos son estructuras mentales provisionales que se guardan en la memoria de trabajo en un momento de interacción entre el mundo y el lenguaje, con el fin de hacer explícitos los elementos involucrados en una situación, sus propiedades y las relaciones que mantienen para poder figurárselos mentalmente; también estos modelos pueden guardarse en la memoria a largo plazo mediante el aprendizaje.20

      Los modelos permiten resolver tareas en la interacción del sujeto con el entorno, y se dan en tres estadios: la comprensión inicial de la información, la interpretación que intenta derivar una conclusión a partir de la información, y la validación de la inferencia, aunque en este último pueden presentarse algunos sesgos en el razonamiento. La interpretación o el razonamiento puede darse según tres principios, que no se corresponden con las reglas de la lógica formal: el primero es que la conclusión no debe tener menos información semántica que las premisas, el segundo es que la conclusión ha de ser una simplificación de la información, y el tercero es que una conclusión no ha de repetir explícitamente lo que dice una de las premisas. Cuando los sujetos no encuentran una conclusión que cumpla con estas