Hannah Crum

El gran libro de la kombucha


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que ya no necesitaba aquellas pastillas y de que me podía ir a dormir sin molestias.

      Sin haberlo planificado comencé un régimen matinal que consistía en un vaso de kombucha con hielo seguido de un vaso de leche cruda. Muy pronto, ya fuera por beber kombucha o porque estaba preparado para el cambio, mis otras elecciones evolucionaron también. Algunos de estos cambios fueron inmediatos, como eliminar ciertos tipos de comida rápida o precocinada que yo sabía, por cómo me sentía después de comerlos, que tenían un impacto negativo importante en mi cuerpo.

      Otros cambios fueron graduales, como consumir menos pan y pasta, incorporar más vegetales y alimentos fermentados en mi dieta, y en general simplemente tener más presente el origen de los alimentos o incluso el productor, enfocándome en la «comida de verdad».

      Por el motivo que fuera, la cuestión es que los resultados estaban ahí: perdí dieciocho kilos en aquel año y medio. Y lo que es más importante, me sentía de maravilla y lo que comía me satisfacía. El proceso de limpiar mi dieta ha durado años, pero no me importa. Tardé años en intoxicarme, y mi cuerpo tenía que prepararse para abandonar aquellos malos hábitos de una manera gradual, sana. Pero en mi cabeza no tengo ninguna duda de que la kombucha me ayudó a que la transición fuera más fácil.

      Puede que hubiera encontrado otro camino para tomar las mismas decisiones, pero la kombucha fue el comienzo perfecto para mí. Todavía me esfuerzo en mejorar mis hábitos cada día, pero nunca me siento mal si me doy un gusto con alguno de mis antiguos caprichos. Tengo claro que siempre puedo utilizar la kombucha para ayudarme a calmar los efectos secundarios del veneno que haya elegido tomar. La vida es demasiado corta como para preocuparse por cada cosa que comas o bebas, pero al final sé que he tomado las suficien es decisiones correctas como para poder confiar en que todo irá bien.

      Nuestro estilo de vida y la kombucha

      Cuando nos conocimos en 2002, nuestra dieta era totalmente diferente a la de ahora. Las patatas fritas, los picoteos, las palomitas de microondas, la pizza congelada y la sopa instantánea eran la base de nuestra alimentación; los refrescos y bebidas isotónicas repletas de sirope de maíz llenaban la nevera; la comida rápida y barata era una indulgencia habitual. Sabíamos que muchos de estos alimentos afectaban negativamente a nuestra salud, así que de vez en cuando incluíamos algunos alimentos «saludables». Aunque aliviaran un poco nuestra conciencia, no es que hicieran mucho para que nuestro cuerpo se sintiera mejor. Tomábamos zumo con la comida una vez a la semana, comida cruda una o dos veces al mes, y hacíamos detox de tres días de tanto en tanto, pero aun así nos sentíamos hinchados y pesados. Esta insatisfacción nos llevó a buscar respuestas y a experimentar con dietas y estilos de vida diferentes: vegetariano, South Beach, Master Cleanse y muchos más. Cada uno de ellos daba resultados diferentes, pero también traía otros problemas. Perder peso era fácil, pero los hábitos antiguos siempre volvían, vaporizando los resultados obtenidos tras semanas o meses de sufrimiento autoimpuesto.

       UN HÁBITO SALUDABLE CONDUCE A OTROS

      Así que abandonamos los experimentos y volvimos a comer lo que nos apetecía, pero ahora los dos bebíamos kombucha regularmente, y poco a poco nos dimos cuenta de que tomar decisiones correctas, nutricionalmente hablando, era cada vez más fácil. Cosas que antes hubiéramos considerado apetitosas comenzaron a tener un regusto «químico» y cada vez nos satisfacían menos. Nos volvimos sensibles a los edulcorantes añadidos y pronto nos dimos cuenta de que prácticamente todos los alimentos procesados estaban cargados de ellos.

      El kismet de la kombucha nos condujo en 2010 a la Fundación Weston A. Price, una organización dedicada a la promoción de las dietas tradicionales, incluyendo fermentados como la kombucha. Esa información transformó por completo la manera en la que entendemos, seleccionamos y preparamos nuestra comida.

      La conversión del blog en una página web fue otro paso gigante para nosotros. Investigar y escribir sobre alimentos fermentados y nutrición para KombuchaKamp.com y el trabajo de documentación para la industria de la kombucha aceleraron el proceso. La increíble plataforma que es Internet y nuestra pequeña parcela dentro de ella nos permitieron crecer de una manera que nunca hubiéramos imaginado.

      Conectar con otros blogueros, conocer y asesorar (y a menudo enviar cultivos) a personas de todo el país y de todo el mundo, interesadas en empezar a producir kombucha a nivel comercial o a emprender con otro tipo de negocios y, lo más importante, conectar con lectores que estaban enfrentándose a problemas de salud y sobreponiéndose a ellos, personas cuyas vidas se habían transformado mucho más que las nuestras: estas experiencias nos enseñaron la fuerza del movimiento al que nos habíamos unido, inspirándonos para trabajar aún más y ayudar a más gente.

      No hicimos todos los cambios a la vez, pero con el tiempo la mayoría de nuestros hábitos mejoraron. Y cada vez que nos dábamos el capricho de comer algo terrible, sencillamente lo aceptábamos como un momento de indulgencia e intentábamos hacerlo mejor la próxima vez. Por supuesto, la dieta perfecta no existe. «Comer perfectamente» implica un camino pesado y estresante, sin mencionar que es casi imposible. Nosotros hemos llegado a la conclusión de que una relación sana con la comida implica equilibrio y variedad, incluyendo de vez en cuando un postre alto en calorías o un picoteo tardío si el cuerpo nos lo pide.

      ¿Adónde te conducirá a ti?

      Para nosotros la kombucha es una «bebida portal». En sentido literal, un portal es simplemente un pasaje de un lugar a otro. En sentido figurado, es algo que te lleva por un camino hacia nuevas experiencias e inspiraciones. Los «alimentos portal» nos introducen a nuevas maneras de entender la comida, de prepararla y de consumirla.

      En nuestra sociedad moderna, cargada de mensajes confusos y contradictorios, distinguir lo importante del ruido puede llegar a ser difícil. Las dietas milagro van y vienen. Se habla y se debate sobre beneficios nutricionales milagrosos, para después desmentirlos. Pero la kombucha, como todos los fermentados, no es ni una dieta milagro ni un alimento milagro; es una tradición respaldada por el paso del tiempo cuyos componentes nutricionales y beneficios para la salud a largo plazo han sido demostrados.

      Cuando alguien comienza a beber kombucha o, como ocurre a menudo, la prepara en casa y termina haciendo también kéfir, y chucrut, o lo que sea que le motive, se involucra en prácticas ancestrales que le unen a las generaciones pasadas y a las venideras, cruzando un portal hacia la confianza en el instinto y hacia la conexión con su naturaleza de Bacterio sapiens. El proceso de preparación de la kombucha y el influjo de bacterias beneficiosas puede parecerse mucho a una experiencia mística, a un renacimiento que ensancha la visión y agudiza los sentidos. Para algunos es una vuelta al pasado: el placer de la afición se entrelaza con el de la nutrición profunda, una mezcla excitante de ciencia y arte que les recuerda a tiempos de juventud.

      Tanto si compras kombucha en la tienda de la esquina como si prepararla te obsesiona hasta el punto de crear tu propia marca comercial, esperamos que