Umberto Roncoroni

La forma emergente


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       Heidegger, el arte y la verdad

      El problema del arte nace entonces porque pretende plantearse como algo unitario, en el fondo, con pretensiones metafísicas. Pero hoy el arte debe aceptar que su nuevo horizonte no es algún valor universal, sino una dinámica indeterminada de fragmentos y hechos marginales, del mismo modo que el pensamiento moral se mueve fuera del territorio de los valores universales. Esta nueva manera de pensar el arte, por ende, supone otro fundamento, esto es, un nuevo tipo de verdad. Y este problema es el mismo que encontramos en la hermenéutica: la verdad no metódica de las ciencias humanas no puede ser una verdad metafísica ni la historia y la tradición, cuyos límites quitarían a la experiencia hermenéutica (y al arte) su carácter abierto y creativo.

      Estos son, entonces, los problemas a los cuales Vattimo responde mediante tres argumentos: el análisis de la obra de arte de Heidegger, donde se define la verdad como evento; la percepción distraída de Benjamin y Gadamer, y la peculiar naturaleza de la media esfera.

      En lo que concierne a la verdad, Vattimo25 desarrolla su diálogo con el Heidegger de El origen de la obra de arte.26 El concepto de verdad que aquí se presenta es la verdad como evento, que se pone en obra en el arte. Este evento, la puesta en obra de la verdad, es una inauguración, que abre nuevos horizontes y criterios acerca del bien y del mal. ¿Y cómo lo hace? Mediante la “exposición del mundo” y “la producción de tierra”. La exposición del mundo, dice Vattimo, se puede interpretar como la manifestación de los espacios y conocimientos comunes y como la pertenencia del individuo a la comunidad (análogamente al significado que Kant da al placer). El concepto de tierra es más complicado, ya que tierra se puede interpretar de dos maneras: puede significar el conjunto de lo que es siempre cambiante, que nace y muere; o puede representar el futuro, lo posible, lo incierto, y que de todas formas es misterioso e ininteligible. La tierra aquí es lo que sustenta la obra de arte como inauguración, porque la obra es un inicio, crea y hace espacio, produce, eso es, tierra. Como dice Heidegger: “El hacer espacio es libre donación del lugar en el cual el Dios se manifiesta, del lugar desde el cual los Dioses se han escapado, el lugar en el cual la manifestación de lo divino largamente demora”.27

      Heidegger, en la citada conferencia sobre la escultura, aclara este proceso mediante la dinámica entre la “localidad” y la “comarca”, que consiste en relacionar las instancias individuales de la verdad (las diferentes localidades o las exposiciones del mundo) con el horizonte más vasto y libre posible (que es la comarca o la producción de tierra). En palabras de Heidegger: “La escultura sería el materializarse de localidades que, abriendo una comarca y custodiándola, reúnen en su alrededor libre algo que brinda un sitio a todas las cosas y a los hombres el habitar entre las cosas”.28

      El resultado de esta dinámica, o mejor dicho, esta misma dinámica es entonces la verdad. Es importante aquí resaltar la peculiaridad de la relación entre mundo y tierra; esta relación es una contienda (porque los entes se esconden recíprocamente, nada es estable ni definido). Lo importante de la contienda es su perduración (que nunca termina en una fractura), porque es durante la perduración (la creación artística) que los entes se manifiestan. De todos modos, el concepto de tierra es el que opera el cambio ontológico radical en la verdad, porque la instala en lo que es transitorio y que evoluciona permanentemente. Entonces, la puesta en obra de la verdad es un evento en el tiempo, porque: a) la contienda debe necesariamente perdurar, y b) el mundo es también algo inestable e indefinido.29

       La verdad como evento, el arte y la media esfera

      La experiencia de la verdad, concluye Vattimo, no es una experiencia metafísica, no encontramos, en la libre vastedad de la comarca, un orden inmutable y eterno. Más bien, su esencia es la libertad, la posibilidad. Esta verdad, además, no implica la relación exacta entre la proposición y el dato de acuerdo con el principio de verificación empírica del conocimiento científico, si no recoge el modelo humanístico y hermenéutico del habitar y del participar. ¿Cómo es que este concepto de verdad puede relacionarse con el arte y permitir algunas de sus nuevas posibilidades en el nihilismo?

      En primer lugar, hay que despejar el individuo: en Crisis del humanismo Vattimo dice que nihilismo significa abandonar la pretensión de tratar a la verdad como un objeto, del cual el sujeto puede apropiarse:

      La crisis del humanismo, en el sentido radical que asume en pensadores como Nietzsche y Heidegger, pero también en sicoanalistas como Lacan, y de repente, en escritores como Musil, se resuelve probablemente en una cura de “adelgazar el sujeto” para que este sea capaz de escuchar el llamado de un ser que ya no se propone, como Grund, o pensamiento del pensamiento, o espíritu absoluto, sino que disuelve su presencia-ausencia en los retículos de una sociedad transformada cada vez más en un hipersensible órgano de comunicación.30

      En un cierto sentido, esta es también la forma de “adelgazar el arte” y sus pretensiones, lo que no significa en absoluto la disminución de su importancia. El carácter que debe asumir el arte es entonces el del multíplice, del fragmento, de lo indeterminado y transitorio. En caso contrario, agrega Vattimo, se produce el kitsch, que es la contradicción visible entre el nihilismo y la obra de arte que pretende ser manifiesto, instancia de una verdad absoluta y universal que no existe.

      Ahora, lo que aquí Vattimo recupera desde Heidegger, más que su teoría de la obra de arte como puesta en obra de la verdad, son naturalmente las consecuencias de la verdad como evento. Pero hay todavía algunas dificultades. En primer lugar, ¿de qué naturaleza es la obra de arte de Heidegger? En opinión de Zecchi: “El arte para él es solo lo que tiene una forma tradicional e inmediatamente reconocible en cuanto mimética y simbólica, idea que le impide el análisis de lo que sucede en el arte de su tiempo (problema que seguramente ni siquiera pensó necesario abordar)”.31

      Ciertamente, Vattimo hace un salto con respecto a Heidegger en lo que se define como obra. Lo hace, en primer lugar, capitalizando la analogía entre localidad —comarca y ornamento— arquitectura de Gadamer. El arte de lo posible se presenta, desde este punto de vista, como ornamento, porque como el ornamento funciona, es capaz de atraer sobre sí la atención pero al mismo tiempo se refiere a una arquitectura, es decir, a un contexto monumental más amplio que lo incluye. Ahora bien, el ornamento va de acuerdo con la percepción distraída, porque el ornamento no pretende constituirse en punto focal, sino en guía que hace correr la mirada al monumento al que se agarra. Y en estos sentidos (en el sentido arqueológico de las ruinas de los aguafuertes de Piranesi y en el sentido dinámico de los entrelazados del arte árabe) el ornamento es fragmento, residuo, texto que entrega el misterio de la verdad al proceso hermenéutico.

      Pero esto no es suficiente: la verdad como evento no puede ser monumento, porque de esta manera el proceso interpretativo no se constituye como constitutivamente libre, sino a lo mejor como un determinismo borroso. Así que el monumento debe necesariamente desaparecer como tal y convertirse en algo abierto e indeterminado (lo que precisamente es la verdad como evento), ya que, valga repetirlo, la puesta en obra de la verdad (el arte) es una contienda que, constitutivamente, inaugura siempre algo diferente.

       Los medios masivos y la tecnociencia

      Vattimo responde a este problema con la tecnología y las instancias positivas de la media esfera. Antes que todo, estamos ahora en capacidad de entender que los medios masivos hacen parte de la exposición del mundo, pero no es solo eso: la permanente revolución de lenguajes y productos en la comunicación masiva produce mensajes efímeros y transitorios que nunca pueden afirmarse como valores universales y absolutos, no porque no lo quieran, sino porque desaparecen antes del intento. Entonces, la media esfera es de alguna forma producción de tierra, esto es, participa en la puesta en obra de la verdad.

      Y nuevamente: ¿en qué modelo de obra de arte piensa Vattimo? Si no es la misma de Heidegger, tampoco coincide con el ornamento de Gadamer; más bien es el tipo de obra cuyas instancias, como vimos, están distribuidas entre el kitsch y la estática del sistema