Umberto Roncoroni

La forma emergente


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por el arte

      La estética de Kant es el origen filosófico de la separación del arte de la verdad y por ende el motivo por el cual las ciencias humanas y las ciencias exactas se vuelven irreducibles. La teoría del arte en Kant, dice Gadamer, tiene como fundamentos lo bello natural, el gusto y el genio. A través de estos conceptos Gadamer se propone evidenciar sus implícitas aporías:

      1. Lo bello natural es fundamental porque relaciona lo bello con la moral. Esto porque la naturaleza tiene como modelo la perfección de la creación, por lo tanto la belleza de la naturaleza es el reflejo de lo divino a lo cual apunta el hombre.

      2. El gusto es un fenómeno que se basa en lo bello natural y en las facultades cognitivas de todos los hombres. Pero Kant en realidad fundamenta el gusto en lo individual y subjetivo, porque pone su componente universal en el reflejo de lo divino en el sujeto. El gusto pierde de esta manera cualquier apoyo objetivo, su sentido moral, sus razones históricas y culturales y su valor social (el sentido común). Ahora, este sustrato es lo que permite que el gusto trascienda al individuo y encuentre su valor objetivo y al perderlo Kant está obligado a introducir lo universal a través del genio.

      3. El genio, al sobresalir de los límites del gusto y de lo bello natural, permite al hombre hacer saltos cualitativos hacia el fin supremo. El genio tiene la capacidad de jugar libremente con las ideas estéticas y es creativo. Pero la constitución del genio como talento innato divide el arte en los problemas de la verdad, del bien y del mal. Y se crea, dice Gadamer, la diferencia entre los procesos inconscientes e individuales de la creación artística y el trabajo metódico y de aprendizaje del pensamiento científico.

      Sin embargo, advierte Gadamer, la radicalización del concepto de genio es resultado del pensamiento poskantiano que empieza con Schiller, a quien se debe que el genio se vuelva totalmente independiente de sus relaciones con la naturaleza y el gusto (que en Kant cuadraban el genio en el contexto de la objetividad). Este fundarse del genio en el sujeto y en la individualidad desemboca en la estética y el arte del Erlebnis. Es más, después de Kant el concepto de genio desborda los confines del arte para aplicarse a todas las actividades humanas.

      El concepto de ErlebnisKunst

      Gadamer dedica muchas páginas a la discusión de este argumento y a su desarrollo histórico, así que me limito a sintetizar sus conclusiones finales. Por Erlebnis se entiende un acontecimiento vivido con particular intensidad, tal que este se transforma en una experiencia universal. El Erlebnis se vincula al genio en cuanto es el contenido o la materia, si se puede simplificar así, que llena de humana individualidad su componente universal (reflejo de lo divino). La consecuencia es el nacimiento del arte del Erlebnis, porque el arte nace de semejante experiencia y porque tiene como objetivo ser una experiencia de Erlebnis.

      Las razones del éxito del concepto de Erlebnis se encuentran, dice Gadamer, en las condiciones históricas de la revolución industrial y luego en las dinámicas de las sociedades capitalistas y de los medios masivos. En estos contextos se hace urgente la defensa del individuo, de sus experiencias y emociones particulares, así que el Erlebnis está tan enraizado en nuestra cultura que ya no es posible percibir correctamente la envergadura de sus consecuencias conceptuales.

       La crítica al arte por el arte

      De esta forma, todo el arte se reduce a un proceso autorreferencial, a un modo continuo de Erlebnis, suficiente para determinar lo que es estéticamente válido, ya que no necesita ninguna referencia externa. Esto es lo que Gadamer denomina la “conciencia estética”, cuya naturaleza es aclarada mediante el estudio de las relaciones entre símbolo y alegoría. Entonces, el arte del genio y del Erlebnis es un arte simbólico, en cuanto el símbolo es algo que tiene significado por sí mismo y pretende ser un reflejo directo de lo universal. Por el contrario, la alegoría es una figura retórica hermenéutica, relacionada con lo racional y con un contenido externo a ella y que pretende explicar.

      Sin embargo, el sentido alegórico del arte, después de la época barroca, ha ido progresivamente perdiendo importancia a favor del arte como símbolo. Pero el mecanismo simbólico es un momento que sucede solo dentro del arte y desaparece una vez terminada la experiencia estética. Los límites del ErlebnisKunst son evidentes cuando cambian las condiciones históricas que justificaban su origen. Hoy estas condiciones no permiten unificar, dentro de una misma aspiración universal común (religiosa, metafísica, ideológica), las diferentes instancias de los Erlebnis individuales. Una situación contradictoria que constituye los límites de la perspectiva hermenéutica de Danto que hemos visto en páginas anteriores.

       La recuperación de la verdad del arte

      Para superar la conciencia estética, que separa el arte de la moral y del conocimiento, Gadamer se plantea el objetivo de recuperar la experiencia de la verdad, postulando la superioridad de las humanidades a la aproximación metódica de la ciencia. La necesidad de fundar el valor epistemológico de las ciencias humanas es ejemplar en el arte y por esto Gadamer otorga a la crítica de la conciencia estética un valor que interesa a la cultura en general.

      Gadamer demuestra la existencia de verdades extrametódicas (no demostrables científica y objetivamente) mediante un análisis fenomenológico del arte. Gadamer dice entonces que la experiencia del arte es un proceso que modifica realmente a quien la vive, y que esta experiencia no se reduce al rango de ilusión o sueño (problema implícito en la conciencia estética), porque permanece como un hecho en el individuo. La modificación del sujeto por la obra de arte quita a esta sus pretensiones de autonomía y de pureza abstracta, porque implica evidentemente el contacto con algún factor concreto y real. Mediante este contacto, que es el contacto con la cultura, la historia, el sentido común (análogamente al gusto y al hic et nunc de Benjamin), la obra de arte vuelve a encontrarse con la verdad. Y, como comenta justamente Vattimo, este encuentro modifica no solo la obra de arte, sino el concepto mismo de verdad, sea científica (objetiva y demostrable) o metafísica (en cuanto universal).

      La experiencia del arte puede, además, reincorporar, sin caer en la aporía del genio, los aspectos válidos de la conciencia estética: lo que separa el arte del mundo real, como la belleza y la perfección de las formas, se presenta así como aquel agregado de verdad que no existe constitutivamente en la experiencia común. Gadamer denomina este agregado incremento ontológico y lo pone como fundamento de la “transmutación en forma”, un proceso que permite a la obra de arte, por medio de la belleza, revelar y donar lo que en la realidad se sustrae y se esconde. Veremos enseguida cómo Gadamer, analizando el juego, sustenta y explica este mecanismo.

       El concepto de juego y de identidad

      Las etapas del análisis del juego nos ofrecerán indicaciones útiles y directas para interpretar ciertos fenómenos relacionados con la tecnología digital, así que vale realmente la pena seguir su desarrollo.

      En primer lugar, dice Gadamer, el juego tiene un cierto carácter sagrado y una relación peculiar con las cosas serias, y por esto solo si se participa seriamente el juego expresa todo su potencial. En segundo lugar, el protagonista del juego no es el jugador sino el juego mismo: la experiencia del juego es un espacio sagrado que tiene una finalidad propia. Esta finalidad no consiste en el logro de objetivos particulares (es decir, los objetivos explícitos de cada modalidad de juego), sino en la transposición de los jugadores en el mundo del juego. Este mundo consiste en la “organización y en la estructura ordenada del movimiento mismo del juego”21 y se compone por sus reglas. Y las reglas deben ser tomadas en serio (a pesar de que ganar no sea el objetivo real del jugar), para que el contenido sagrado del juego funcione plenamente. Aquí Gadamer deja entender dos cosas: que es el juego el que juega a los jugadores y no lo contrario; que participar en un juego comporta siempre un cierto peligro, porque en el juego se pone en riesgo la identidad individual, que se somete a los roles y reglas que el propio juego establece.

      Una característica fundamental del juego,