Jacques Fontanille

Soma y sema


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tiene lugar entre una intención discursiva, de una parte, y un caos no discursivo, de otra, sino más bien entre dos o varias intenciones (dos o varias “miras” intencionales), características de dos o varias instancias, acerca de las cuales hay que preguntarse si todas merecen el estatuto de intenciones y de instancias discursivas.

      Freud toma claramente partido por la segunda solución:

      El lapsus resulta de la interferencia de dos intenciones diferentes, una de las cuales puede ser calificada como perturbada y la otra como perturbadora24.

      Para precisar lo que lingüísticamente está en juego en esa alternativa, es preciso hacer un breve rodeo por los modelos de producción del habla. En efecto, el debate entre los dos grandes modelos cognitivos concurrentes de la producción del habla es particularmente revelador a este respecto.

      El modelo “simbólico” propuesto por Levelt (W. J. M. Levelt, 1994) se compone de una serie de módulos encapsulados, y especialmente de un estrato conceptual y lexical y de un estrato fonológico, que no puede retroactuar sobre el primero. La intención léxico-semántica se forma cuando el estrato fonético no es activado, y cuando, en el momento de la planificación fonética, la intención léxico-semántica no es accesible.

      El modelo “conexionista” de Dell (G. S. Dell y P. G. O’Seaghdha, 1991) está constituido por tres estratos (un estrato semántico, un estrato lexical y un estrato fonético), enlazados por una red de conexiones bilaterales. Cada información es accesible desde todas las posiciones de la red (está “distribuida”) y todas las interacciones y retroacciones son posibles (los estratos “dialogan” instantáneamente unos con otros).

      Levelt reprocha al modelo de Dell ser un modelo de producción de lapsus y no del habla en general: en una red de conexiones bilaterales, en efecto, se explica por qué se producen lapsus, pero no por qué se puede hablar sin producir lapsus. Además, el modelo conexionista parece típico de una concepción del discurso donde la intención léxico-semántica (el vector de la producción del discurso) tendría que defenderse de un “caos no discursivo”. Si se acepta la idea de una retroacción generalizada del estrato fonético sobre los estratos lexicales y conceptuales, hay que aceptar también que la intención léxico-semántica pueda ser modificada o perturbada a cada momento por las activaciones distribuidas a partir del estrato fonético.

      En cambio, si suponemos que existe un corte franco que aísla el estrato léxico-semántico, hay que imaginar que las perturbaciones fonéticas, cuando tienen un efecto semántico, van acompañadas y son filtradas, dirigidas por intenciones léxico-semánticas paralelas y concurrentes. En tal sentido, el modelo de Levelt sería compatible con una concepción del discurso (y del lapsus) pluriintencional.

      En efecto, toda activación fonológica pasa primero por una activación silábica, rítmica y entonativa, que presenta de manera genérica un tipo silábico y entonativo. De ello resulta que toda expresión lexical correspondiente es potencialmente activada. La intención paralela (o perturbadora), más o menos potente, logra o no logra conducir esa activación hasta la pronunciación de otra expresión lexical distinta de la que corresponde a la intención perturbada. Habría que suponer entonces que el modelo cognitivo comportaría un estrato “textual” (isotopías, roles actanciales, recorridos figurativos y temáticos) que serviría de fuente para las intenciones perturbadas y perturbadoras, y de filtro para las activaciones silábicas y entonativas de carácter genérico. El modelo “simbólico”, en ese caso, parece mejor adaptado a una concepción discursiva plurintencional que el modelo “conexionista”.

      Modos de existencia y presiones existenciales

      En otros términos, pasaríamos de una concepción en la que la instancia de discurso sería claramente distinguida de aquello que no lo es, a una concepción basada en la coexistencia conflictiva de dos o más instancias de discurso. De ese modo, aquello que para Méringer no eran más que imágenes verbales flotantes o nómadas, o restos aún no desvanecidos de discursos recientemente terminados25, se convierten aquí en discurso potencial concurrente del discurso actual, y apoyado por una intencionalidad en buena y debida forma.

      Y lo que no es más que “error” y “blanco” [meta] para Rossi y Peter-Defare, habría que replantearlo así: existirían siempre dos o más “blancos”, uno de los cuales estaría conforme con la isotopía en curso, y otro o varios más serían sostenidos por isotopías virtuales; el “error” resultaría no de una desviación del “blanco”, sino de una tensión y de una “negociación” entre las diferentes trayectorias que conducen a los diferentes “blancos”. En esa perspectiva, no hay por qué admirarse por el hecho de que la mayor parte de los lapsus aborten en farfulleos, vacilaciones, pequeñas “escorias” fonológicas, lo cual significa simplemente que la trayectoria hacia el “blanco” perturbado se impone casi siempre por estar apoyada en la isotopía del habla en curso.

      El ejemplo Toulouse/Limoges, citado anteriormente, no deja ambigüedad a este respecto: bajo el discurso actual, otro discurso, sin duda jamás formulado, pero perfectamente construido, hace presión para llegar a manifestarse. La duplicidad semántica es clara: el locutor no cree que el sitio de Limoges sea un verdadero polo universitario, mientras que para él es evidente que el de Toulouse sí lo es; y el hecho de que haya hablado u oído hablar recientemente de Toulouse, o que Toulouse ocupe un lugar especial en su historia personal, no cambia nada del asunto: porque el discurso potencial que está sólidamente formado en el trasfondo, viene a perturbar el discurso actual; si el locutor hubiera oído hablar de Marmande o de Figeac, el lapsus no hubiese tenido lugar (o en todo caso, no con la misma significación).

      La intencionalidad estaría sometida a una estratificación de los modos de existencia, es decir, a una estratificación modal: en un mismo segmento de la cadena del discurso, coexistirían “miras” intencionales de estatuto diferente. “Miras” virtuales, potenciales y actuales. Una “mira” virtual es simplemente una “mira” del orden de lo posible (alética): disponible en general, pero que no ejerce ninguna presión con vistas a la manifestación discursiva. Una “mira” potencial pertenece al orden de lo potestivo: no solamente está disponible, sino que, además, ejerce una presión para llegar a la manifestación. Una “mira” actual es del orden de lo volitivo: se impone y se instala en la manifestación discursiva.

      La dependencia entre el lapsus y el discurso en el que hace su aparición podría ser precisada del modo siguiente: el desarrollo actual del discurso (por ejemplo, la evocación del polo universitario del Limousin) convierte una parte de los discursos virtuales en discursos potenciales (principalmente la existencia de otros polos universitarios cercanos). El discurso actual es el que realmente potencializa al discurso portador del lapsus. Desembocaríamos así en una representación de los universos del discurso en tres estratos, que los enunciados tendrían que atravesar para llegar a la manifestación, de tal suerte que su “mira” intencional pasaría por cuatro modos de existencia sucesivos:

intención virtual (ALÉTICO) intención potencial (POTESTIVO) intención actual (VOLITIVO) intención realizada (DECIR)

      Esos diferentes modos de existencia tienen un correlato cognitivo: el estatuto de activación de los estratos y de los módulos de producción. Pero el paso que aquí avanzamos es importante, puesto que el modelo que proponemos es un modelo de la profundidad del discurso y de la coexistencia de las instancias de discurso. No se trata solo de un “estrato textual”, de un estrato entre otros estratos cognitivos: al contrario, el discurso se presenta entonces como un objeto de conocimiento autónomo y englobante, cuya representación dinámica tratamos de elaborar; y, en la conversión del modelo cognitivo –el simulacro de las operaciones del espíritu– en modelo de discurso –el simulacro de la generación de la significación–, los grados