en curso.
Todos los estudios convergen en un punto: los lapsus respetan los grandes principios de construcción de sílabas de cada lengua, obedecen a los esquemas rítmicos y entonativos, y constituyen manifestaciones directas de fenómenos propios del flujo normal de la palabra. Podríamos concluir de todo ello –versión pesimista– que el descubrimiento de los mecanismos fonéticos específicos del lapsus está decididamente fuera de todo alcance; o por el contrario –versión optimista– que los mecanismos del lapsus participan de un funcionamiento más general del lenguaje, funcionamiento eminentemente creador y cohesivo: creador, porque asegura globalmente la renovación y la adaptación de las formas lingüísticas a nuevos usos y a nuevas exigencias socioculturales; cohesivo, porque asegura y recuerda a cada momento la solidaridad entre los diversos elementos de la cadena del discurso.
El lapsus depende de la praxis enunciativa
Ese funcionamiento general es el de la praxis enunciativa, en cuyo seno las diversas enunciaciones de un mismo universo cultural y/o lingüístico cooperan o se combaten entre sí; donde son conducidos, acompañados y atestiguados los diversos movimientos de la vida de las lenguas y de los discursos; donde, finalmente, adquieren forma las operaciones productoras de los discursos concretos. Si el lapsus depende de la praxis enunciativa, queda claro que su análisis no puede reducirse únicamente a la descripción de los mecanismos fonéticos que intervienen en su producción, y que si, como ocurrencia puntual, está estrictamente localizado, compromete no obstante operaciones de más largo alcance14.
Así planteado el problema, el lapsus nos enseña en cierto modo uno de los modos de funcionamiento de la praxis enunciativa; prueba en particular, por accidente, que trabaja por medio de reacomodaciones permanentes de las expresiones, de los esquemas y de las estructuras que convoca. En ese sentido, el lapsus se equipararía, en su dimensión semántico-discursiva, a las figuras del discurso, y participaría de una suerte de retórica tensiva, encargada de conducir el acceso de esas figuras a la manifestación en discurso.
Por el hecho de que el lapsus pertenece a las figuras no planificadas y no codificadas, constituye un “evento” en el hilo del discurso15; evento en un doble sentido: de una parte, en la medida en que, estrictamente localizado y por expresar la fuerza de una presión perturbadora que no ha podido ser contenida, se manifiesta como pura intensidad, estallido efímero, pero que afecta a los participantes de la interlocución, y, de otra parte, en cuanto creación e invención de arreglos fonéticos, lexicales o sintácticos imprevisibles.
Conflicto de presiones
En cada uno de los ejemplos analizados hemos descubierto la acción de una “presión”, comparable a la que ejerce la gestalt en la psicología de la forma. Desde el punto de vista psicológico, dicha presión tiene su origen en el sujeto, y conduce a la aparición de una forma de sustitución; desde el punto de vista semiolingüístico, la presión puede ser comprendida como la atracción que ejerce la forma de sustitución, cuya selección tiene que ser explicada de un modo distinto al del mecanismo fonético. Podríamos remitirnos aquí a la definición propuesta por Bl.-N. y R. Grunig:
… el haz FC* de esas presiones es el que presiona al LOC [locutor] a hablar, y no solamente lo presiona a hacerlo, sino que le hace hacer esa producción, la provoca16.
Volveremos sobre la naturaleza y la definición de esas presiones, pero podemos notar desde ahora que nos obligan a tomar en cuenta aquello que ocurre en el momento de la producción del discurso, y que nos prohíben quedarnos satisfechos con una descripción a posteriori. Desde el punto de vista de una descripción a posteriori del enunciado, el lapsus no es más que un error, una “escoria” sin devenir; desde el punto de vista del discurso en acto, el lapsus es un fenómeno que emerge de las determinaciones complejas del proceso en curso.
Además, haciendo eco a las propuestas de Bl.-N. Grunig relativas al conflicto entre presiones, podemos señalar que la tipología de los lapsus ganaría en valor operativo si se apoyase en los equilibrios y desequilibrios que se producen entre dos fuerzas: aquella que sostiene el desarrollo del discurso (Fd) y la que sostiene la expresión accidental (Fa). Habría que precisar de inmediato cuál es el objetivo de esas fuerzas: se trata siempre de ocupar un lugar en la manifestación discursiva, de imponerse a otra posición o de desplazarla. En el caso de la amalgama (cf. ébouristouffant) dos expresiones entran en competencia para ocupar una misma posición y se asocian allí por compromiso; en la sustitución, una de las dos fuerzas se impone a la otra por completo; en las inserciones y omisiones, un lugar aparece o desaparece; y en todas las demás formas, las expresiones intercambian sus posiciones respectivas.
Tendríamos así cinco grandes figuras, según que predomine Fd o Fa, o que ambas se equilibren:
• | [Fd = 1, Fa = 0] | : | el lapsus no tiene lugar. |
• | [Fd > Fa] | : | el lapsus es un simple deterioro de la palabra (cf. “Coma”). |
• | [Fd = Fa] | : | el conflicto equilibrado da lugar a una palabra-puente, a una contaminación recíproca (cf. Accomffenser). |
• | [Fd < Fa] | : | el lapsus entraña una sustitución completa, en la cual la palabra desaparecida sigue siendo reconocible (cf. décolonisation). |
• | [fd = 0, Fa = 1] | : | el lapsus produce una expresión que nada tiene que ver con la expresión sustituida (cf. Toulouse en vez de Limoges). |
Con lapsus o sin lapsus, el mecanismo discursivo subyacente es siempre el mismo y la diferencia tiene que ver con una variación en el equilibrio de las “fuerzas” en presencia.
El lapsus se inscribe en el tiempo de la operación enunciativa y en la profundidad del discurso
El lapsus solo puede ser considerado como significante si se supone que el tiempo del discurso no es lineal, que no se reduce al desarrollo de la línea del habla. Esa propiedad es evidente para un psicoanalista:
El tiempo psíquico no es lineal y sucesivo, sino arremolinado y, en el mejor de los casos, en forma de bucle17.
El mismo autor distingue además dos tiempos: el tiempo del desarrollo del discurso propiamente dicho y el tiempo del lapsus:
[Los lapsus] se desarrollan en un tiempo que pudiéramos llamar operativo, el que requiere la construcción para hacerse, y jamás de una sola vez18.
Pareciera que estamos leyendo a G. Guillaume (al cual, sin embargo, el autor no hace referencia). Ese “tiempo psíquico” (operativo) ¿puede ser tomado en cuenta desde un punto de vista semiolingüístico? Sí, pero a condición (1) de renunciar a una franca separación entre sincronía y diacronía, porque el tiempo del lapsus pertenece a la sincronía, y (2) de distinguir una macrodiacronía (aquella de la que ordinariamente se habla) y una microdiacronía (operativa) la de los eventos enunciativos del discurso en acto, aquella en la que las presiones y los impulsos que emanan del cuerpo enunciante tienen derecho de ciudadanía.
Asociar una microdiacronía, un tiempo operativo de la praxis enunciativa, al tiempo del desarrollo del discurso, es lo mismo que asociar, en una proyección espacial, una profundidad del significado (arremolinada, estratificada,