que veíamos a los chicos del rock subterráneo como desideologizados. Nosotros estábamos más ideologizados desde el colegio y luego en San Marcos; ahí leíamos a Marx, aunque algunos solamente leían los manuales de la URSS.
Como a Marta Harnecker, que entonces era la biblia.
Pero en San Marcos había profesores muy exigentes, José Carlos Ballón, por ejemplo, que nos hizo leer El capital y desaprobó a todos los marxistas del salón por supuesto.
Y cuando te conviertes en estudiante de la Universidad de Lima ya no resul-taba tan natural eso de la marginalidad. ¿Digamos que empiezas a nadar a contracorriente?
Sí, fue interesante mi ingreso, porque yo me sentía como en un holograma de publicidad. Era otro mundo. Además de haber terminado en San Marcos, yo había trabajado en una ONG de derechos humanos entre 1983 y 1986. Ya en años muy duros del país.
Sí, ejerces unos años el derecho y luego postulas a la Universidad de Lima, conducido específicamente por el cine… ¿O hubo otros intereses?
En la ONG hacía informes que iban después a organismos internacionales; ahí me convencí de que no servía para el derecho. Aunque era un trabajo más de prensa que de derecho. Y el cine me interesaba mucho, ya había estudiado un año en el taller de Armando Robles Godoy.
¿Tu interés era dirigir o ser crítico de cine?
Dirigir. Mi interés por el cine viene desde el colegio… Me motivaron mucho las críticas de Fico de Cárdenas que leía en el diario La Prensa. Él publicaba semanalmente en un espacio bastante grande y para mí fue toda una revelación el análisis que hacía. Comenzaba señalando quién era el director de la película, te ubicaba el género, desarrollaba la sinopsis, la estructura narrativa, la puesta en escena y su conclusión. Esa estructura es muy didáctica para analizar películas.
Era efectivamente didáctico. Tenía un esquema que obedecía estrictamente, pero desdibujaba el esquema con un lenguaje culto y elegante.
Exactamente, eso también me gustaba mucho de Fico: escribía muy bien.
¿Y te quedas encandilado con esa manera de ver el cine?
Así es. Paralelamente mi hermano menor estaba llevando un curso de cine en el colegio, una cosa inédita tratándose sobre todo de un colegio nacional. Era el Daniel Alcides Carrión; creo que ya no existe. Había un profesor, Fernando Parodi, que estudió acá en la de Lima y enseñaba el lenguaje cinematográfico: plano general, plano conjunto, plano medio, todo esto que se llama ahora modo de representación institucional. Y motivaba a sus estudiantes para que fueran a ver películas; entonces, yo iba con mi hermano al cine. Me acuerdo de las matinales del Colón de San Marcos, del sexto piso del Ministerio de Trabajo, del auditorio Pardo y Aliaga…
El Don Bosco de la avenida Arica, la Cooperativa Santa Elisa… qué tiempos. ¿Ibas indistintamente tanto a salas comerciales como a cineclubs? Bueno, los cineclubs eran una especie de facultad.
Fundamentalmente a los cineclubs. También iba a las salas comerciales de Barrios Altos.
En los cineclubs uno recibía una ficha técnica de la película y luego, al final de la proyección, se quedaban unos cuantos a debatir. Te acordarás entonces de los larguísimos preámbulos de Juan Bullita.
Claro, Bullita presentaba las películas en el Ministerio de Trabajo. Me emocionaba ver la pasión que ponía al hablar y la habilidad que tenía para vender Hablemos de Cine. También me acuerdo de Atilio Bonilla en las matinales del cine Colón. Es curioso, me he acordado de Fico hablando en público en el cine Colón, cosa que después ha sido casi imposible, pues él rehuyó la presencia pública.
Volvamos a tus estudios en nuestra Facultad de Comunicaciones. Terminas y empiezas a ejercer la docencia acá casi enseguida.
Enseguida. De estudiante, incluso, ya soy asistente de cátedra. Fui asistente de Chacho León, de Rafaela García y de Fernando Ruiz. Luego paso a ser jefe de práctica y de ahí sigo como profesor.
¿Ya para entonces habías renunciado a tu sueño de ser director y te habías interesado más bien por la crítica y la investigación?
Sí, estudiando acá me di cuenta. Además, siempre me interesó la crítica en realidad. Como te digo, Fico fue un modelo. Cuando lo leía yo quería hacer crítica como él. Y llevaba un cuaderno con anotaciones y comentarios. Acá también comencé haciendo crítica en un periódico mural que sacaban Jaime Nieto y Rosita Rodríguez. Y después en El Refugio, la revista que sacábamos en la universidad.
Eras de los chicos que llevaban un cuaderno, anotaban las películas que veían y hacían su comentario.
Claro, cosa que ya no hago, pero… en esa época lo hacía.
Recuerdo una película italiana, probablemente una comedia, de un grupo de amigos que casi viven en los cineclubs y uno precisamente lleva un cuaderno y anota todo.
Esa cinefilia es más francesa que italiana.
Reniegan todo el día… Hay una película argentina, El crítico (2014), que parece rendirle un homenaje. Bueno, renuncias al sueño de ser director…
Renuncié porque me di cuenta de que tenía demasiada ansiedad y poco liderazgo para ser director. Hay una cualidad que debe tener un director: convencer a todo su equipo para que se comprometa con lo que quiere hacer. Y que esté convencido de que lo que hace también es importante para ellos. Y acá, como estudiante, dirigí la mayoría de trabajos que hicimos en grupo y acababa peleado con todos. Y terminaba editando solito, claro, porque tenía que salir bien el trabajo. Lo que yo veía era que otros directores como Jaime Nieto o Aldo Salvini reunían a todo el equipo y todos estaban felices trabajando con ellos, los seguían hasta el final.
¿Aunque los carajearan?
No les importaba. Terminaban el rodaje doce de la noche, se iban de juerga y a las siete de la mañana estaban listos para comenzar de nuevo.
Tal vez te faltaba esa flexibilidad del trato más informal. ¿Podía ser que tú buscabas un compromiso más serio, más profesional?
Puede ser. Es más una cuestión de carácter y de carisma. Claro, ahora uno puede hacer su película solito, ¿no?
Entonces, ¿podrías volver? Imagino que podrías tener la ilusión de dirigir una película… que hay algún tema que te obsesione.
No, tampoco. Ya me di cuenta de que hay ciertas cualidades para ser director que yo no tengo. Y algún sueño sí tengo, pero no obsesión. He escrito guiones, aunque siempre he pensado en otros directores. Además, si fuera director de cine sufriría demasiado y eso no me gusta. Como decía Borges de Sábato: “No entiendo a Sábato, él dice que cuando escribe sufre, cuando yo disfruto escribiendo”, algo así.
POLVOS AZULES
¿Vas con frecuencia a Polvos Azules o has empezado a bajar películas como todos los estudiantes?
Desde que bajo películas voy muy poco. Bajo justo la película que me interesa, de un sitio legal y en un determinado momento que pueda verla. Lo que ocurría con Polvos Azules es que a veces compraba muchas películas que finalmente no veía.
Imagino que bajar películas te ha vuelto más selectivo y te permite ahorrar. La ventaja de Polvos Azules es que tienes unos cinéfilos…
Hay un dealer de Polvos Azules que antes me mandaba sus listas de películas cada mes; creo que ya se cansó.
Tú estás muy vinculado a la gente de cine, pero para la mayoría de las