del arte como teoría de Belting; la historia del arte como historia de su libertad o como historia de su autoformación, retomando a Hegel y la transformación del arte en filosofía.
La mimesis y el fin de la historia
Según Danto, en la historia del arte podemos reconocer tres eventos revolucionarios: el cuatrocientos y el inicio del Renacimiento; el novecientos con las vanguardias y la modernidad; la década de 1960 y el nacimiento de la posmodernidad. Los primeros dos se refieren a, o implican, la presencia de dos paradigmas o interpretaciones de la historia del arte diferentes; el tercer evento se caracteriza, en cambio, por carecer de paradigma o por tener múltiples paradigmas.
El Renacimiento tiene como paradigma la historia del arte de Vasari,17 que es la historia del progreso de los artistas en la imitación de la naturaleza. Vasari basó el relato de la excelencia del arte mimético sobre las biografías y la trayectoria técnico-profesional de los artistas.18 La historia del arte como mimesis termina con el invento de la fotografía; la crítica del arte reconoce definitivamente este hecho en 1912, y precisamente, dice Danto, con la introducción de Roger Fry al catálogo de la exposición de los postimpresionistas.
Es entonces que nace el conflicto entre la mimesis y el sucesivo desarrollo del arte en la modernidad, y la historia del arte, como ha evidenciado Belting, pierde su sentido. Si miramos el arte como expresión, lo que es, en efecto, el objeto del arte después de la fotografía, encontramos una contradicción porque no se puede hablar de historia de expresiones individuales y eventuales. Y si llevamos el arte como expresión a la teoría del arte como comunicación de los sentimientos de Croce, hablar de fin de la historia del arte no tiene sentido, ya que se presupondría un progreso de los sentimientos que no se sabe cómo podría acabar. Tampoco podemos entender la nueva historia del arte que se genera con la modernidad como historia del desarrollo de los lenguajes del arte, ya que cualquier progreso del lenguaje está ya dentro del lenguaje.
La historia del arte como arte por el arte
De esta manera, los progresos del arte son reducibles a los niveles moral, político y social, que no le pertenecen estructuralmente. Danto propone interpretar la modernidad como la recuperación de la autonomía e independencia del arte. Con las vanguardias históricas nos encontramos, entonces, frente al tercer acontecimiento revolucionario: el triunfo del arte por el arte. Las vanguardias históricas son el punto en el cual el arte deja el paradigma mimético y se dedica a pensarse a sí mismo, y toda la modernidad se basa en la convicción de que es posible definir su esencia. Por esta razón el novecientos es la época de la sucesión frenética de los movimientos artísticos y de sus manifiestos (dadaísmo, futurismo, constructivismo, etcétera), lo que implica que para cada uno de ellos exista un principio formador, una teoría, que puede explicar el arte exhaustivamente.
En este sentido la modernidad se puede entender como el trabajo del arte para liberarse de sus límites (o de los límites impuestos, como vimos antes, por la filosofía). Danto aclara este proceso evidenciando tres momentos: la búsqueda de los lenguajes específicos del arte, por ejemplo la importancia expresiva de la pincelada (en cuanto antimimética) o la teoría de la superficie de Greenberg; la negación del arte como objeto; la negación del arte como medium.19
La historia del arte como historia de la libertad del arte
La modernidad, entonces, es la expresión de diferentes teorías que sustentan la creencia en el futuro del arte (del cual los “ismos” serían las instancias) y en la historia como un desarrollo progresivo de la humanidad (de la cual las vanguardias artísticas serían las exploradoras). Pero al mismo tiempo, los presupuestos filosóficos que habían permitido a la modernidad creer en el futuro y en el progreso del arte comienzan a derrumbarse; según Danto el alcance de este acontecimiento se aclara en la década de 1960 con el pop art, que artísticamente caracteriza el pase de la modernidad a la posmodernidad. Con la posmodernidad entramos en la época de la multiplicidad, donde todos los metarrelatos pueden convivir con iguales derechos históricos. Pero, dice Danto, tener muchos relatos es como no tener ninguno, y por esto Belting puede hablar de fin de la historia del arte. Entonces, ahora estamos en una situación indeterminada y contradictoria, ya que no tenemos instrumentos que permitan explicar la complejidad del fenómeno artístico (por ejemplo las dificultades de la historia del arte para entender el arte contemporáneo) y, al mismo tiempo, la estética del arte por el arte y la modernidad no pueden explicar ni adaptarse a la posmodernidad.
Estos elementos permiten a Danto recuperar el pensamiento de Hegel por el lado de la historia del arte. La conquista de la modernidad, la libertad del arte de ser sí misma, coincide con la autoconciencia del arte y el cumplimiento de su transformación en filosofía. Por medio de Hegel, concluye Danto, es posible integrar coherentemente la historia del arte como mimesis y los manifiestos de la modernidad dentro del proceso de autoformación del arte, que llega a ser consciente de sí mismo. En este sentido, acaban tanto el arte como su historia.
Finalmente, también en este caso, Danto deja abierta una posibilidad, y lo hace apoyándose en la teoría de los ciclos de Spengler. Como en la historia de la humanidad las civilizaciones tienen ciclos de nacimiento, vida y muerte se repiten, una civilización sustituye a la otra en términos que no permiten equipararlas entre ellas, lo mismo se podría pensar para el arte. Entonces el arte podría tener un futuro, lo que es cierto es que es nuestro arte el que no lo tiene.
La crítica del arte por el arte y la hermenéutica: Gadamer
El análisis del fin del arte de Danto desemboca, por un lado, en la recuperación del valor retórico del arte, y, por el otro, en el proceso hermenéutico, en cuanto en este proceso se determina la diferencia estética entre un objeto cualquiera y una obra de arte. Sin embargo, la hermenéutica en Danto queda atrapada en el movimiento autorreferencial del ready made o en la libertad anárquica de la deconstrucción. El motivo es que Danto todavía ve el arte metafísicamente, algo puesto a priori por el artista y que necesita del espectador solo para ser legitimado, digámoslo, socialmente.
Este tipo de aporía es la que enfrenta la hermenéutica del arte de Gadamer. Naturalmente, el valor del pensamiento de Gadamer no consiste solo en la crítica a la estética kantiana, que queda irresuelta en Danto, sino, y sobre todo, en la recuperación del valor epistemológico de las ciencias humanas contra el predominio del pensamiento científico. Ahora, el concimiento que busca Gadamer no pretende ser exacto ni adecuarse al dato a la manera inductiva de la ciencia, sino que es un proceso que implica la participación y la mediación de la cultura, la historia y el gusto, en otras palabras, del contexto práctico del quehacer del hombre.
La verdad, para Gadamer (que revela aquí su deuda con Heidegger), no es un saber absoluto, sino una búsqueda continua entre la sabiduría de la cultura, del sentido común, del lenguaje y del movimiento, y la apertura de las transformaciones del contexto específico en el cual el individuo opera. El proceso hermenéutico, entonces, no se presenta como una metodología sino que es la misma forma con la cual se presenta la verdad. Liberar las ciencias humanas del modelo científico significa acercarse a la verdad de modo distinto, que no consiste en su posesión, sino en la participación y en la empatía. La verdad incluye también emociones y sentimientos, y es entonces una experiencia global. Por esta razón Gadamer investiga el significado del arte, en cuanto el arte es un ejemplo de esta forma alternativa de conocer y posiblemente superior a la ciencia.
En este sentido, Gadamer discute los aspectos problemáticos y las razones de la crisis del arte y, al mismo tiempo, intenta su recuperación hermenéutica, es decir, como proceso válido en la búsqueda de la verdad. En la primera parte de Verdad y método Gadamer20 ofrece herramientas esenciales tanto a la estética como a la aproximación crítica del contexto tecnológico. Podemos resumir este desarrollo en las siguientes etapas: la crítica a la estética kantiana y neokantiana del genio, la recuperación de la verdad del arte y la teoría de la transmutación en forma.