Isabella Builes Roldán

Pensamiento intuitivo, lógica y toma de decisiones


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estructural. Una buena analogía sería aquella en la que estos tres componentes interactúan y convergen de forma coherente entre sí.

      Otra de las teorías a resaltar sobre el pensamiento es el razonamiento pragmático, el cual, según Valiña y Martín (2011a), se basa en la teoría de esquemas pragmáticos y en las teorías sobre sesgos y heurísticos de Kahneman, Slovic y Tversky (1982). La pragmática se ocupa del uso práctico del lenguaje y su utilización en contextos específicos, por ejemplo, en el ámbito cotidiano. La teoría de los esquemas pragmáticos es aplicable tanto a tareas de tipo inductivo como deductivo y parte de elementos como sistemas de reglas altamente abstractas, dependencia de las relaciones y los objetivos de la tarea, aplicación a dominios concretos y creencia en que el razonamiento puede mejorar por medio del entrenamiento. En suma, “proponen que nuestro razonamiento cotidiano está guiado por un conjunto de reglas, sensibles al contexto y específicas de ciertos dominios: ‘los esquemas pragmáticos’” (Valiña y Martín, 2011a, p. 163). Estos esquemas son estructuras de conocimiento abstractas derivadas de la experiencia en la que se observan regularidades que guían al sujeto en sus interpretaciones, expectativas y atención en general de acuerdo con el contexto. En la cotidianidad es posible inferir esquemas de permiso, de obligación y causales. Cuando el sujeto se ve enfrentado a una tarea de razonamiento, le es más fácil resolverla si la situación le permite evocar cierto esquema pragmático, aunque los contenidos de este no se correspondan necesariamente con las reglas de la lógica formal. Estos esquemas se valen como herramienta principal de los “heurísticos” o “atajos del razonamiento”, para luego pasar algunas veces a un razonamiento analítico de la situación:

      Los procesos heurísticos son preatencionales, rápidos y, al ser preconscientes, no podemos informarlos. Seleccionan la información relevante en función de diversos factores: 1) Supuestos lingüísticos. 2) Asociaciones pragmáticas o efectos del conocimiento previo. 3) Saliencia atencional de características de la propia tarea. Sobre esta información operan procesos analíticos (Valiña y Martín, 2011a, p. 174).

      Aunque estos heurísticos se caracterizan por ser adaptativos, pueden también llevar a cometer errores en tareas de razonamiento; pero esto no significa que sean irracionales. Para Valiña y Martín (2011a):

      Evans ha argumentado recientemente a favor de que el razonamiento pragmático y la toma de decisiones en contextos reales son racionales, en tanto son procesos cognitivos que llevamos a cabo para alcanzar determinados objetivos. En su opinión, en el debate sobre la racionalidad humana se introdujo una gran confusión por no diferenciar dos nociones sobre la racionalidad: la racionalidad de propósito y la racionalidad de proceso (Evans, 1993). La racionalidad de propósito hace referencia a aquel razonamiento que nos ayuda a alcanzar nuestros propios objetivos, mientras que la racionalidad de proceso indicaría aquel razonamiento que está de acuerdo con sistemas normativos, como los de la lógica formal (p. 175).

      Ligada a la perspectiva del pensamiento pragmático, se encuentra la teoría del pensamiento probabilístico. De acuerdo con Pérez y Bautista (2011), este tipo de razonamiento consiste en hacer un cálculo mental sobre la probabilidad de que haya ocurrido o vaya a ocurrir cierto acontecimiento, con el fin de emitir un juicio, actuar o decidir. Este tipo de razonamiento cotidianamente se enfrenta a problemas abiertos y poco delimitados en los que no es posible asegurar que las predicciones vayan a cumplirse, por tanto, se asocia más a un razonamiento inductivo que deductivo. Al pensamiento probabilístico le subyacen las leyes de la probabilidad o reglas de cálculo bayesianas,24 aunque estas se diferencian ampliamente de las de la lógica formal, pues no se basan en la sintáctica sino en el contenido y en el contexto de la tarea o situación concreta.

      Al igual que la teoría anterior, en el pensamiento probabilístico se parte de la perspectiva de los heurísticos y sesgos de Kahneman, Slovic y Tversky (1982); esta forma de razonar según heurísticos constituiría las reglas básicas de inferencia probabilística utilizadas por los sujetos independientemente de su cultura y de su conocimiento de las reglas matemáticas de probabilidad. Los heurísticos son principios generales que permiten reducir la complejidad de las tareas a fin de generar un juicio, no implican un análisis exhaustivo de los datos sino que enfatizan ciertas características sobre otras; además, son procesos que por definición no se realizan de forma consciente. Es común que un heurístico produzca respuestas adaptativas, sin embargo, también pueden conducir a errores si se usan indiscriminadamente. Los dos heurísticos más importantes son los de representatividad y accesibilidad: el primero hace referencia al proceso que nos permite valorar si una muestra es representativa de un modelo o si un ejemplo es representativo de una categoría, de acuerdo con las concepciones previas que se tengan sobre el asunto en cuestión. Por ejemplo, si el hecho de que se haya logrado ganar en un juego de azar una única vez implica que se seguirá obteniendo un buen resultado en esa apuesta específica, lo cual podría llevar a una concepción errónea sobre el azar. El segundo alude a la facilidad con que los elementos de una categoría llegan a la mente, a su disponibilidad en la memoria, que supuestamente indicaría mayor frecuencia y, por tanto, mayor probabilidad de ocurrencia de ese acontecimiento; no obstante, no siempre lo más probable se corresponde con lo más accesible. De acuerdo con Pérez y Bautista (2011), a la teoría de los heurísticos se le realizan varias críticas, entre ellas, que no distingue entre un sujeto que se enfrenta por primera vez a una tarea determinada de otro que tenga pericia o experiencia previa sobre la tarea o la forma de resolución de la misma, en consecuencia, la utilización de estos dependería del conocimiento previo de los sujetos.

      Como último elemento del presente apartado mencionamos otra de las perspectivas teóricas: el pensamiento narrativo. Según Carretero y Atorresi (2011), el término “narración” proviene del vocablo latino gnarus, que significa “conocedor, experto”. De este modo, etimológicamente, la narración se vincula al conocimiento y a la experiencia, al conocimiento adquirido y transmitido, y a un tipo de conocimiento o forma de organizar el pensamiento. La narración es un instrumento del conocimiento humano que se manifiesta mediante el relato. En psicología, Bruner (1990) plantea que los seres humanos interpretamos narrativamente las acciones y los comportamientos, e interpretamos nuestra propia vida como un relato, con actores que están movilizados por ciertos objetivos. Para este autor, el pensamiento narrativo se opone al lógicocientífico o modo paradigmático del pensamiento, aunque ambas modalidades de pensamiento se complementan en el funcionamiento mental. Carretero y Atorresi (2011), basándose en Bremond (1973), Van Dijk (1983), Bruner (1990) y Adam (1992), proponen algunos componentes fundamentales de la narración: la sucesión de hechos y la puesta en intriga, con un inicio y un final; la causalidad entre las acciones y sus consecuencias; la presencia de al menos un actor o agente que puede ir experimentando transformaciones; y una evaluación final de los elementos de la narración. Desde una perspectiva psicológica, Bruner (1990) se interesa, sobre todo, en los primeros dos elementos y menciona que en el desarrollo ontogenético se comprende primero la causalidad narrativa y posteriormente la causalidad lógica.

       Relación entre pensamiento, lenguaje e intuición

      De acuerdo con lo dicho hasta el momento, ¿cuál es la relación entre pensamiento, lenguaje e intuición? Ya hemos planteado algunos elementos sobre el pensamiento y el lenguaje, y para resolver esta pregunta, hemos de proponer una definición de intuición que será sustentada en el segundo capítulo.

      Empero, antes de definir este concepto es conveniente hacer una distinción entre pensar y reflexionar, tal y como lo hace Ramírez (2012, ens. 88), basándose en el psicoanálisis, y que se relaciona con algunas de las perspectivas presentadas:

      Para el psicoanálisis, pensar y reflexionar no son lo mismo; existen pensamientos inconscientes, automáticos, que simplemente articulan palabras o asocian representaciones (pensamiento imaginario este último, que existiría aun en los animales); hay pensares preconscientes como ensoñar, recordar (pensamientos reproductivos, dice Freud), y el pensar consciente, que puede ser sólo evocativo; o mezcla de los tres tipos, incluyendo como tercero el pensamiento crítico, reflexivo, discerniente.

      La