transformando así su propia vida. Al finalizar la guerra, le dice a Tom que él es su boleto para escapar de la vida que le ha tocado por ser quién es. No está dispuesta a volver a los salones a pasar el tiempo, quiere con ansias vivir, trabajar, soñar con una vida diferente. Acepta entonces la propuesta de matrimonio y temiendo que su padre se oponga, huye con el joven chofer. Son sus hermanas Mary y Edith quienes parten en busca de los amantes fugitivos y regresan a Sybil a Downton Abbey, en busca del permiso paterno, evitando así un grave escándalo. Finalmente, Sybil y Tom consiguen el permiso y la bendición paterna y se casan en Irlanda. Son su ímpetu, sus ganas de experimentar una vida diferente, su gran amor por Tom las herramientas que le permiten a Sybil vivir de manera distinta y construir una familia diferente a aquella en la que nació.
A pesar de que su existencia es corta —pues muere en el parto de su hija—, la vida y muerte de Sybil trae transformaciones a Downton Abbey. Lord Grantham y Cora toman a Tom Brandson como hijo y lo ayudan a superar el dolor de la pérdida de su amada; además, le dan a la pequeña Sybil su lugar como primera nieta del mayorazgo, a pesar de que para muchos es una “mestiza”. Tom Brandson forma una alianza con Matthew Crawley y Lord Grantham para sacar adelante Downton Abbey, y, a la muerte de Matthew, es Tom quien se convierte en el consejero y principal apoyo de su cuñada Mary.
La juventud de Sybil le da la posibilidad de transgredir con mayor facilidad el orden patriarcal que la serie nos retrata; Sybil tiene la seguridad necesaria, tiene una visión de su futuro, tiene la capacidad de ganarse la vida al tener una profesión, conoce el espacio público y tiene capacidad para moverse de un lugar a otro. Todas estas características hacen de ella —quizá— el personaje más empoderado y con mayor agencia.
A modo de conclusión
Schuler define el empoderamiento como “el proceso por medio del cual las mujeres incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas” (1997, p. 31), y León (1998) añade lo siguiente:
El empoderamiento no es un proceso lineal con un inicio y un fin definidos de manera igual para las diferentes mujeres o grupos de mujeres. El empoderamiento es diferente para cada individuo o grupo según su vida, contexto o historia, y según la localización de la subordinación en lo personal, familiar, comunitario, nacional, regional o global. (p. 14)
Esta característica del empoderamiento se materializa en las mujeres que hemos conocido a lo largo de este texto. Son sus decisiones las que les permiten abrirse a la vida, adaptarse a los cambios y buscar equidad en un mundo masculino que, en principio, las define como seres frágiles. El recorrido de cada una da cuenta —desde la ficción televisiva— de la posibilidad de agencia, de transformación y de superación de metas, pero también de las fortalezas y de la necesidad de pensar en los deseos femeninos.
Podemos señalar, finalmente, que es la narrativa romántica de la serie el elemento que resuelve los vacíos existentes en tiempos de profundos cambios, la llave que sensibiliza las contradicciones vitales de las distintas clases sociales inglesas. El matrimonio de Matthew con Mary, o el de Tom con Sybil, iluminan esos nuevos tiempos y hacen posible el diálogo y la convivencia entre el mundo de arriba y el mundo de abajo.
Referencias
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Louie, el delirio redentor
Ricardo Bedoya
Louis C.K. (nacido Louis Szekely en 1967) es el guionista, realizador, productor ejecutivo, editor e intérprete de la serie Louie (FX, 2010-2015). El desempeño de todas esas funciones prolonga una tradición autoral que distingue a muchos comediantes y que se remonta a los días del cine silente: la obsesión por el control creativo absoluto de sus obras. Es el rasgo que marca las carreras de Charles Chaplin o Buster Keaton, por citar dos nombres característicos. En tiempos de formación de la industria fílmica, de la fijación de los códigos expresivos del slapstick y de las reglas del gag, los actores ponían toda su expresividad en la consecución del efecto mímico preciso y en las rutinas de equilibrios y desequilibrios de sus cuerpos en el espacio. Requerían asumir, por eso, la responsabilidad de administrar cada detalle de la puesta en escena, coreografiando las secuencias y decidiendo sobre la posición, distancia y altura de la cámara, sin admitir la intervención de productores y financistas.
Esa férrea voluntad se prolonga en la era sonora. Jerry Lewis, Mel Brooks, Richard Pryor, Steve Martin o Woody Allen, en Estados Unidos, como Jacques Tati y Pierre Étaix en Francia, entre otros comediantes en distintas partes del mundo, concentraron las labores del guionista, del director y del intérprete con el fin de obtener las condiciones esenciales para sus performances. No es casual que haya ocurrido así. La mayoría de los cómicos llegados al mundo audiovisual se formaron en el cabaret, en el teatro popular, en el music hall, en el circo o en el club de monólogos humorísticos,