que tiene por corolario el aumento de la valencia del Mí (la valencia del Sí-ipse permanece en el nivel más bajo). En la historia de So y la Cíclope, se puede apreciar con toda claridad que So tiene que “olvidar” a cada momento el programa que le ha sido impuesto para acceder al recorrido de selección axiológica: suspensión del principio de repetición de roles, por un lado; suspensión de las “miras” éticas, por otro; supresión de las “huellas” afectivas y morales para dejar libre el camino a un recorrido singular, que se basa en las iniciativas del Mí-carne (fatiga y búsqueda de confort, torpeza, compasión, venganza, etcétera). De la misma manera, la Cíclope tiene que olvidar a cada instante el momento precedente para dejar que se exprese la necesidad contingente de matar.
Así mismo, el paso de un esquema de selección y de emergencia axiológica a un esquema de construcción en perspectiva (búsqueda del ideal, por ejemplo) se produce por debilitamiento de la valencia del Mí, el cual tiene por corolario el aumento de la valencia del Sí-ipse (la valencia del Sí-ídem permanece entonces en el nivel más bajo).
Estas rápidas propuestas deben animarnos (1) a reexaminar el estatuto de los esquemas de búsqueda, pero también aquellos otros de la fuga, de la errancia, de la selección, etcétera; (2) a explayar la diversidad de la esquematización narrativa; (3) a precisar la sintaxis de los cambios de régimen, que aparecen aquí como cambios reveladores de la transformación interna de la estructura identitaria del actante; y (4) a mantener dentro de la teoría de la acción el error, el acto fallido, la torpeza. En efecto, con el modelo que hemos propuesto, lejos de indicar una ineficiencia del actante esas “escorias” de la acción programada, señalan por el contrario que el actante está siempre sometido al control interno y recíproco de las instancias que lo componen, y que, por consiguiente, su recorrido es legítimamente esquematizable y significante.
CONCLUSIÓN: CUERPO, TENSIONES Y CONVERSIONES
La encarnación (embodiment) de las estructuras semióticas no implica necesariamente –al menos, tratamos de demostrarlo– un desplazamiento teórico hacia la psicología cognitiva ni hacia la neurobiología; recoge únicamente, sobre todo en la perspectiva de una teoría semiótica de las instancias actanciales, dos premisas a guisa de hipótesis: (1) la distinción entre la instancia sensoriomotriz de referencia, el Mí, y la instancia corporal en construcción durante el proceso significante, el Sí, y (2) el principio de iconización de una y otra instancia en la interacción entre materia y energía.
Globalmente, y por comparación con la semiótica estructural clásica, desarrollada a lo largo del recorrido generativo, esa encarnación de las estructuras semióticas –y particularmente las actanciales– introduce, no obstante, dos complementos notables: (1) la fuerza (energía, tensión, intensidad, etcétera) ha de ser considerada como una propiedad del dominio sensible y conceptual en vías de semiotización, con el mismo derecho que la sustancia material o conceptual –lo cual evita tener que añadirla o inventarla posteriormente, por medio de una conversión ad hoc–, y (2) las estructuras tensivas contribuyen al funcionamiento del recorrido generativo proporcionando un modelo y una explicación de las conversiones.
El principio de la “estabilización icónica” del actante resulta, en efecto, de una conversión de tensiones percibidas (conflicto de fuerzas, resistencia e inercia) en posiciones actanciales diferenciales, y, en el mismo movimiento, esas tomas de posición conllevan la categorización diferencial del dominio comprometido. En la etapa siguiente, las tensiones entre las dos instancias del actante, el Mí-carne y el Sí-cuerpo propio –Sí-ídem y Sí-ipse–, engendran posiciones diferenciales del actuar, y a continuación, regímenes narrativos distintos y concurrentes. Nos proponemos, pues, examinar a lo largo de este libro, la hipótesis siguiente: en cada cambio de nivel de pertinencia en el recorrido generativo, el operador de la conversión es una instancia epistemológica “encarnada”, que proyecta posiciones diferenciales a partir de la percepción de tensiones fenoménicas; en cada nivel del recorrido generativo, se juega de nuevo la “escena primitiva” del sentido, lo inteligible emerge de lo sensible y lo noumenal se desprende de lo fenoménico.
Capítulo II
El lapsus1
INTRODUCCIÓN
¿Son los lapsus errores? Por cierto que escapan a toda programación discursiva, pero Freud nos enseña que, como todos los actos “fallidos”, los lapsus son enunciaciones “logradas”. Su carácter aparentemente imprevisible no impide rastrear regularidades en los fenómenos que intervienen en su producción, y, por consiguiente, los principios que hagan posible su descripción, e incluso su explicación. Los lapsus no serían, pues, errores, sino más bien figuras de discurso no planificadas y no codificadas. Por tanto, todo nuestro esfuerzo consistirá en integrarlos a los procedimientos ordinarios de la producción del discurso, y en reexaminar, a partir de esta posición de principio, la teoría de la instancia de enunciación.
Las aproximaciones clásicas al lapsus en lingüística, sean distribucionales, que terminan en una tipología de los mecanismos de sustitución y de contaminación fonéticas, o generativas y cognitivas, que apuntan a una explicación formal de los mecanismos de error, con frecuencia muy sofisticados, tienen, sin embargo, sus límites. Tales aproximaciones, en efecto, se focalizan en la palabra, en el sintagma, en el grupo de entonación o en la frase, mientras que –tal será nuestra hipótesis– el lapsus es también un fenómeno de discurso, firmemente anclado en los procesos de producción de la significación, e inseparable de los mecanismos discursivos de la intencionalidad.
A pesar de todo, las aproximaciones más corrientes ponen en evidencia una constante fundamental: los mecanismos productores de los lapsus no difieren de aquellos que producen enunciados más conformes. Por ejemplo, a partir del siglo XIX se ha podido observar que las sustituciones y contaminaciones fonéticas propias de los lapsus son idénticas a las que dirigen la evolución de las lenguas mismas, y para explicarlas se acude regularmente a los fenómenos reguladores del discurso (intención y atención, principalmente); más recientemente, el estudio de los lapsus ha dado lugar incluso a la elaboración de modelos cognitivos de producción de la palabra en general.
La aproximación psicoanalítica clásica tampoco es satisfactoria para un lingüista, porque desemboca, principalmente en el mismo Freud, en cadenas causales no falsables, establecidas la mayor parte de las veces por procedimientos ad hoc. Con lo cual, no llegan finalmente a poner en evidencia un esquema generalizable de la producción de los lapsus, a no ser que se considere, en el marco de la tópica freudiana, que el lapsus es un caso, entre otros, del “retorno de lo reprimido”. Sin embargo, la aproximación freudiana insiste en la asociación específica de dos propiedades del lapsus, a saber: (i) el rol de la condensación y del desplazamiento, y (ii) el rol del conflicto entre configuraciones que dependen, como vamos a ver, de los procesos discursivos.
Es cierto que los lapsus desestabilizan nuestra concepción estándar del lenguaje, y particularmente de su función de comunicación, pero también perturban nuestra concepción del discurso y nuestra capacidad de reconocer en ellos un desenvolvimiento lineal, así como estrategias, planificación, proyectos, metas y medios. El lapsus pone en entredicho también el uso que hacemos en lingüística de las nociones de sujeto y de intención.
En este estudio procederemos en dos tiempos: (1) un rápido recorrido por los acercamientos lingüísticos al lapsus, sobre todo los de carácter fonético; luego, por los acercamientos psicoanalíticos, momento en el cual extraeremos algunas problemáticas que nos pueden enriquecer; y (2) una concepción discursiva y enunciativa del lapsus, anclada principalmente en la teoría de las instancias “encarnadas” del discurso.