Isabella Builes Roldán

Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones


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de verificación de la conclusión obtenida de acuerdo con el mismo. En ciertos problemas no es claro que haya un único modelo para representar la situación, más bien hay múltiples modelos posibles, lo cual dificulta su resolución.

      Para ilustrar la influencia de la semántica en las tareas de razonamiento, se mencionan los llamados “sesgos de creencias”, los cuales ocurren cuando las personas dan conclusiones que están determinadas por su credibilidad o por lo que se adapta a sus creencias, en lugar de por su validez lógica. Barston (1986) y Evans (1989) proponen dos modelos para comprender la relación entre validez y credibilidad: el escrutinio selectivo propone que, si una conclusión es creíble, los sujetos tienden a aceptarla sin ningún razonamiento previo y, si es increíble, intentan verificar su validez por medio de la inferencia lógica; y la necesidad mal interpretada propone que los sujetos confunden el carácter necesario de las inferencias con la similitud de la conclusión con respecto a las premisas.

      Johnson-Laird (2005) plantea que la construcción y la manipulación de modelos mentales nos permite anticiparnos a las situaciones y elegir un curso de acción. Es importante señalar que la teoría de los modelos mentales pretende explicar el tipo de pensamiento proposicional (pensamiento que opera con oraciones que pueden calificarse como verdaderas o falsas), aunque existen otros tipos de pensamiento, por ejemplo, el del músico que improvisa (Johnson-Laird, 2005). Estos pueden diferenciarse con propósitos experimentales, pero en la vida cotidiana no existe delimitación clara entre el uno y el otro. En general, un proceso de inferencia puede ubicarse en alguna de las siguientes categorías en términos semánticos: las premisas y la conclusión eliminan las mismas posibilidades; las premisas eliminan –por lo menos– una posibilidad más de la que la conclusión elimina; la conclusión suprime –por lo menos– una posibilidad más de las que las premisas eliminan; las premisas y la conclusión eliminan posibilidades distintas; las premisas y la conclusión eliminan posibilidades que se sobreponen. Las primeras dos categorías corresponderían a la deducción, la tercera a la inducción, la cuarta solo ocurre si las premisas no coinciden con la conclusión y la quinta sucede cuando la conclusión es consistente con las premisas, pero refuta al menos una premisa y añade otra nueva proposición. Este último tipo de razonamiento va más allá de la inducción y sería el pensamiento asociativo o creativo, como la abducción, que es explicada más adelante.

      La perspectiva de los modelos mentales se basa en el presupuesto que estos modelos mantienen relaciones estructurales con aquello que representan21 (Johnson-Laird, 2005), es decir, que existe un isomorfismo entre los “aspectos del cerebro (brain fields)” (Johnson-Laird, 2005, p. 186) y el mundo. También, esta teoría se basa en el modelo de Peirce, citada por Johnson-Laird (2005), según la cual los diagramas son icónicos, esto es, poseen la misma estructura que aquello que representan, y el estudio de un diagrama o representación icónica permite hacer inferencias más allá de la verdad de las premisas. Los modelos mentales son, por tanto, icónicos: contienen un símbolo (token) para cada referente del discurso, contienen propiedades correspondientes a las propiedades del referente y relaciones correspondientes a las relaciones entre los referentes. La psicolingüística plantea, según Johnson-Laird (2005), que los modelos se construyen a partir del significado de las oraciones, el conocimiento general, y el conocimiento sobre la comunicación humana.

      Los modelos mentales representan entidades como personas, eventos y procesos, así como la operación de sistemas complejos. Un modelo mental se distingue de una estructura lingüística, una red semántica y otras representaciones mentales porque se basa en los siguientes principios: iconicidad, en otras palabras, el modelo tiene una estructura que corresponde con la conocida de lo que representa; posibilidades, según el cual, cada modelo mental representa una posibilidad distinta; verdad, referida a que un modelo mental representa una posibilidad verdadera, es decir, los sujetos tienden a elidir las posibilidades en las que alguna de las proposiciones es falsa en el enunciado, como en el siguiente caso: dada una disyunción exclusiva, no A o B, el modelo se compone de dos posibilidades:

      No A

      B

      El primer modelo mental no representa la B, que sería falsa en esa posibilidad, y el segundo representa no A, que sería falsa en esa posibilidad. El siguiente principio es el de variación estratégica, donde, dada una clase de problemas, los sujetos desarrollan estrategias que derivan de la exploración en la manipulación de los modelos, por ejemplo, si se les presentan silogismos con el cuantificador “algunos”, se podría inferir la siguiente regla: si hay dos premisas existenciales (algunos X son Y, algunos Y son Z), entonces, se debe responder que no hay conclusión válida (Johnson-Laird, 2005). Por último, está el principio de modulación, según el cual el significado de las cláusulas de las oraciones, de las conexiones entre ellas, el conocimiento general y el conocimiento del contexto puede influir en los modelos que se construyan sobre un enunciado. Así, se parte de la premisa de que estos cinco principios aplican en general en la construcción y puesta en práctica de modelos mentales.

      Además, el autor plantea cinco predicciones acerca de las tareas relacionadas con el razonamiento: primero, mientras menos modelos se necesiten para hacer una inferencia, más sencilla será esta; segundo, los sujetos erran en el razonamiento porque tienen en cuenta un único modelo; tercero, los sujetos podrían refutar una inferencia inválida si buscaran contraejemplos o referencias que puedan invalidar su conclusión; cuarto, los sujetos tenderán a guiarse por inferencias aparentemente correctas, por ejemplo, si un elemento es mencionado en una de las premisas, es posible siempre inferirlo en la conclusión; quinto, el razonamiento válido puede mejorarse con realimentación y práctica, de este modo se desarrollarán espontáneamente varias estrategias deductivas, inductivas, entre otras (Johnson-Laird, 2005).

      Por su parte, Charles Sanders Peirce (1929, citado por Sebeock y Umiker-Sebeok, 1989) plantea que existe un proceso lógico llamado “abducción”, mediante el cual se puede llegar a conclusiones muchas veces certeras sobre los hechos del mundo basándonos en un “instinto” o una “adivinación”. Para Peirce, la abducción se presenta siempre como un primer paso en todo razonamiento científico y es el único tipo de estructura argumentativa que permite la invención de una nueva idea. “Va también asociada con, o más bien produce, según Peirce, cierto tipo de emoción, que la distingue claramente de la inducción y de la deducción” (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1989, p. 40). La abducción, no obstante, es un tipo de inferencia lógica tan válida como la inducción y la deducción (Sebeok y Umiker-Sebeok, 1989). Un ejemplo presentado a modo de argumentación lógica sería el siguiente (tomado de Vega y Olmos, 2011, p. 19):

      – Se observa el hecho sorprendente C,

      – pero si A fuera verdadera, C sería una cosa normal.

      – Por tanto, hay una razón para sospechar que A es verdadera.

      Peirce se basa en el supuesto de que la mente humana tiene una predisposición a hacer conjeturas correctas sobre el mundo con base en indicios observados, pero sin poder especificar en qué circunstancias se adquirieron. Estas suposiciones dependen de juicios perceptivos que permiten deducir proposiciones universales y son el resultado de un proceso no consciente y no controlado. La formación de una hipótesis es como un “destello” que se presenta en nosotros (Peirce, 1929). Sobre la diferencia entre abducción e inducción, explica Peirce (1955, citado por Sebeok y Umiker-Sebeok, 1989):

      La abducción arranca de los hechos, sin tener, al inicio, ninguna teoría particular a la vista, aunque está motivada por la sensación de que se necesita una teoría para explicar los hechos sorprendentes. La inducción arranca de una hipótesis que parece recomendarse a sí misma sin tener al principio ningún hecho particular a la vista, aunque con la sensación de necesitar de hechos para sostener la teoría. La abducción busca una teoría. La inducción busca hechos. En la abducción, la consideración de los hechos sugiere la hipótesis. En la inducción, el estudio de la hipótesis sugiere los experimentos que sacan a la luz los hechos auténticos a que ha apuntado la hipótesis (p. 47).

      Vega y Olmos (2011) sugieren que la abducción, al ser un proceso que da lugar a explicaciones, es esencial en procesos cognitivos, tales como el diagnóstico médico, el desarrollo de los modelos